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Cultura

Un nuevo Gatsby resucita a Scott y Zelda

Es la cuarta vez que se lleva al cine y en esta ocasión, signo de los tiempos, con un lanzamiento por todo lo alto. Sale en 3D, con un reparto de primera encabezado por Leonardo di Caprio, Tobey Maguire y Carey Mulligan. Será la película que abrirá, fuera de concurso, el Festival de Cannes el mes próximo y en las librerías han vuelto a poner en lugar bien visible diversas ediciones de este libro emblemático de la llamada Generación perdida. La fecha prevista para su estreno en España es el 17 de mayo.

Luhrmann ha comentado que el filme realizado en 1974 por Jack Clayton, con Robert Redford y Mia Farrow en los papeles estelares, no le mostró realmente quién era Gatsby. Veremos ahora si consigue transmitirnos ese empeño acercándonos al máximo a sus actores con los efectos tridimensionales. Es un director amante de la ampulosidad como pudo observarse en Australia y Moulin Rouge, sus obras más conocidas. El gran Gatsby, publicada en 1925, cuenta la obsesión de un hombre adinerado por reconquistar a Daisy, su amor de juventud, con fiestas deslumbrantes. Termina en tragedia al centrarse el protagonista en un único sueño. En el libro Scott Fitzgerald deja claro que tras un héroe hay siempre una tragedia, con una trama simple aunque intrincada refleja el abatimiento que genera el vacío en un entorno que se creía controlar. Una vez más las vivencias del autor impregnan su obra.

Gatsby es una demostración de clase y potencia por parte de un autor que vivió y describió con entusiasmo –hasta el punto de que a veces parecía escribir el guión de su destino- una década singular en la historia estadounidense, la que se inició tras el final de la primera guerra mundial, cuando el país, libre ya de la tensión bélica, cambió sus códigos morales y se inclinó a ritmo de foxtrot hacia el lujo y la especulación. La prosperidad parecía imparable hasta que llegó el crack bursátil de 1929.

Esta recuperación de Fitzgerald a través de un nuevo filme coincide también con un resurgir de la figura de Zelda Sayre. Diversas biografías relatan que ambos se conocieron en 1918 y dos años más tarde se casaron en Nueva York. Vivieron años de lujo y pasión que acabaron trágicamente. Él murió alcoholizado en diciembre de 1940 y ella en 1948 durante el incendio del psiquiátrico en el que estaba internada por los problemas de esquizofrenia que sufría desde los 30 años. Donde hay desacuerdos es en la descripción de la convivencia entre ambos.

El comportamiento de Scott no fue ejemplar. Así lo entienden los autores de cuatro novelas que salen a la luz por estas fechas en Estados Unidos para tratar de reivindicar la figura de Zelda. La idea no es nueva, ya en 2007 el escritor francés Gilles Leroy ganó el premio Goncourt con Alabama song –que publicó en España RBA- donde destacaba el lado creativo de esta mujer que se ha convertido en un símbolo feminista. Contradice la opinión de Hemingway que en su día culpó a Zelda de arrastrar a su marido hacia el alcoholismo. Entre esas nuevas aportaciones sobre la esposa y musa de Fitzgerald destaca “Z”. Bajo este escueto título Therese Anne Fowler describe la frustración de una joven que ve como no puede explotar su talento al estar a la sombra de un marido famoso, que a pesar de esa entrega a un hombre minado por el alcohol consigue publicar una novela y algunos relatos. Fowler considera que la imagen mítica del escritor como un hombre avanzado y moderno no se ajusta a la realidad ya que tenía muy presente la tradicional primacía masculina y llegó a vampirizar diarios y textos de su esposa. La cuestión para la que no tenemos respuesta es ¿hasta dónde habría llegado Zelda sin el espectro omnipresente de Fitzgerald?

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