Quantcast

Cultura

Parejas literarias: hasta que el manuscrito nos separe (I)

Scott Fitzgerald y Zelda Sayre, en una fotografía de los años veinte. (Foto: CC)

Una cama es un espacio demasiado pequeño. Cómo caben en ese lugar del sueño y el sexo, del insomnio o la entrega, los esponjosos egos de un hombre y una mujer que escriben. Hay quienes sobrevivieron. Sí, existen grandes y desaforadas historias, no sabemos si de amor, pero sí matrimoniales , de quienes comparten una vida y una vocación: Simone de Beuvoir y Jean Paul Sartre; Martin Amis y la norteamericana Isabel Fonseca; Paul Auster -Lydia Davis primero- y Siri Hustvedt después; Silvia Plath y Ted Hughes…

¿Cómo no devorarse o eclipsar al otro? ¿Quién, en esas parejas, fue el gran escritor y quién el autor discreto? ¿Pueden dos personalidades literarias sobrellevar la embolia doméstica del calor de hornilla y el blando afecto de pantuflas y derrotas? No son preguntas que puedan contestarse desde el cómodo sillón del lugar común, y sin embargo queda la duda, ahí, como una brasa. Puede que la de Scott Fitzgerald y Zelda Sayre sea la pareja literaria y autodestructiva a la que más páginas se han dedicado.

Puede que la de Scott Fitzgerald y Zelda Sayre sea la pareja más literaria y autodestructiva de la historia.

Fitzgerald, un joven católico de provincias, nacido en Minnesota y formado en Princeton; elegante, delgaducho y atractivo. Zelda, una bella joven procedente de una familia adinerada de Alabama.  Se conocieron en el verano de 1918, cuando Fitzgerald estaba en el Ejército, en Camp Sheridan, cerca de Montgomery. Fue un noviazgo tan complicado como lo sería su vida en común. Eran apuestos, jóvenes, rubios, irresponsables y estaban dispuestos a estrellarse contra los dulces años 20. Una vida, sin duda, novelesca. 

Se casaron el 3 de abril de 1920 en Nueva York, apenas una semana después de que Scott hubiese publicado su primera novela, A este lado del paraíso, que le dio norotiedad como escrtitor. Se lo bebieron todo: el éxito, la fama y Manhattan completa. En 1921, viajaron por primera vez a Europa. En 1925, ya en la cresta de la ola, él publica El gran Gatsby. Seis años más tarde,ya víctima de sus profundas crisis y depresiones, la joven Zelda escribió Save Me the Waltz (Resérvame ese baile), una novela autobiográfica basada en su relación con el escritor.

Lo que verdaderamente molestó a Fitzgerald es que ella terminara  Resérvame ese baile antes de que él acabara Suave es la noche.

Cuando Scott Fitzgerald leyó el manuscrito se indignó. La novela de Zelda se había basado en gran medida en su propia vida , al igual que en muchos de sus escritos. Sin embargo, lo que más irritó al autor de El gran Gatsby  no fue sólo el hecho de que la novela de Zelda estaba completamente basada en su vida en común o que ella hubiese llamado a uno de sus personajes Amory Blaine , el nombre del protagonista de A este lado del paraíso. Lo que verdaderamente molestó a Fitzgerald es que ella terminara  Resérvame ese baile antes de que él acabara Suave es la noche, publicada  en 1934 tras ocho años de complicada escritura.

Después de larguísimas revisiones, Scott le dio el visto bueno a la novela de Zelda y la envió  a su amigo Maxwell Perkins, editor suyo y de Hemingway. "Aquí está la novela de Zelda . Es una buena novela ahora –se refería a sus revisiones e intervenciones-, tal vez una muy buena novela. Tiene los defectos y virtudes de una primera novela .... Es algo  absolutamente nuevo , y debería vender”, le escribió.

La obra de Zelda fue apagándose con el paso del tiempo, no así su personaje. Sus cuentos, su novela, sus artículos, su obra de teatro, sus pinturas, todo ha ido quedando en el olvido, así lo piensan quienes han estudiado a fondo la vida de esta mujer, entre ellos el novelista francés Gilles Leroy, quien en su novela Alabama Song (RBA), ganadora del Goncourt en 2007, reconstruyó la vida de Zelda en primera persona.

"Nos peleamos y tú rompiste la puerta del cuarto de baño y me hiciste daño en un ojo".

Hay quienes especulan que un posible affaire de Zelda rompió el vínculo entre ambos. El asunto, sin embargo, parecía viajar en el interior de su propia unión. Fueron rivales de un infierno doméstico dominado por la celebridad, el alcohol y la locura, así lo narra ella misma en una carta qie escribe a Scott desde la Clínica Prangins, en Suiza, en 1930: "La extrañeza y agitación de Nueva York, los periodistas y los vestíbulos de hotel llenos de pieles, el brillo del sol en los cristales de las ventanas y el polvo irritante de finales de primavera; lo impresionante de los Fowler y muchos bailes por la tarde y mi comportamiento excéntrico en Princeton (...) Nos mudamos a la calle 59. Nos peleamos y tú rompiste la puerta del cuarto de baño y me hiciste daño en un ojo".

Cara de pastel, Do-Do, cariño, Goofy... en todos sus años de internamiento psiquiátrico en distintas clínicas en Europa y Estados Unidos, Zelda le escribe a Fitzgerald una correspondencia tan desaforada como enloquecida, a mitad de camino entre el amor y el arrebato."Ven a verme, por favor. Ven a verme, por favor. Ven a verme, por favor", se despide en una carta fechada en otoño de 1934 en el Hospital Sheppard-Enoch Pratt. Cinco años más tarde, Zelda le escribe: "Te quiero de todos modos, aun cuando no exista ningún yo ni ningún amor ni siquiera vida alguna".

"Ven a verme, por favor. Ven a verme, por favor. Ven a verme, por favor", le escribió Zelda en 1934.

En una carta de ese mismo año, recogida en Cartas de amor y de guerra (1919-1940), escribe Scott a su esposa:  "Te necesito aquí. La tristeza del pasado me acompaña siempre. Las cosas que hicimos juntos y las cicatrices atroces que nos convirtieron en el pasado en supervivientes de guerra persisten como una especie de atmósfera que rodea todas las casas que habito. Las cosas agradables y los primeros años juntos, los meses que pasamos hace dos años en Montgomery me acompañarán siempre y tienes que creer como yo que podemos recuperarlos, si no en una nueva primavera, en un nuevo verano. Te quiero, amor mío, cariño".

Padres de una única hija, tuvieron ambos un final terrible. Él murió en 1944 de un infarto, ella en un incendio en el psiquiátrico de Asheville (Carolina del Norte), donde estaba ingresada. Hasta 1975 no serían enterrados en la misma tumba, en Rockville (Maryland). Su epitafio es el final de El gran Gatsby: "Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado".

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.