Quantcast

Cultura

El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs

Podríamos decir que Dios los crea y la contracultura los junta. Renovador del lenguaje uno; de la música el otro. Fueron ambos hombres estropeados, santos laicos y poli toxicómanos que sus fieles convirtieron en mitos. Este 2014, uno habría cumplido cien años; el otro 47. Y sin embargo, ambos están ahora bajo tierra. Uno como leyenda de la Generación Beat; el otro como sacerdote del grunge, canto del cisne antes de la dictadura del Pop. Se trata de William Burroughs y Kurt Cobain, de cuya muerte se celebran 20 años este 5 de abril.

Kurt Cobain, el cantante, guitarrista y compositor de Nirvana, un mito musical, murió justamente en esa fecha: un 5 de abril de 1994. Se disparó con una escopeta. Tenía 27 años, los puñeteros 27 a los que no sobrevivieron Janis Joplin ni Jimmy Hendrix. Removiendo los objetos de Cobain, su viuda, Courtney Love, consiguió unas fotografías ocultas en unos cuadernos manuscritos, y que muestran, juntos a Burroughs y Cobain.

Las instantáneas fueron hechas en octubre de 1993, el día en que el cantante visitó a Burroughs.

Las instantáneas fueron hechas en octubre de 1993, el día en que el cantante visitó a Burroughs, su mayor héroe y una de sus más importantes influencias. Es justamente ésa la imagen de la que parte Servando Rocha para escribir Nada es verdad, todo está permitido. El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs, editado por Alpha Decay, un libro que narra la relación de dos iconos del siglo XX. Cuando se encontraron el escritor tenía 83 años; Cobain moriría unos meses después.

"A Burroughs no le gustaba la música de Nirvana, le gustaba el blues, Leadbelly, Billy Holliday; sin embargo Cobain idolatraba al maestro de la periferia, al escritor, pintor, duro y poético, al amante de las armas, las drogas, al padrino del punk, y, sobre todo, al rebelde, al buceador del subsuelo que llamaba a la rebelión y decía que el lenguaje era el virus del poder", ha dicho Rocha.

Por las páginas de este libro desfilan viejos cantantes de blues como Son House, Robert Johnson o Skip James, junto a la permanente sombra del gran Leadbelly, el legendario ladrón Jack Black, la historia del forajido William Quantrill o la figura de los falsos predicadores. Un recorrido por una parte importante del siglo veinte, centrándose en las conexiones entre dos de sus principales héroes (Burroughs y Cobain) e indagando en la relación entre música y subversión, arte y rebelión.

Cuando se enteró de la noticia de su suicidio, Burroughs dijo, tajante: "Él ya estaba muerto".

Escritores outsiders, músicos y artistas giran en las páginas de este libro alrededor de Burroughs, quien parece hablarles como si fuesen ellos los destinatarios de la dedicatoria incluida en Ciudades de la noche roja (1981): "A todos los escribas y artistas y practicantes de la magia a través de los cuales se han manifestado estos espectros... Nada es verdad. Todo está permitido".

La influencia de Burroughs llegó mucho más allá de su propia generación y se expandió a lo largo del siglo. En sus diarios, Cobain escribió: "Me encanta todo lo que empieza por B: Bukowski, Beckett, pero sobre todo Burroughs". Tras la visita en la que se conocieron, Burroughs le envió a Cobain con motivo de su 27 cumpleaños, un collage realizado por Burroughs en el que se ve a Cobain despidiéndose desde una habitación . Le escribió una dedicatoria: "Para Kurt, con mis mejores deseos en su veintisiete cumpleaños y que cumplas muchos más...". Pero Cobain no los cumplió. Cuando se enteró de la noticia de su suicidio, Burroughs dijo, tajante: "Él ya estaba muerto".

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.