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Cultura

Mariano Benlliure, un Fidias valenciano

Lo sorprendente, en cualquier caso, es que a algún madrileño le resulte ajena la obra de don Mariano, cuando la capital es un museo abierto de sus obras, aunque tal vez no sean conscientes muchos vecinos de la Villa y Corte. Desde las estatuas ecuestres de Alfonso XII o de Martínez Campos en el Retiro, a la de Álvaro de Bazán nada menos que en la Plaza de la Villa; las clásicas del Teniente Ruiz o del Cabo Noval, o la de Goya junto al Prado. O las imponentes de Bárbara de Braganza, la de la Reina María Cristina, o el monumento encastrado en plena Castellana al gran Emilio Castelar. Y sólo por citar algunas. Por no hablar ya de la talla del Divino Cautivo, una de las joyas desconocidas de la Semana Santa madrileña.

La exposición recoge una selección de obras procedentes tanto de instituciones públicas como de colecciones particulares. Entre las primeras, Patrimonio Nacional, el Museo Nacional del Prado, el Congreso de los Diputados, el Museo de Bellas Artes de Valencia, el Musée d'Orsay, la Real Academia de la Historia, la Embajada de España en París o la Embajada de Italia en Madrid.

La aptitud para moldear y trabajar en materiales tan diferentes como el mármol, la terracota, el bronce, la plata o la cerámica, hacen que su dominio de la técnica sea admirable. La capacidad de Benlliure para llevar a cargo el encargo que fuera le habilitaba para ejecutar con igual maestría obras de carácter fúnebre (el olvidado y desconocidísimo Panteón de Hombres Ilustres tiene dentro ejemplos admirables como los mausoleos de Mateo Sagasta, de Eduardo Dato, o de Canalejas) u otras incluso alegóricas, como la que podemos ver al principio de la Gran Vía madrileña, en el edificio Metrópolis.

Del boceto al busto

En esta muestra se pueden ver también algunas curiosidades como algunas piezas infantiles o pastoriles, como el monaguillo de su simpático Accidenti!; o como Idilio, exquisitamente romántica. No menos interesantes sus bocetos y proyectos para sus monumentos, que nos permitirán ver el proceso que el artista desarrollaba para conseguir ver hecho realidad lo que era imagen sólo en su cabeza.

El grupo de retratos y bustos, especialmente de los realizados de la familia real y de la aristocracia, tienen una aparente simplicidad, emanando autentico sosiego de ellos. Esto contrasta con los escorzos de sus caballos y sus motivos taurinos, como ese mayoral llevando a un grupo de morlacos que parece que en cualquier momento van a ponerse en movimiento.

Aunque si tuviera que elegir una pieza de toda la exhibición, lo que sería ciertamente complicado, me temo que sin dudar optaría por llevarme a casa su Hacha para la botadura del acorazado Alfonso XIII, una maravilla de un diseño delicado hasta el éxtasis. Si no me creen, vayan a verla y luego díganme. El mismo Fidias firmaría ser orfebre de tal maravilla.

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