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Gallardón, vete a hacer puñetas

Imagen: Gtresonline.

El acto arrancó con fuerza pues los presentadores, Francisco Muro de Íscar, exdirector del mítico Ya, o Patricia Rosety, de la Cope, recordaron que el ministro Gallardón no se había pasado a pesar de que fue él quien eligió esta fecha. Una pequeña afrenta si recordamos que los únicos que están contentos con él son los notarios, que ahora pueden casar a la gente, pues los abogados denuncian las tasas y los fiscales no saben si van a instruir o les van a instruir a ellos. Tan es así que desde el atril se afirmó que se nos va a romper la Justicia de tanto usarla. 

Uno de los premios fue el irónico Vete a hacer Puñetas contra las tasas judiciales impuestas por Alberto Ruiz-Gallardón. Y ello a pesar de que en países como en Francia se han suprimido. Un show al estilo Premios Goya escenificó la queja en contra del ministro de Justicia. 

En un salón en el que se encontraba gente como Fernando de Rosa, vicepresidente del CGPJ; Joaquín López, magistrado del Tribunal Constitucional; Carlos Carnicer, presidente del Consejo de la Abogacía o la portavoz del CGPJ Gabriela Bravo junto a periodistas de la talla de Carlos García-LeónXavier Gil Pecharromán Borja Martínez-Echavarría se fue desgranando si de verdad la Justicia tiene una venda en los ojos (no favorece a nadie y todos somos iguales ante la ley) y que prima más la balanza que sustenta que la espada que empuña.

Para ello los jueces no deben sufrir presiones de ningún tipo -tampoco mediáticas- pero menos ser acosados de tal forma que deban entrar en sus juzgados escoltados por la policía. El que no comprenda este párrafo, que tire de hemeroteca. 

Largos parlamentos

Como se pueden imaginar, nadie cumplió los dos minutos de parlamento asignados pero su penitencia iba en forma del cuadro que se les entregaba como distinción, un lienzo grande y con unas puñetas en su interior que era para quemarlo directamente. El primer premio, Puñetas Periféricas, fue para el magistrado Juan Martínez Moya, de Murcia, que dijo que el Levante estaba más cerca que Berlín, por su iniciativa de crear jueces de paz educativos en los colegios como forma de resolver sus problemas. Hizo entrega del premio Enrique López, que no pudo desaprovechar la ocasión para recordarnos que esta historia se puso en marcha durante su mandato. Elegante, como es él.

Las Puñetas de Bronce se las llevaron la Dirección General de los Registros y Notariado del Ministerio de Justicia por resolver gratuitamente el colapso de expedientes de nacionalidad acumulados. Parece que las máquinas de escribir se han cambiado por ordenadores pero éstos sólo se usan para mecanografiar, se quejó Joaquín José Rodríguez.

El premio Puñetas de Plata fue para el abogado Dionisio Moreno, que sin cobrar porque su cliente es insolvente y con la ayuda del juez de lo Mercantil José María Fernández Seijo, consiguieron cambiar la ley hipotecaria para que proteja mejor a los deudores hipotecarios contra las llamadas cláusulas abusivas, tras recurrir al Tribunal de Justicia de la UE. 

Oro para los jueces de Instrucción

El entregador, Carlos Carnicer, afirmó que también se hace justicia fuera de los tribunales entregando premios como éste a gente que ayudan con su esfuerzo a que este poder del Estado funcione. 

El Puñetas de Oro se les otorgó a los jueces de Instrucción y por ellos habló Santiago Pedraz, juez decano de la Audiencia Nacional, que recordó que lleva 30 años haciendo de su vocación un arma para que la Justicia funcione pues ni el sueldo ni los medios le acompañan ni a él ni a sus compañeros, a pesar de su tupido flequillo. Algo en lo que coincidieron sus colegas, José Luis González Armengol, juez decano de Madrid y Alfonso González-Guija, su homólogo en Bilbao.

En definitiva, se trató de un acto simpático, en el que se pusieron encima de la mesa las enormes carencias que padecen los impartidores de Justicia y en el que se planteó su forma de acercarse al ciudadano. Entre risas hay quien habla de crear la figura del intérprete de sentencias para que la gente se aclare sobre lo que quieren decir los jueces cuando hablan por sus escritos. Para muchos, la única forma en la que deben hacerlo.      

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