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Vanesa Romero contra la maldición de las guapas

Vanesa Romero junto al madrileño teatro Alfil (Gtresonline).

Cada día asistimos a los estragos que la industria de Hollywood causa en el físico de sus estrellas. Mientras los actores y actrices son jóvenes, guapos y delgados, no hay problema, pero en cuanto los primeros signos del paso del tiempo aparecen en sus rostros -y tengan en cuenta que esto ocurre cuando todavía no se ha llegado a la treintena-, llega la tiranía. Las polémicas estéticas de Renée Zellweger y Mary-Kate Olsen no son más que dos ejemplos recientes de la presión en la que viven las mujeres populares, y no por el hecho de haberse operado o retocado -cosa absolutamente común y aceptable-, sino por negar la evidencia. Envejecer está mal visto, pero recurrir a tratamientos para retrasar el envejecimiento también. Uno debe permanecer eternamente joven por méritos propios, como si de un superhéroe se tratase. Y claro, cuanto más destacable es la belleza, más complicado es superar el trance. Piensen en la inexistente carrera de Megan Fox.

¿Cómo consigue reciclarse una estrella cuando empieza a adentrarse en la madurez?

A Vanesa Romero, nuestra guapa oficial de la televisión, el atractivo puede terminar también pasándole factura. Imaginamos que, dentro de un tiempo, no podrá refugiarse en lo que es evidente a los ojos de cualquier espectador, su extraordinaria belleza -Romero no es que sea una joven atractiva, es que parece aterrizada de otro planeta-, y entonces, ¿qué? ¿Cómo consigue reciclarse una estrella cuando empieza a adentrarse en la madurez? La metamorfosis a la que se ha sometido el actor Matthew McConaughey ha abierto una brecha a la esperanza entre los actores y actrices sexualmente deseables. Hay vida más allá del físico y los músculos. Tan sólo hay que elegir bien los proyectos y estar dispuesto a arriesgar. Sin ir más lejos, Jennifer Aniston está preparando ya su 'McConaughización' gracias a la película Cake, donde ha cambiado su glamour intrínseco por cicatrices, arrugas y una esperada candidatura al Oscar. Las guapas, ya saben, no reciben premios.

Una carrera televisiva por su cara bonita

Por el momento, Romero ha aprovechado su belleza para sustentar su carrera. Desde sus comienzos como Miss Alicante, hasta su primer papel relevante en Aquí no hay quien viva, donde interpretaba a una guapísima azafata que, para sorpresa de sus vecinos, resultaba ser lesbiana, la actriz ha vivido condicionada por su físico -la historia se repitió en su tránsito a La que se avecina, correteando en ropa interior a la mínima de cambio-. No sabemos si se trata de un caso de rubia -a veces castaña- pretendidamente tonta, a lo Marilyn Monroe, o de una limitación de talento interpretativo. Nos cuesta tanto rascar debajo de la superficie que perdemos el interés antes de empezar.

Vanesa Romero se ha quedado en 'la guapa de la serie', en la que protagoniza los sueños eróticos de los vecinos, en el objeto de deseo que incita a las infidelidades, y de ahí no ha podido salir. Mientras el resto de personajes evolucionaban -hay que tener en cuenta que el carisma arrollador de unos cuantos ha eclipsado al resto-, el suyo permanecía inmóvil, eternamente bella, sí, pero sin ofrecer nada más.

El reto de la actriz empieza ahora. Instalada en una alta cota de popularidad, de ella depende el demostrar que detrás de sus ojos azules hay una verdadera actriz capaz de todo. Ahora empieza su lucha contra la maldición de las guapas. ¿Conseguirá salir victoriosa de la batalla o nos encontraremos ante una versión nacional de tantas flores de un día? Nos tocará esperar para descubrirlo.

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