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Mónica Naranjo, presentadora y tiro porque me toca

Mónica Naranjo (Antena 3).

De cantante exitosa a escritora de libros de cocina, a miembra de varios jurados, a presentadora y tiro porque me toca. Así, de oca en oca, que diría un cutre, y con más dominios que un renacentista, que diría un cultureta, va saltando la buena de Mónica Naranjo. Ahora ha cruzado el Rubicón de la tele y es ya presentadora del entretenido programa A Bailar (Antena 3), donde un grupo de famosos y sus respectivas parejas deleitan al respetable con sus contorneos más o menos afortunados. El espacio, aun sin la frescura y la naturalidad del directo, es bastante divertido, para qué negarlo. Pero si uno observa con detenimiento a su conductora llega a la conclusión, por otra parte nada sorprendente, de que este concurso sería igualmente divertido y tendría la misma audiencia sin la presencia extraña, innecesaria, molesta, entallada hasta el delirio de su presentadora.

Cuando hace de miembra del jurado, en Tu cara me suena o Eurovisión, la cantante que otrora nos excitó con temas como Sobreviviré aporta mejores comentarios, bromas y momentazos que ahora. Quizás porque habla menos. En este concurso de baile Mónica Naranjo ofrece el papel, no sabemos si real o impostado, de esa persona que en toda familia es la histriónica, la más ocurrente y dicharachera, la que no calla ni bajo el agua, la más brillante, si ustedes quieren, la más protagonista. Esa persona, en definitiva, que agrada, conquista y hasta enamora solo en pequeñas dosis. Si esa persona toma los mandos del barco, al final se naufraga porque no está a lo que tiene que estar. O sea, a las tareas que estrictamente le atañen. Se despista, también despista al resto y, cuando todos ven que el barco va a encallar, ya es tarde para soslayar el hundimiento.

Algunos de los comentarios desafortunados de la presentadora suenan como una canción de rock en una sala de yoga

Y esto le pasa en A Bailar a nuestra admirada Mónica. Desprende un exceso de protagonismo que se materializa en comentarios innecesarios que suenan como una canción de rock en una sala de yoga. En la última gala, por ejemplo: "Son buenos, bailan muy bien y están muy buenos"; "Ha sido un momento de perreo". Quizás de tanto hablar a destiempo, por momentos parece que estuviera afónica, extremo que choca violentamente con nuestro recuerdo de su voz aguda, como de soprano. Por si esto fuera poco, vemos a una presentadora fuera de sitio, demasiado gesticulante, cuyos enormes ojos miran siempre al lugar donde no están las cámaras.

Tanto incordia Naranjo, como ese familiar o amigo al que todos odiamos secretamente, que llega un momento en que el espectador desea su desaparición. Lo importante y atrayente es ver los bailes. Los concursantes, de hecho, consiguen atrapar la atención del público. El jurado, con Carlos Baute, Sara Baras y Charlie Hussey, también ofrece aportaciones que merecen la pena. Sin embargo, la innegable belleza y las capacidades como artista de Naranjo quedan apagadas, fuera del foco que merecen, como mal fotografiadas. Algo que, por cierto, no se antoja precisamente positivo para su carrera musical. Quizás haya tiempo de arreglar este desaguisado, quizás no. En definitiva, cantante, a tus canciones. 

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