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Cultura

De Salazar a la Troika: habla la literatura portuguesa

Bandera portuguesa con claveles durante recordando la revolución de abril (Gtresonline).

João de Melo sirvió como enfermero en la guerra de Angola, de ahí salieron libros como Autopsia de un mar en ruinas (Linteo, 2011). También lo hizo Antonio Lobo Antunes, como teniente médico, durante dos años, también en Angola. Gran parte de sus vivencias las reflejó en sus narraciones, entre ellas Fado Alejandrino (Mondadori, 2006), un retrato de la Portugal pre y pos revolucionaria.  En aquellos años, Augustina Bessa-Luís, considerada una de las más grandes de la literatura portuguesa –aunque en español sólo se han traducido cuatro de sus libros-, escribió dos novelas sobre la Revolución de los claveles: Crónica do Cruzado (1976) yAs Fúrias (1977).

Autores, críticos y editores están de acuerdo en que los temas de la dictadura de Salazar y las guerras coloniales marcaron a una generación completa de escritores portugueses: Lídia Jorge, Agustina Bella-Luís, João de Melo, Urbano Tavares Rodrígues… Sin embargo, hoy, cuando se cumplen 39 años de aquel 25 de abril de 1974, La Revolución de los Claveles  –que provocó la caída de la dictadura salazarista, en el poder desde 1926-, cabe preguntarse: en días en los que la Troika revisa trimestralmente los duros ajustes presupuestarios derivados del rescate, ¿quién escribe a la Portugal de hoy día? ¿Quiénes?

Invisibilidad de una generación

Parece que hacemos trampa cuando al hablar de literatura portuguesa se cita sólo a Pessoa, Saramago o Lobo Antunes, todos ellos grandísimos autores, pero casi totémicos dentro de una literatura donde hay más, muchos más.  Se trata, a su manera, del resultado natural de una invisibilidad. Apenas se han traducido al español una docena de autores lusos, entre ellos, muchos de los que ya se han nombrado y otros como el ensayista Eduardo Lourenço, el poeta Eugénio de Andrade o Vergílio Ferreira, este último publicado en España por la editorial Acantilado. Ellos son voces de una Portugal remota, compleja pero pretérita,  cuya transformación social y política ha pasado desapercibida para el lector español.

“El gran tema de los portugueses es Portugal”, declaró a la prensa española hace diez años Lídia Jorge . “Los de mi generación le añadimos una historia íntima, sin renunciar a los grandes temas. Hay una parte de mis libros que también son sociales. Por ejemplo, El fugitivo que dibujaba... es una historia íntima que trata de una familia que pasa del campo a la ciudad, pero en él hablo también de los cambios del país vistos a través de esta familia”, comentó esta escritora de la que existen traducidas al castellano unas cuantas novelas, entre ellas La costa de los murmullos (Alfaguara) y El fugitivo que dibujaba pájaros (Seix Barral). Contemporáneos de Jorge son también Luisa Costa Gomes o Miguel Sosa Tavares, escasamente traducidosal español.

Triángulo literario más genio en paro

Tres nombres identifican a la literatura portuguesa actual: valter hugo mãe (así, en minúsculas; Angola, 1971), Gonçalo M. Tavares (Angola, 1970) y José Luís Peixoto (1974). Ninguno tenía más de cuatro años cuando ocurrió la Revolución de los Claveles y ahora no sobrepasan los 45; los tres comenzaron como poetas y  ganaron, también los tres, el Premio Saramago.

“El 25 de abril de 1974 yo no había nacido. Nací en septiembre de ese año y, como es lógico, es un referente que siempre me ha llegado de forma indirecta. No lo viví: no viví la censura, ni a Salazar, ni la Guerra Colonial. Creo que en los jóvenes escritores portugueses predominan ahora las opciones mucho más individuales. No sé si para bien o para mal, pero no estamos sujetos a temas tan fuertes, a movimientos constituidos, o al menos así lo creo”, dijo a la prensa Peixoto, novelista y dramaturgo que igual lleva a William Faulkner tatuado en el brazo derecho como se declara seguidor de Lobo Antunes. En España, Aleph tradujo su novela Cementerio de pianos (2007).

También publicado en España, en este caso Alfaguara, valter hugo mãe también resalta en el panorama literario con un universo poblado de seres periféricos y trágicos. Artista plástico, escritor, letrista y vocalista del grupo musical governo, mantiene el blog casadeosso.blogspot.com y ha publicado en español las novelas el apocalipsis de los trabajadores (2008 en Portugal, 2011 en España, Alpha Decay) y la máquina de hacer españoles (Alfaguara, 2012), que narra las contradicciones de un pasado nacional marcado por la emigración y un presente continuamente fustigado por la tentación de añorar al vecino más fuerte. La "hiperidentidad” de la que alguna vez habló Eduardo Lourenço choca con la resignación de construir un pasado elegíaco bajo la forma de la saudade.

Fragmentario y múltiple, pero a la vez coherente y directo, Gonçalo Tavares ha publicado una prolífica obra en muy poco tiempo; su primer libro de poesía lo editó en 2001. “No se puede escribir tan bien a los 35 años, dan ganas de pegarle un puñetazo en la cara”, dijo sobre él Saramago en 2005. La crítica española ha elogiado, y mucho, títulos suyos como Un hombre: Klaus Klump (Mondadori, 2006), La máquina de Joseph Walser (Mondadori, 2007) y Jerusalen (Mondadori, 2009), una trilogía dedicada al mal y la angustia: el individuo frente al Estado.

Junto a esta especie de Santísima Trinidad literaria –la crítica les adora- surge un nombre raro, de historia empalagosa y rocambolesca. Se trata de Joao Ricardo Pedro, un ingeniero que se quedó en el paro a sus 39 años . No había escrito jamás una línea, ni siquiera un poema. Y sin embargo, al día siguiente de verse en la calle, como quien decide empezar un régimen, se propuso escribir una novela. El ERE le quitó las excusas, porque el coraje y el tiempo que dice haberle faltado a los 25 para sentarse a escribir, le llegó de golpe. En el tiempo libre que le quedaba entre hacer la compra y llevar a los niños al colegio, escribió Tu rostro será el último (Planeta, 2013), luna especie de historia familiar de Portugal con el que ganó el Premio Leya, el de mayor dotación en Portugal, con 100.000 euros. Ahora Joao Ricardo Pedro es una celebridad: sus lectores se conmueven y hasta le compara con Saramago y García Márquez.

 

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