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El lamentable sonido del racismo en el fútbol alemán

Jérôme Boateng, jugador alemán de origen ghanés que milita en el Bayern de Múnich (Wikimedia Commons - imagen con licencia CC BY-SA 3.0).

En muchos sentidos, la Bundesliga es el mejor campeonato de Europa. Lo demuestra que sus clubes no estén lastrados por deudas faraónicas o que se registren miles de millones de beneficios con incrementos en las ganancias de hasta el 7,2%, según lo anunciado este año. También anima a pensar así el que los equipos sean relativamente independientes de las televisiones, pues los derechos de las retransmisiones sólo representan un 25% de los ingresos cuando en Italia, España o Inglaterra ese porcentaje puede ir hasta el 60%. Además, las canteras están nutridas de futuras estrellas, los precios de las entradas son populares y hasta 45.000 espectadores se dan cita de media en la Bundesliga cuando en la Liga española sólo se cuentan unas 15.000 almas.

Pero el campeonato alemán también tiene problemas, y es necesario, como ocurre en otras ligas, intensificar la lucha contra las opiniones discriminatorias que se cuelan en las gradas. Un sondeo realizado este otoño señalaba, de hecho, que el 55% de los aficionados germanos consideraba que la Federación de Alemania de Fútbol (DFB) no estaba haciendo lo suficiente en materia de discriminación y racismo. Sólo un 18% estaba satisfecho con el rendimiento federativo en esta materia.

Escena ultra

Respecto a otras ligas europeas, “la escena ultra es más importante en Alemania”, según ha señalado en el semanario Die Zeit el comentarista Kit Holden, habitual firma del diario Der Taggespiegel. Pero, a su entender, también se habla más a las claras de esta lacra en suelo germano. Por eso el caso de los insultos racistas a Danny da Costa, jugador del Bayer Leverkusen cedido al Ingolstadt 04, pudo alcanzar una relevancia especial.

En la tercera jornada de la división de plata del fútbol alemán, jugando a domicilio frente al Múnich 1860, a Da Costa le gritaron de todo en clave racista. “Cada vez que la pelota venía hacía mí, había gritos de mono; por supuesto, esto sienta mal”, señaló el jugador de padres africanos. La DFB reaccionó al tener constancia de este comportamiento a través de su secretario general, Stefan Hans, quien recalcó que “el racismo, la homofobia y el resto de formas de discriminación no tienen sitio en el fútbol”. También manifestó su consternación una veterana estrella del balompié alemán como Gerald Asamoah, ex internacional germano de origen ghanés. “Es chocante que estemos en 2013 y todavía tengamos que hablar de cosas así”, dijo.

Cociente intelectual de tostadora

Al parecer, que sólo exista una raza -la humana- es algo que no saben los sectores menos ilustrados de las hinchadas radicales. Pero para Ralph Gunesch, otro zaguero del Ingolstadt 04, el racismo no es cuestión de ignorancia, sino que es casi una cuestión de genética. Para él, según interpeló a los aficionados racistas del Múnich 1860, los insultos a Da Costa “sólo demuestran que vuestro cociente intelectual está a penas por encima del de una tostadora”. También da cuenta de la realidad nefasta del racismo lo expuesto desde la revista deportiva germana Kicker a Osasu Obayiuwana, periodista y miembro del task-force antiracista de la FIFA. “A la gente negra no la tratan bien aquí (Alemania). Tristemente, éste es un desafortunado legado de nuestra historia”, indicaban desde la redacción de esa publicación a Obayiuwana.

La última quincena de octubre fue de especial importancia para la lucha contra el racismo en los estadios alemanes, pues estuvo marcada por la campaña Zeig' Rassismus die Rote Karte! (“Saca la tarjeta roja al racismo”). En ella se ha visto militar y ofrecer una de las mejores caras del fútbol a jugadores internacionales como Jérôme Boateng, alemán de origen ghanés que milita en el Bayern de Múnich bajo la batuta de Pep Guardiola. El hermano de Jérôme Boateng, Kevin-Prince, que eligió defender la camiseta de la selección de Ghana, dejó el Milan por el Schalke 04 esta temporada para “huir del racismo” de Italia, según llegó a indicar Peter Peters, el directivo del club germano cuya camiseta defendiera el mítico 7 madridista Raúl González Blanco.

Peters luego tuvo que corregirse y afirmar que “su suposición era errónea”, pues el propio jugador ghanés “le confirmó que los incidentes racistas no eran la razón del traspaso”. Sea como fuere, el futbolista ghanés fue protagonista de una de las más sonadas reacciones antirracistas en Italia, al abandonar el pasado mes de enero un amistoso junto a sus otrora compañeros rossoneri después de que un grupo de hinchas le insultara por ser negro. Lamentablemente, las tostadoras no sólo hacen ruido en Alemania.

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