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Gourmet

Aceites con título: los aristócratas abren la almazara

Aceite Marqués de Griñón.

Aceite Suerte Alta

No es Albendín un pueblo muy conocido por el turismo, pero si alguna vez tiene la ocasión de ir, no lo dude: el lugar es impresionante. El río Guadajoz hace de sus vegas auténticos jardines y sus campos de olivos son productores de uno de los mejores aceites del mundo. Cualquiera de pueblo nos puede hacer llegar hasta los restos de una antigua ciudad romana en el cerro de los Molinillos y su Semana Santa lo convierte en un buen reclamo.

En época de cosecha de la aceituna, el pueblo huele a oliva, porque aquí se vive para, por y con el olivo. Un buen ejemplo de esa agricultura de calidad es el Cortijo de Suerte Alta. Los más viejos del pueblo saben que es una de las mejores propiedades del pueblo con sus 250 hectáreas de superficie y una buena colección de olivos casi centenarios.

Manuel Heredia Halcón, Marques del Prado, es el actual titular de la propiedad y ha hecho del aceite su gran capricho. Como buen arquitecto ha construido la almazara del siglo XXI. En las dos últimas décadas el olivar tiene mucho de jardín. Plantación de nuevas especies, riego para compensar los largos periodos de sequía y una edificación que sorprende. Paneles solares, pérgolas vegetales, paneles térmicos, estabilidad térmica y mucho sentido común, para crear un aceite contemporáneo. ¡Hasta el hueso de la aceituna sirve como combustible!
El resultado es un aceite que llama la atención por su envase que es espectacular, con ese tono morado de su aceite picual de envero o el coupage natural de la botella negra como lo conocen los clientes.

Señorío de Valdepusa

Hay personas que tienen una extraña capacidad para crear tendencia y Carlos Falcó es una de ellas. Su manera de entender el mundo de la enología ha supuesto una revolución y su apuesta por el aceite de mucha calidad ha tenido rápidos imitadores. El aceite puede ser también un bien de lujo si se sabe contar al cliente.

Si además tenemos un escenario adecuado, la idea es perfecta. Estamos en el corazón de la provincia de Toledo, donde la tradición aceitera es evidente. El río Pusa sirve de referente para el Dominio de Valdepusa. La apuesta del marqués de Griñón queda marcada por la calidad, con un tratamiento del aceite semejante a que se hace en Italia.

La plantación de olivos de las variedades picual (muy popular en Jaén) y arbequina (originaria de las tierras leridanas) es la base del producto. Los condicionantes climáticos y un cuidado tratamiento de la oliva hacen el resto. El proceso de la aceituna se hace en menos de dos horas y la recogida es sumamente cuidadosa. Un tratamiento muy parecido al que se hace con la uva. La tecnología hace el resto. Se habla de una extracción que permite el “ajuste fino” de cada lote de aceitunas para sacar el mejor rendimiento al producto y se controla la temperatura del proceso. Siempre a 22ºC.

Las dos variedades que encontramos en el mercado son muy distintas. La picual tiene aromas a huerta, a nueces moscadas y almendras recién tostadas. La arbequina, por su parte, es más cítrica con un aroma a repostería casera, más suave y delicada. Un desayuno con ese aceite es una sonrisa segura en el trabajo. Los 12 euros del medio litro pueden merecer la pena si los podemos pagar.

Casa de Alba

Cuando se circula por la carretera de Andalucía (técnicamente la autovía A 4) hay un momento en el que los olivos parecen tomar el poder. El paisaje es tan especial que los que lo ven por primera vez siempre quedan impresionados.

Uno de esos lugares más especiales está entre Montoro y Córdoba, con el Guadalquivir un tanto sinuoso, como queriendo presumir de silueta.

En esa zona olivarera, la Casa de Alba tiene una de sus mejores fincas bajo el nombre de Hacienda Buenavista. El nombre hace honor al sitio, con una maravillosa vista de la Torre de El Carpio, que es como se conoce a la Torre de Garci Mendez, “mandada construir en 1325 por el señor feudal Garci Méndez de Sotomayor” y donde surgió el actual pueblo de El Carpio.

El corazón de esta propiedad es un terreno conocido como El Mugronal, donde podemos encontrar olivos centenarios, que producen una aceituna picual de óptima calidad para la elaboración de aceite. Plantados a la antigua con una buena separación entre cada planta, pero con riego por goteo como mandan los nuevos sistemas de producción.

En el producto no hay prensa rosa. Picual en estado puro con ese punto amargo y picante que lo hace diferente y que no se debe confundir con acidez. Cada gota sabe a campo, a trilla, a cereal y pan tradicional. Aquí la recolección se hace temprana y en periodos cortos, cuidando el producto. Hasta el reclamo historicista de los cuadros en las latas en las que se envasa lo convierte en un producto diferente. Si hay a mano un par de tomates para tomar con una punta de sal, este puede ser un buen aceite.

Señorío de Valdueza

Alvarez de Toledo es uno de esos apellidos que aparecen insertados en cualquier periodo de la historia de España. Tanto acompañaban al Cid Campeador en un destierro como a Isabel y Fernando en la reconquista de Granada. Uno es asesor de Carlos V y otro acaba de virrey de Sicilia.

Parece que ahora, con menos trabajo en la milicia y con un rico patrimonio agrícola, los herederos de aquel Fadrique Alvarez de Toledo, II marqués de Valdeuezo, están más preocupados por la gestión de su maravillosa finca en Mérida, que se ha convertido en un laboratorio de cosas ricas.

El resultado de sus maravillosos olivos es el aceite Marques de Valduezo. Con una producción de unos 30.000 litros vamos a descubrir un producto diferente. Aunque estamos ante un producto generosos en arbequina, y picual, su combinación con su generosa morisca y picual producen un aceite alegre, sofisticado y suavemente afrutado. Dicen los expertos que hay notas de plátano, almendras y vainilla. Cuando cae sobre sobre una generosa tostada de pan de pastor o sobre unos tomates de Don Benito, este aceite es un estimulante de sabores.

Su fondo, un tanto picante, lo convierte en un producto estimulante, que ayuda a entender los 15 euros que vale el medio litro. ¿Excesivo? Pues, como todo en esta vida, es relativo. 

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