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Los mostachos que han marcado la televisión

De modo que abstenerse nuevas mutaciones de hipsterismo urbano: pese al bigote del personaje de Matthew McConaughey de True Detective, este artículo tiene la testosterona demasiado alta para vosotros. Podéis apropiaros de todo, menos de un rumboso bigote.

El mostacho existencial

¿Por qué el mostacho y no las gafas de sol, la corbata o cualquier accesorio llamativo? El mostacho remite a una época en la que Burt Reynolds ganaba todas las carreras de coches. A un momento en el que los hombres eran hombres, auténticos dechados de testosterona al margen de lo políticamente correcto y las facturas del metrosexual corriente. Pero no se asusten, que el tema admite variaciones más refinadas.

El mostacho taimado

El venerado Robert Goulet podría haber sido el estereotipo de villano avieso, curtido en los más atroces escenarios de Las Vegas, enloquecido por el olor del colorete y los empujones de las showgirls. Pero su voz de barítono le llevó por otros derroteros más nobles. Menos mal que el trío ZAZ le recuperó como villano en una de las secuelas de Agárralo como puedas, comprendiendo el potencial maligno de un buen y elegante mostacho canadiense, que más tarde se ganaría incluso un cameo en Los Simpson.

Pero si hablamos de maldad, qué menos que recordar uno de los villanos más famosos de la entrañable El Coche Fantástico. Garth Knight (David Hasselhoff) fue uno de los pocos que osaron desafiar a Michael Knight (David Hasselhoff), el héroe de largas patas en alguna de las historias más delirantes salidas de la televisión ochentera. ¿Quién es Garth Knight? Sólo el viento lo sabe. El propietario de Knight Industries reconstruyó la cara de nuestro Michael Knight siguiendo el modelo de su hijo... un tipo de una bondad cuestionable que, armado con sus largas patillas, un mostacho diabólico y un vehículo llamado KATT, trató de alterar el equilibrio de la serie. Sí, el despreciable Garth permitió a The Hoff explorar el lado oscuro de su propia creación, encontrando nuevos e indecentes matices en su pulcra interpretación, y quizá plantando la semilla para la oscura televisión por cable de la última década (o quizá no).

Y de la maldad suprema, pasamos a la otra cara de la moneda. El hirsuto mostacho rubio de Hulk Hogan, campeón de campeones en tiempos de Nocilla y merienda. O el virtuoso y honesto de Ned Flanders. El mostachito no siempre es símbolo de testosterona sino de bondad cristiana. Nuestro querido vecino de al lado ha pasado por todos los estados de ánimo de la mano de Homer Simpson, desde la viudedad hasta la locura, con el único anclaje a la realidad que le proporciona su vello facial. Y respecto a Hulk Hogan, aventuras épicas como 3 ninjas en el parque de atracciones.

Hay quien diría que Ron Burgundy, el legendario anchorman o reportero americano, es un personaje de ficción. Sí, pero no. El actor detrás del personaje, Will Ferrell, doblando varias capas de universos ficcionales sobre sí mismos, se introdujo caracterizado en varios informativos locales para pasmo de espectadores jubilados. ¿Táctica promocional para sus dos películas sobre el personaje, El reportero y Los amos de la noticia? Oh, sin duda. El caso es que Ron Burgundy, capaz de tocar jazz con una flauta, Hombre y Presentador ambas con mayúsculas, es el modelo de erotismo setentero, peludo, siempre preparado para la batalla salvo cuando ésta se la presenta la liberación femenina.

Y finalmente, el ‘Mostacho Superior’

Hemos dejado lo mejor para el final. Mucho antes de la alta definición, la serie Magnum P.I. fue cancelada, impidiendo a las masas la apreciación, en todo su detalle, del formidable mostacho que sostenía la férrea estructura de Tom Selleck, el actor que rechazó ser Indiana Jones para enseñarnos las bondades del pelo en pecho. Magnum, tigre de la investigación en camisa hawaiana, ensalzó el valor del mostacho como símbolo de exuberancia sexual y la capacidad deductiva, erigiéndose con el paso del tiempo como el gran bigote televisivo de la historia reciente.

Y ahora, discúlpenme. Tengo una fiebre, y la única receta es dejarme bigote.

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