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Gourmet

Tapeando por Cáceres y sin ganas de estudiar

Plaza Mayor de Cáceres (Wikimedia Commons).

Para empezar la tarde me llevó a La Cacharrería (c/ Orellana, 1) un sitio pequeño pero acogedor, con una curiosa decoración que hace honor a su nombre y en la que merece la pena fijarse bien, ya que todo está a la venta. Sirven tapas muy elaboradas con productos de la tierra pero mi amiga que es muy ‘exótica’ ella, me convenció para ‘dippear’ con un platito de humus y unas bolitas de falafel con salsa de yogurt. Riquísimo.

La siguiente parada, el Montaíto (C/Reyes Huertas y c/Antonio Hurtado). Aquí te tratan como en casa de la abuela, pides algo de beber y te lo acompañan de una tapa bien generosa, no te vayas a quedar con hambre. Con eso y un montadito de moraga, ya has cenado. Para quienes no lo sepan la moraga es carne de cerdo en trozos cubiertos de salsa y te los presentan sobre pan de pueblo. ¡Quedarse con hambre es imposible!

Repusimos fuerzas con un descansito con vistas a la Plaza Mayor desde la terraza del Puerta de Mérida (Puerta de Mérida, 10). Una cervecita para mantener la alegría y unas croquetas, que entre marujeos y risas entran sin pensar. Y del Puerta de Mérida al Puerta de la Estrella (C/ Adarve de la estrella, 4), y pido porque me toca. Esta vez, vinito de la tierra y huevos rotos con jamón.

Mi amiga se sorprende de verme disfrutar con una copa de vino, del que no soy muy fan y decide aprovechar el momento para llevarme a la Enoteca Torreorgaz (c/ Ancha, s/n). No sé cuántos de sus 300 tipos diferentes me bebí, pero los suficientes para hacerme cambiar de opinión y ganarme unos bonitos coloretes en las mejillas. Dejamos los aledaños de la Plaza Mayor y caminamos diez minutos para encontrarnos con otros eternos estudiantes en el Salas (c/ Salas, 17). Sus tapas de rejos, magro y solomillo a la pimienta hacen que cada tarde lo frecuenten tantos universitarios que los profesores deberían dar allí sus clases apostados en la  barra, consumición en mano. Buenos precios y mejor ambiente para terminar la noche.

Al día siguiente nos pusimos ‘estupendas’ escondiendo la resaca bajo unas gafas de sol y nos fuimos a La Caballeriza (Hotel Albarragena, c/ Pizarro, 10) para probar el ajo blanco con uvas (¡qué cosa más rica!) y hacer hambre entre quesos y vinitos. Y de nuevo a la Plaza Mayor, para comer en El puchero lo más típico de la cocina extremeña pero eso sí, en formato tapas para probar cuantas más cosas mejor. Me pedí un  ‘Perfecto de Morcilla con Manzana caramelizada y Migas’ que sonaba tan exquisito como caro pero que en realidad me conquistó por menos de 4e. Y así sin darnos cuenta, la sobremesa se alargó hasta empalmar de nuevo con la hora de salir.

Los pies comenzaron a quejarse de tanto recorrer las empedradas calles del casco viejo y tocaba elegir entre seguir monísimas o continuar con el tour. Ganaron los tacones, ofcourse, y decidimos apalancarnos en La Taberna de Santi (c/ Santa Joaquina de Vedruna, 11). Céntrico, con platos y vinos de la tierra y lo mejor de todo, una selección de más de 80 tipos whisky, 50 de ron y 25 de ginebra. Mis pies se declararon en huelga y cuando lo hacen, no hay más que hablar.

A la mañana siguiente madrugón y de vuelta para Madrid, tempranito que mi amiga se tenía que examinar. Creo que le voy a dar una alegría a mi madre y el próximo curso me matriculo en Derecho, pero en Cáceres con mi amiga, y  así “estudiamos” juntas…

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