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Unidos por los cuernos

Enrique Ponce y Paloma Cuevas (Gtresonline).

Dicen que para entender la forma de vida que lleva un torero tienes que pertenecer a ese mundo, haberlo vivido desde pequeño, y debe ser ese el motivo por el que muchos matadores buscan a la mujer de sus sueños dentro del mundo del toreo.

Un torero sabe que, más tarde o más temprano, entre tantas tardes de fiesta, algún percance teñido de sangre puede tener; y eso no debe ser fácil de asimilar por alguien que, desde la infancia, no haya vivido situaciones similares. ¿Quién mejor que la hija de un torero puede entender el sufrimiento de la espera hasta que finaliza cada faena?

Ir o no a los ruedos

Hay mujeres, como Verónica, la reciente mujer del matador Miguel Ángel Perera, que incluso acuden cada tarde a los ruedos cuando torea su pareja. El matador, que se casaba el 19 de octubre en la catedral de Salamanca ante casi 600 invitados, ha declarado en alguna ocasión que en Verónica ha encontrado una mujer que entiende perfectamente su profesión y que comparte el mismo proyecto de vida. Seguramente el ser hija de El Niño de la Capea y hermana de torero influyan a la hora de compartir y comprender una dura forma de vida que de otra forma resulta imposible comprender.

Otra de las parejas unidas por los toros, desde hace 17 años, son el matrimonio formado por Enrique Ponce y Paloma Cuevas. Paloma, acostumbrada al ambiente taurino desde su infancia, al ser hija del también matador y ganadero Victoriano Valencia, sigue sin poder acompañar a su marido a la plaza porque sabe el riesgo que corre cada vez que sale a torear; aunque acude a los ruedos para ver a otros toreros, no puede presenciar una corrida en la que participe Ponce. Según ha confesado Paloma últimamente, aunque respeta profundamente la profesión de Enrique, en alguna ocasión ya le ha llegado a pedir que se retire definitivamente, sobre todo desde que son padres.

Torera y novillero

En los ruedos se conocieron Cristina Sánchez, matadora, y Alejandro Da Silva, novillero. Cristina es la única mujer que ha triunfado, saliendo por la puerta grande de Las Ventas, en un mundo en el que sigue sin estar bien visto que las mujeres se vistan de luces y que demuestren su valentía y coraje al ponerse delante de un toro. Tras los triunfos y los sinsabores, que también tuvo que vivir por las críticas de algunos compañeros de profesión, decidió retirarse cuando formó una familia y, según ha declarado, se dio cuenta de que ésta era mucho más importante que todos los éxitos obtenidos y que no podía seguir jugándose la vida cada tarde en el ruedo. Su trabajo como crítica taurina le permite seguir disfrutando, de otro modo, del mundo del toro; además Cristina ha sacado también una línea de ropa inspirada en la fiesta.

La relación entre Manuel Díaz El Cordobés, hijo del mítico Manuel Benítez El Cordobés, y Vicky Martín Berrocal, hija del empresario taurino José Luis Martín Berrocal, no tuvo precisamente un final feliz. A pesar de tener un padre ganadero y, por lo tanto, saber muy bien lo que suponía casarse con un torero y vivir en el campo, el matrimonio duraría apenas cuatro años, ya que Vicky no acabaría de adaptarse a la forma de vida de Manuel y a sus constantes ausencias.

Paquirri y Carmina

También nos podemos retrotraer muchos años atrás con otro matrimonio taurino que no funcionó, el de Francisco Rivera Paquirri y Carmina Ordóñez. Carmina pertenecía a una familia de célebre toreros, hija del matador Antonio Ordóñez, y nieta de los toreros Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y Domingo Dominguín. Carmina trabajaba con su padre en la ganadería, y esta proximidad con el mundo del toro le ayudaría a conocer, con tan solo 15 años, a Paquirri, con quien se casaría tres años después, y del que se divorciaría seis años más tarde. Hay quienes dicen que Paquirri nunca dejó de estar enamorado de Carmina, ni siquiera tras casarse con la tonadillera Isabel Pantoja. Un secreto que Paquirri se llevó consigo el mismo día que en la plaza de toros de Pozoblanco Avispado acabó con su vida.

No debe ser fácil despedirte de tu marido o mujer con la incertidumbre de si esa tarde, o mañana, o la siguiente, se quedarán las huellas de tus sueños en el albero. Son vidas que se cuentan por tardes y por toros. 

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