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La ruta de St. Olav, el Camino de Santiago a la noruega

San Olav fue el responsable de la conversión de los noruegos al cristianismo y hoy es un símbolo de la historia escandinava. Una extraña mezcla entre santo, guerrero y aventurero que muestra en cierto modo el sentir de una nación.

Aunque el camino ha estado siempre en los listados de las grandes rutas de senderismo en Europa, fue desde su recuperación en 1997, coincidiendo con el milenio de la fundación de la catedral, cuando ha tenido un mayor reconocimiento y una mayor divulgación. A las mejoras en señalización del recorrido hay que unir una mejora en los albergues y un cierto turismo rural con precios asequibles, y con un criterio de hospitalidad muy noruego.

Lo ideal es llegar a Trondheim el 29 de julio, porque es el día de celebración para los noruegos. Curiosamente ese día se celebra la batalla de Stiklestad, en el año 1029, lugar donde falleció Olav Haraldsson II, nombre por el que también se conoce a St. Olav A lo largo de su vida también fue conocido como el Graso o el Gordo. Además su figura está representada por el hacha en el escudo de armas de Noruega.

Desde el siglo XI

Hay documentación de este camino desde el siglo XI, pero su apogeo fue en los siglos XIV y XV, al igual que sucedió con los recorridos que llevaban hasta Santiago. La presión de las ideas reformistas a partir de 1537, llevó la ruta a un periodo de decadencia, pero que se recuperó a finales del siglo XX por su potencial turístico. Aunque actualmente han quedado dos rutas prioritarias, poco a poco también se están recuperando los antiguos caminos que llevaban desde Stavanger y otros núcleos de población.

El recorrido es una buena mezcla de cultura y deporte. Con rutas de no más de 30 kilómetros por día, el recorrido es perfecto para realizarlo en menos de un mes. Grandes tramos en el interior de un bosque o por la orilla de un lago se complementan con alguna travesía de rio y largos periodos de silencio, porque la ruta suele estar poco frecuentada.

La belleza del lago Mjosu se complementa con la emoción del Gudbraudsdalen o las iglesias de Bonsnes o Haugs, auténticos hitos del viaje. Por supuesto que también aparecen las obligadas iglesias de madera, como la de Ringebu. Los centros de peregrino también tienen su ranking, y posiblemente, el más interesante sea Sygard Grytting, considerada la hostería más antigua del Camino. Dicen que sus actuales propietarios son descendientes de aquellos antiguos peregrinos que hacía la peregrinación en el siglo XIII. 

Otras variantes camino de Trondheim

Hoy ya existen varias variantes de la ruta. Al poco de salir de Oslo podemos ir hacia el este, camino de Lillehammer, después de pasar por Hamar. La versión que lleva por el oeste es un poco más larga y atraviesa Jevnaker, Gjovik o Vingrom. Antes de Faberg se unifican los caminos para llegar a Otta, Sel o Dovre.

Es difícil marcar los puntos más interesantes, y no faltan los tramos con una evidente dificultad. Por encima de todo, el caminante disfruta de la paz, de la placidez de un sendero donde hay un escaso número de caminantes y un contacto directo con un medio natural diferente. Siempre resultan duros los tramos por las zonas de turbera, con el suelo que cede como una almohadilla mágica. El deshielo crea nuevos arroyos y tramos del camino que cambian en función de las condiciones. Esto es una aventura de resistencia, donde los más sensibles disfrutan más y donde la siempre hay algo inesperado.

Al final está el premio, por supuesto, Trondheim. Desde la parte alta de la ciudad se ve cómo el río perfila sus calles principales. Todo muy cuidado y con esa extraña sensación de placidez que tiene este país. En su tiempo fue una ciudad construida en madera con edificios tan sorprendentes como la residencia de estudiantes de Singsaker, el palacio Stifsgarden, los edificios del puerto y el Puente de la ciudad. Por supuesto, sus dos principales atracciones turísticas son la catedral de Nidaros (Nidarosdomen, la mayor catedral de Noruega) y el Palacio del Arzobispo, situados uno junto al otro en el centro histórico de Trondheim. El esfuerzo de hacer el camino ha merecido la pena.

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