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David Livingstone: El explorador que dejó su corazón en África

El famoso Doctor Livingstone fue ante todo misionero y médico, por este orden, y sobre todo un digno representante de su época: un héroe decimonónico que fue a África a salvar almas y cuerpos y, de paso, terminó descubriendo algunos de los grandes misterios de la geografía del continente.

Al futuro descubridor de las cataratas Victoria, lo que le atraía realmente era salvar almas de infieles, y si estos estaban en África, pues nada: se hacía el petate y se iba hasta allí. Lo que ha pasado a la historia es su misteriosa desaparición cuando buscaba las Fuentes del Nilo por encargo de la Royal Geographical Society, y el célebre encuentro con el periodista Henry Morton Stanley en 1871 en Uliji, a orillas del lago Tanganika (Tanzania) y la famosa frase “Dr. Livingstone, supongo”, pero esto es solo una anécdota menor en la vida de este aventurero inquieto, movido sobre todo por la fe y por los deseos filantrópicos.

Livingstone nació en una familia pobre pero logró completar sus estudios de Medicina y Teología, trabajando a la vez en una fábrica de algodón. Después, su vocación misionera le llevó al África Oriental, donde se quedó escandalizado por la trata de esclavos. Su lucha comprometida contra la esclavitud le ha convertido en un héroe también para los africanos, que tras la independencia cambiaron muchos nombres de lugares que remitían al colonialismo, pero mantuvieron los de los sitios bautizados por el filántropo escocés. Lo podemos comprobar en Blantyre (capital económica de Malaui), en Livingstonia (también en Malaui, o en la turistíca ciudad de Livingstone, en Zambia, un país que está celebrando el 20013 como "Año Livingstone" con conferencias, exposiciones y eventos deportivos.

Pero volviendo al principio: lo que llevó a nuestro héroe a África fue la religión, que junto con la medicina, le impulsó a viajar por todo el entonces desconocido continente, pero lo que ha pasado a la historia es su faceta de explorador incansable, muchas veces en compañía de su esposa (Mary Moffart, hija de otro histórico misionero escocés) y de sus hijos.

Recorrió 48.000 kilómetros de junglas y sabanas en situaciones realmente complicadas, sobrevivió a todo tipo de percances, como el ataque de un león que el mismo relató como si nada. Cartografió amplias regiones desconocidas a mediados del siglo XIX, y descubrió accidentes geográficos como el Lago Nyasa (Malaui) o las Cataratas Victoria (frontera con Zimbabue) que bautizó en honor de la reina de Inglaterra.

Después de tantos peligros y aventuras y enfermedades tropicales, murió de una simple disentería el 1 de mayo de 1873. Sus fieles servidores indígenas le encontraron muerto, de rodillas, aparentemente rezando, en una cabaña de la aldea zambia de Chitambo. Reino Unido reclamó su cuerpo para rendirle honores y enterrarle como a sus héroes, en la Abadía de Westminster, pero los de Chitambo no estaban dispuestos a obedecer (al menos del todo) y le extrajeron el corazón, que enterraron bajo un árbol en la tierra que tanto había amado. Mandaron una nota con el cadáver embalsamado: “Pueden quedarse con su cuerpo, pero su corazón pertenece a África”.

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