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Lovaina, la capital de la cerveza (y mucho más)

Cervecería Domus, durante una cata.

En la plaza Ladeuzeplein, la más grande de Lovaina, son las siete y cuarto de la tarde. Desde hace más de quince minutos suena una sinfonía de campanas que no cesa su recital. Sobre el cielo ya oscuro, se alza la torre de la  Biblioteca Central de la Universidad, una especie de réplica de La Giralda sevillana de 65 metros de alto de donde proviene esta melodía, en apariencia interminable. Se trata de uno de los carrillones más grandes de toda Europa. Tiene, ahora, 63 campanas y pesa 35 toneladas. Reconstruida en dos ocasiones tras la segunda Guerra Mundial, su torre de campanas tiene la propiedad de agigantarse en la memoria. Es la estampa entrañable de una ciudad única.

Como las campanas de su biblioteca, Lovaina es un lugar armónico, dulce. Un espacio que se revela de a poco.  Situada a 27 kilómetros de Bruselas, se le conoce como la ciudad universitaria de Flandes; y lo es.  Su Universidad, la primera católica europea, fue fundada en 1425. En ella impartió clase Erasmo de Rotterdam y acoge cada septiembre cerca de 30.000 estudiantes, que suelen reunirse en lo que ellos llaman “la barra más larga del mundo”. Se trata de Oude Markt, una plaza rodeada por 34 bares, con sus correspondientes terrazas, invadidas durante el buen tiempo por locales y visitantes.

Muy cerca de allí, en Grote Mark,  se alza el Ayuntamiento, un edificio gótico que comenzó a construirse entre 1448  y 1469  y que no fue terminado hasta el siglo XIX. Su fachada está cubierta por una compleja ornamenta de 236 estatuas incorporadas en 1850 cuando el escritor francés Víctor Hugo convenció a las autoridades municipales para decorar los nichos vacíos. Santos, artistas, eruditos.   Entre estas estatuas es posible  encontrar desde los condes de Lovaina y los duques de Brabante hasta el mismísimo Napoleón Bonaparte. Justo en frente, se halla la Iglesia de San Pedro, una construcción gótica del siglo XV que guarda en su interior la última obra del primitivo flamenco Dirk Bouts.

Abril, el mes de la cerveza

Cualquier mes del año es bueno para visitarla, sin embargo la tradición cervecera de Lovaina hace del último fin de semana de abril el momento ideal. En esos días se celebra  el Festival Zythos de la Cerveza, donde es posible degustar más de 400 tipos de cerveza fabricadas por un centenar de productores artesanales que se dan cita esta vez el sábado 27 y el domingo 28 de abril.

¿Por qué es Lovaina una capital cervecera?  “Brewing” (verbo fabricar cerveza en inglés) está en los genes de los flamencos. Desde la edad media fabrican distintos tipos de cerveza en cada una de sus localidades y pueblos. Se trata de un conocimiento que pasa de padres a hijos. En la región hay cerca de 30 cerveceros que producen más de 250 tipos de cerveza regional, cada una tiene su propio sabor y personalidad, su acento y su historia.

Uno de los nombres más famosos es sin duda Stella Artois, una cerveza mítica de Lovaina, cuya fábrica InBev puede ser visitada por el público desde mayo hasta octubre, con un recorrido guiado  y degustación, por 8,5 euros. Stella Artois es, sin embargo, una cerveza con mucha más tradición de la que pensamos. El año 1366 de su  logotipo se refiere al origen de la cervecera en la ciudad de Lovaina. El nombre Artois se acopló a la fábrica de cerveza en 1708, cuando Sebastián Artois logró el título de maestro cervecero. Dio su nombre a la cervecería nueve años después,  en 1717.En 1926, Stella Artois se lanzó inicialmente como una cerveza de temporada: para las vacaciones de Navidad. Fue tal el éxito comercial de la marca que a partir de la Segunda Guerra Mundial se decidió comercializarla durante todo el año.

Si lo que apetece es probar una cerveza artesanal, entonces no hay que pensarlo dos veces: el destino es Domus, una fábrica donde la cerveza viaja directamente de los barriles de producción hasta el surtidor. Las opciones no se agotan. Existen además otros cafés y pubs donde es posible degustar de las mil variedades de cerveza: el Café Metafoor, el Café Vliegend Varken, el Fiere Margriet ó el Blauwe Kater. Ahí podrá beber una buena jarra acompañadas por las "bapas", las tapas belgas, que acompañan la experiencia convirtiéndola, por completo, en un hecho gastronómico.

M-Museum: parada obligada

Visitar Lovaina y no dedicar un tiempo en la agenda para visitar el M-Museum es una infamia. Así de sencillo y sin medias tintas.  Se trata de uno de los museos de arte contemporáneo más originales en su tipo. Nada tiene que envidiar a los neoyorquinos New Museum o Whitney Museum –referentes del arte contemporáneo como contenedores de firma- y, si me permiten, es posible afirmar que el M-Museum  les supera.

Diseñado por el arquitecto belga Stéphane Beel, este proyecto une dos edificios antiguos  de 1800 y dos nuevos para convertirlos en una unidad armónica. Lo que ya habría querido el Reina Sofía para su Nouvel –a todas luces un accidente-, ocurre de manera natural en el M-Museum: una continuidad visual y espacial que se expresa además en su colección permanente, que alberga desde arte medieval hasta contemporáneo. Ese mismo espíritu se expresa en sus muestras temporales. Hasta junio es posible visitar una soberbia exposición sobre grabados de Pieter Bruegel divulgados por el impresor Hieronymus Cock, así como una instalación impecable de Sol Lewitt que comparte vistas con las hermosas cristaleras que miran hacia la ciudad.

Justamente en este museo tiene lugar en julio el M-idzomer, un festival de verano único en el acogedor jardín interior del M-Museum donde se llevan a cabo conciertos, comedias, funciones, danza, Spoken Word y artes plásticas. También en ese mes tiene lugar el Beleuvenissen, un festival de música gratuito al aire libre. Lovaina no se detiene. Justamente por la gran afluencia estudiantil, en ella es posible conseguir distintas rutas culturales en el que cada monumento se comporta como reliquia y artefacto moderno. ¿Un ejemplo? Frente a la Biblioteca de la Universidad de Lovaina, donde comenzamos este reportaje al ritmo de campanas, se alza Totem, una escultura del belga Jan Fabre que representa a un escarabajo atravesado por una aguja de acero de 23 metros.

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