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Cultura

Manuel Vilas: “La derecha no habla de sexo, porque se pone nerviosa”

Extraña, por no decir que chirría, que un autor que durante casi 400 páginas escribe sin empacho las palabras  coño (con sus variantes seco, mojado, chorreante), polla (y su correspondientes adjetivos tiesa, dura, grande) o follar (en todas sus explícitas modalidades y variantes), se refiera ahora al tema como cópula, coito, fornicación. Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) bebe un inocentón café con leche que en nada tiene que ver con la botella de whisky, los 10 miligramos de Valium y la píldora de Levitra que su protagonista Víctor Dilan se desayuna por las mañanas.

La nueva novela de Vilas, El luminoso regalo (Alfaguara, 2013) se desmarca de sus anteriores España, Aire nuestro o Los inmortales. Ésta parece una novela sobre sexo, un pertinente tratado de porno para ganar lectores o, en su defecto, un sucedáneo de 50 sombras de Grey en versión masculina -aunque evidentemente mucho mejor escrita-. Pero no, o no del todo. El luminoso regalo es eso, y a la vez todo lo contrario. Es una novela sobre el mal, dice Vilas con insistencia.

Victor Dilan, un escritor famoso y con un magnetismo irrefrenable para las mujeres, conoce a Ester, un ángel ninfómano que le conducirá a la cama y al infierno; uno de tipo personal  que ocurre entre alusiones al Heathcliff  de Cumbres borrascosas, el Labio superior de Christina Rosenvinge y el pensamiento de George Bataille. Un infierno culto pero inevitable, profético y animal del que Dilan sólo podrá escapar a través de la ansiada destrucción.

-Ha pegado un cambio gigantesco en esta novela.

-Es una novela más convencional, no como las otras mías, que eran más delirantes, más celebratorias y con estructuras narrativas más originales. España era una novela posmoderna; Aire nuestro era una televisión y Los inmortales era un manuscrito encontrado en el año 22.000. Ésta no. Ésta es más convencional, excepto el final.

-Si lo contamos aquí, nos cargamos la historia.

-Claro, lo que ocurre es que, cuando uno no se lee entera la novela no sabes lo que pasa en realidad. Casi es un thriller. Porque lo que está planteando el título, El luminoso regalo, la gente cree que se trata del don erótico o sexual del personaje y ése no es. El luminoso regalo proviene de otro lugar y tiene que ver con la destrucción.

-Esta novela utiliza el escaparate del sexo, para abordar…

-Yo la planteo como porno para hombres. La tengo que vender con un eslogan, ¿no?  Es una novela masculina, con una visión del sexo desde la masculinidad. Al igual que se ha creado el sexo para mujeres, como las sombras de Grey, yo quería escribir el porno visto desde un hombre.

-Pero espere, déjeme terminar. Será porno para hombres, como usted dice. Pero parece más bien una novela sobre la soledad, el vacío y la devastación.

-Es una novela devastadora. Es una novela maligna. Es una novela sobre el mal en estado puro. El sexo explícito y el erotismo están ahí, pero trata sobre las relaciones de pareja que caen en el pozo del mal. Es una novela sobre la insatisfacción y la soledad. Es tan pesimista que la única forma de redención posible es el fuego purificador. Es casi bíblico.

-Las mujeres de la novela son masculinas, mucho.

-Porque están en la cabeza de Dilan. Son mujeres que se comportan como en su atavismo sexual Dilan desearía que se comportaran.

-A través del sexo hay, sin embargo, críticas políticas magníficas, como esta idea de que el español tiene un vocabulario sexual limitado por miedo.

-Por terror. Los españoles hablan de sexo con cuatro chistes.

-Incluso, se refiere a a Gil de Biedma como el icono de la izquierda sexual española

-Ese poema de Jaime Gil de Biedma, a  mí me fascina y a muchas personas, por el número que da. El hombre, a diferencia de la mujer, cuenta sus coitos. Ya dice Bataille que el hombre es un homínido, y como tal tendría que copular tres veces al día. Si no lo hace es porque tiene que trabajar. El trabajo es lo que posibilita la monogamia. Para ser promiscuo hay que ser aristócrata. De hecho… ¿Cuándo estalla la promiscuidad? Cuando se crea la aristocracia en Europa, desde los siglos XVI al XVIII. En tanto en cuanto desaparece, comienza el culto por la monogamia. La fascinación por Sade es esa. Y eso es lo que llevamos dentro: un deseo irrefrenable de copular. Hemos creado el amor, las relaciones de pareja, el sexo con amor, el matrimonio, instituciones para domesticar esta fuerza atávica. Esa es la tesis de la novela

-No me ha respondido ¿Y Gil de Biedma?

- Gil de Biedma da una cifra. Cuántas veces tengo que acostarme con una mujer para alcanzar el secreto del sexo femenino. La idea de los 400 cuerpos que da Gil de Biedma  parecía el número perfecto. Esa aritmética del sexo me interesaba. Y cuando vi el poema me pareció una cifra razonable. Y sí,  él fue el poeta de la izquierda sexual española. Su poema fue un canto a la promiscuidad.

-A la derecha, dice usted, no es que no es que no le guste el sexo sino hablar de él.

-La derecha no habla de sexo, porque se pone nerviosa. A ver, en este país hablar de sexo son cuatro chistes,  cuatro ordinarieces que encierran terror, porque el sexo es terrorífico. Lo que sí dice mi novela es que el sexo no es banal. Es un arma de destrucción masiva. Yo escribí esta novela para demostrar que el mal existe y existe en las relaciones sexuales.

-Sacada de contexto esa frase suena muy puritana.

-(Risas) Bueno, a ver, parezco el Papa Francisco. Lo que quería decir es que el erotismo es una creación de la mente humana enormemente peligrosa. A mí me ha dolido y he sufrido escribiendo esta novela porque todos los personajes son malignos y yo tengo una visión positiva y distinta de la vida.

-Pero, a ver, ¿por qué se ha metido en esta novela?  Venía de libros celebratorios ¿Cómo llegó a esta historia en la que predomina la devastación; en la que transcurren páginas y páginas de sexo que a veces embotan, hastían, agotan?

-A Roberto Bolaño le obsesionaba  el mismo tema que a mí, el mal. No es que me compare con Bolaño, entiéndeme. Me interesa, como a él,  por qué somos malos, por qué pudiendo hacer el bien hacemos el mal. En 2066 hay una parte, creo que es la cuarta. Ahí la forma literaria que él encuentra para plantear el mal fue la acumulación de crímenes, con pequeñas variantes. La forma que a mí se me ocurrió para plantear el mal en la primera parte de la novela fue narrar hasta el aburrimiento escenas sexuales, una detrás de la otra. Es un homenaje a Bolaño…

-Con razón, porque a veces aburre.

-¿Y no aburre también leer lo de las muertas de Bolaño? Es un homenaje a lo que hizo Bolaño. Él  plantea todo el rato asesinatos y asesinatos, con pequeñas variaciones. Y eso es lo que yo hago con las escenas de sexo y las fornicaciones, con la idea de plasmar el mal. Pero parece ser que a Bolaño se lo pasan y a mí no (Risas).

-Usted, de momento, no está muerto.

 -No, hablando en serio… Con respecto a este tema. El mal tiene que ser lacerante. ¿Cómo no lo representas si no laceras al lector?

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