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Gourmet

5 sales para dar un sabor diferente a tus platos

Salinas de Añana (Flickr | Samu - imagen con licencia CC BY 2.0)

Sal de San Vicente (Cádiz)

Estamos ante la campeona de las sales, natural y crujiente, cuya superioridad se nota en el paladar. Para llegar a la ‘sal de hielo’ de la salina de San Vicente se requiere de un proceso manual perfectamente establecido, regulado antes de finales del siglo XIX y aún rigurosamente amigo con el medio ambiente.

Donde Cádiz deja entrar al mar, los saticultores recogen los cristales salinos de la superficie del agua con la única ayuda de un cazamariposas, tras haberse formado una fina y delicada capa similar al hielo. Como perfecta demostración de su obtención natural, hay dos variedades: la recogida en verano es más rosada y apta para ensaladas y alimentos que requieren de poca elaboración, mientras la del otoño es más gris y especialmente indicada para pescados y carnes. Podemos adquirirla en la propia salina de San Vicente, donde además podemos ver el molino donde se muele el producto y comer en su nuevo restaurante.

Flor de sal de Cabo de Gata (Almería)

En las salinas del parque natural almeriense, considerado reserva de la biosfera, se produce un ritual nocturno casi sobrenatural, mágico, pero perfectamente explicable en términos científicos. Durante las noches de verano y debido a la bajada de temperaturas, los granos de sal situados a poca profundidad emergen a la superficie del agua marina y se juntan entre sí formando pequeños cristales que se pueden recoger manualmente al alba.

Una vez seca y libre de humedad, y tras dejarla descansar durante un año, la Unión Salinera obtiene una sal gourmet totalmente natural, blanca, crujiente y suave, avalada por el sello del Parque Natural de Andalucía, y que eleva todos los sabores a su máxima expresión gracias a su alto contenido en magnesio.

Sal de Ibiza (Baleares)

En Ibiza hay vida más allá de las discotecas y las noches locas de verano. La vida rural existe. Otra de las maravillas de la isla balear son sus salinas, que están reconocidas como reserva, parque natural y Patrimonio de la Humanidad. En plena isla bonita, entre aguas rojas, juncos y playas de ensueño, subsiste el ancestral proceso de recogida de la sal de las salinas.

Un condimento sutil y aromático que es absoluta pureza: tras secarse de su baño marino al sol y al viento, queda una poderosa fuente de más de 80 minerales esenciales que resalta que enriquece incluso el más pobre de los platos y eleva a los altares todos los demás. Los pescados a la plancha son sus delicadas escamas salinas son otro manjar.

Sal de Santa Pola (Alicante)

Torrevieja y Santa Pola no son sólo pueblos de playa turísticos, ya que para el buen visitante hay otra clase de paraísos esperando. El parque natural de las Lagunas de la Mata y Torrevieja y las Salinas de Santa Pola, reservas naturales reconocidas, son la base de las salineras sobre la que se construyeron los pueblos que viven de la sal desde antes del siglo XVIII. Sus lagunas de aguas saladas verdes y rosadas conforman un triángulo único que permite la producción de oro blanco durante todo el año, siendo la mayor proveedora de sal de mesa del país.

Es la sal que se usa para las salmueras nacionales y marroquíes, además de la que más exporta al resto del mundo tanto para usos industriales como alimentarios. La sal de Torrevieja es variada: de aquí se obtiene sal de roca, uno de los tipos más puros y sabrosos, o la sal marina, la que usamos mientras cocinamos, ambas refinadas y enriquecidas con flúor y yodo, y flor de sal, la que se añade al final de cocinar, de sabor sutil con un toque de violetas.

Salinas de Añana (Álava)

En el municipio alavés de Añana se encuentra el denominado como Valle Salado, lugar de nacimiento de un condimento cuya procedencia no es marina, pero que sí se obtiene por métodos de evaporación muy similares. En esta localidad de atractivo histórico siguen haciendo las cosas como les enseñaron los romanos, vertiendo el agua de lluvia de los manantiales del valle, que pasa por sistemas rocosos salados, sobre una serie de terrazas comunicadas con canales de madera que recorren todo el valle.

Después de que el sol haya hecho su trabajo evaporando el agua, obtenemos un purísimo oro blanco, intenso y natural, avalado por los grandes chefs españoles que la han incorporado a sus platos pero también por ese sello slow food que certifica la calidad de la experiencia. Además, es un interesantísimo producto turístico.

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