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Cultura

Banville: "Los escritores de novela negra tienen complejo de inferioridad"

Los Delahaye y los Clancy son socios pero se odian. Llevan generaciones haciéndolo.  El suicidio de Victor Delahaye lo torcerá todo, aún más. Es ahí cuando entran en escena los ya conocidos doctor Quirke y el inspector Hackett, quienes interrogan a los miembros de ambas familias: Mona Delahaye, la joven y seductora viuda; James y Jonas Delahaye, los desconcertantes hijos gemelos; Jack Clancy, el socio y rival, y su hijo Davy. Sin embargo, un golpe en la trama revuelve las oscuras aguas de esta historia, Venganza (Alfaguara, 2013), con la que Benjamin Black –trasunto policíaco de John Banville– regresa esta vez.

Con éste son ya siete los libros que el escritor irlandés, ganador del Booker Prize por El Mar, dedica al género noir. Una tarea, a su juicio, artesanal pero estimulante. Banville lo dice así, sin sonrojarse, sin mover un cabello. Lo dice con la naturalidad con la que sueña que sus libros se borran por completo para poder escribirlos otra vez correctamente. “Los de Benjamin Black no, de esos estoy orgulloso”.

Son las once de la mañana del martes 23 de abril de 2013. Una hora más tarde, después de esta conversación, Banville recibe una llamada. Ha ganado el Premio Austriaco de Literatura Europea, también conocido como Premio Europeo de Literatura, galardón que Austria concede cada año a un escritor europeo por el conjunto de una obra. Esa misma que, según él, reescribiría otra vez.  

-Ya lo ha dicho antes: la década de los cincuenta fue (y es aún) una época inexplorada. Aun así quiero insistir. ¿Por qué ambienta sus novelas en esos años? ¿Qué razones tiene?

- Es la década olvidada en la historia irlandesa. No ocurrió nada importante desde el punto de vista histórico pero espiritual y emocionalmente sí pasaron muchísimas cosas. No participamos en la guerra, permanecimos neutrales. Para mucha gente fue un acto de cobardía y eso significó que no consiguiéramos ayudas del Plan Marshall, a diferencia del resto de Europa. Nos quedamos muy pobres y aislados. Esto la convierte en una década fascinante para la trama de una novela.

-Es que, en efecto, todas las de Benjamin Black ocurren en esos años.

-Y seguirán ocurriendo. En los últimos diez años, en Irlanda, hemos aprendido tantísimo sobre nuestra historia... cosas que sabíamos y a la vez no conocíamos. En España entienden cómo es saber y a la vez no saber ciertas cosas. En Irlanda hemos descubierto muchos crímenes, nos hemos dado cuenta de que la iglesia fue una fuerza maligna. Nos cogió por el pescuezo y nos mantuvo acogotados durante años.

-En Venganza hay una atmósfera más oscura que en el resto de las entregas. Pero un detalle que resalta: todos sus personajes son gente hermosa.

-Los personajes son individuos con influencia, poderosos, que pueden cuidarse de una manera en que la gente en Irlanda en los años 50 no podía. Recuerdo haber estado en Estados Unidos en los ochenta con un grupo de escritores europeos y una de las mujeres jóvenes americanas dijo: "Lo que me sorprende es que todos ustedes tienen los dientes horrorosos". El escritor húngaro le respondió: "Eso es, querida, porque durante la guerra nuestras madres estaban embarazadas y no tenían qué comer. No tenían el tipo de comida que tenía tu madre". Esa fue una buena respuesta. Pero bueno, con respecto a su pregunta: no había pensado que eran todos guapos.

-Se lo comento porque, hasta cierto punto, acentúa y hace más contradictoria la naturaleza maligna de los crímenes.

-Es una idea buena. No había pensado en ello.

-Quirke, a diferencia de otros personajes de novela negra, no se caracteriza por ser especialmente inteligente. Es un individuo normal, sin atributos.

-Es igual de estúpido que el resto de nosotros. En verdad ambos son los peores investigadores criminales que puedas tener. Siempre se tropiezan y en casi todos los libros los malos se salen con la suya, que es algo cierto. Es la naturaleza de la Irlanda de esa época, todo el mundo se salía con la suya, nadie respondía o iba a la cárcel, incluso todavía pasa. Los banqueros que nos han arruinado siguen consiguiendo pensiones enormes de cientos de miles de euros.

-Es inevitable no tocar la dupla Black-Banville. Uno escribe 200 páginas de un solo golpe, el otro puede permanecer atascado en una frase toda una mañana. ¿No teme levantarse un día convertido completamente en Benjamin Black?

-¿Se imagina…? No, eso no va a ocurrir. Benjamin Black es un artesano, Banville intenta ser un artista. Los dos no podrán fundirse nunca. Pero sí, es una buena idea eso de levantarme y decir ¡soy Benjamin Black!

-No sé cómo va a lidiar con todas sus personalidades: Banville, Benjamin Black y ahora Philip Marlowe, al que aceptó revivir en una novela.  

-Alguien me dijo en Bilbao: Vas a ser Banville intentando ser Benjamin Black intentando ser Marlowe. Ya casi he acabado el libro de Marlowe y ha sido muy divertido, más fácil que los libros de Quirke, porque es una narrativa en primera persona y Marlowe es además un personaje muy interesante. Creo que la gente no se ha dado cuenta de que lo esencial de Marlowe es su profunda soledad. En el libro se ve en una escena: entra una mujer en su casa. Él dice algo como "la vi mirando los cuadros y la alfombra, el tablero de ajedrez para un solo jugador. Nunca sabes qué tan estrecho es un espacio hasta que alguien de afuera entra en él".

-Usted sí que se ha metido en espacios no sé si pequeños, pero al menos congestionados. ¿Le desprecian los escritores de novela negra por eso?

-Totalmente. Además todos tienen como resentimiento. Cuando saqué mi primer libro cometí el error de ir al Congreso de Novela Negra de Irlanda. Me di cuenta de que todo el mundo me odiaba. Había todo tipo de polémica y yo ni siquiera era consciente de ello. Cuando dije que escribía muy rápido como Black y muy lento como Banville, se lo tomaron como un insulto. Y simplemente les dije: "pero es que  escribo estos libros en diez días y son maravillosos. ¿Qué pasa con eso?". Descubrí que los escritores de novela negra tienen un complejo de inferioridad enorme.

-¿Siente que la crisis ha producido un cierto contagio de la novela negra entre los escritores?

-Me temo que sí, pero creo que es algo distinto. Hay tanta violencia en el mundo y se informa con total inmediatez. Sin embargo, la mayoría de nosotros nunca va a vivirla de esa forma. Veremos, quizás, una pelea callejera. Por eso tenemos la sensación de que nos estamos perdiendo algo. Vamos a las novelas, las películas y la televisión a buscarla. La gente que escribe o hace películas nos da cada vez más y más violencia. Es lo que ocurre con los libros de Stieg Larsson. La mayoría de esta violencia se perpetra contra mujeres jóvenes. Y ese es el gran secreto de Larsson: tiene una heroína que venga esa violencia. Es la fórmula perfecta. Una parte del feminismo debería criticar el trato a las mujeres, sobre todo en la novela negra.

-En su faceta Banville asume usted escribir a ciegas.

-Sí. Tengo que acabar una frase antes de continuar la siguiente. Cuando termino un libro hay poco que revisar porque no dejo una frase hasta que no quede perfecta. La mayoría de la escritura se hace de  manera inconsciente. Yo trabajo en la oscuridad y a mí me funciona. Confío que hay un cierto tipo de control del que no soy consciente. Una frase lleva a otra y a otra. No lo puedo explicar porque yo tampoco lo comprendo. Me preguntaba sobre Banville-Black, pero en verdad hay dos Banville: el que se sienta en la mesa y escribe y el Banville que se levanta y se va. Son dos personas completamente distintas. Así que cuando publico un libro y me hacen preguntas, tengo que inventarme las respuestas porque sé mucho menos que ustedes.

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