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Hotel du Palais: todos deberían ser así

Solarium del Hotel Du Palais de Biarritz.

Eso mismo sucede en el Hotel du Palais. Te puedes fijar en sus merecidas cinco estrellas, en la recargada decoración de su restaurante Villa Eugenie o en los sofisticados tratamientos de su nuevo spa; pero eso no es lo más importante. Me gusta este lugar porque los detalles mantienen ese aire mágico de los grandes sitios. No importa el precio, no importa la edad, ni el coche con el que llegues. Un simpático Citroën 2 CV llega a la puerta y la atención es la misma que para el último modelo de Jaguar. ¿Por qué? Porque aquí las cosas son así.

Después de una sesión matinal de running hasta el faro por la playa que lleva su nombre, se sabe que espera un delicioso desayuno. Esa cafetera de plata o ese croissant con el hojaldre recién horneado animan a otro café porque la familia sentada en una mesa cercana, a pesar de tener cuatro niños, no tienen ninguna necesidad de protagonismo. La belleza recargada de su decoración casi parece obligada, como si fuera un pequeño peaje con la historia.

Residencia imperial de verano

A pesar del trasiego, este hotel tiene la consideración de palacio y mantiene ese aire doméstico de las grandes casas. El hecho de haber sido la antigua residencia de verano de Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo marca las paredes de todo el edificio, desde las habitaciones que cuelgan sobre la playa (y no es recurso literario) hasta las buhardillas decoradas con temas marinos que eran los antiguos alojamientos del servicio.

Estos días de invierno, cuando el oleaje demuestra más personalidad, son el momento para disfrutar de los muchos detalles de la casa. 

Hasta un perfume fue creado para el lugar. Aun hoy Guerlain mantiene a la venta su agua de colonia más famosa, el Eau de Cologne Impériale, que fue creada en 1858 como regalo a la emperatriz Eugenia.

Estos días de invierno, cuando el oleaje demuestra más personalidad, son el momento para disfrutar de los muchos detalles de la casa. Una foto de Gary Cooper siempre hace ilusión. Una dedicatoria de Harry Belafonte nos trae una brisa caribeña y el pianista interpreta alguna canción de Frank Sinatra, que también fue residente. Los apellidos dan prestigio, los materiales transmiten emociones. Maderas de Birmania, vidrios de Italia o piedras de Brasil son parte de un juego con la historia donde Charlie Chaplin pone el carácter, Ernest Hemingway la picardía y Edith Piaf, el drama. El cliente que ahora se aloja en ese hotel debe poner la capacidad de disfrute; sin complejos, que para todo hay que valer. 

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