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Cultura

Jean Echenoz se pasea por la carnicería de la Gran Guerra

El silencio es su sello. Lo construye, adrede, para que retumbe en él lo que debe. Una prosa minimalista, incisiva, breve, en medio de la que resuenan  pequeñas detonaciones. Frases potentes e irónicas. Jean Echenoz (1947) escribe libros de poca extensión, dice él, a causa de la incómoda silla en la que trabaja. Podríamos creerle. Podríamos. Su última novela, 14 (Anagrama, 2013), no llega siquiera a las doscientas páginas. Una extensión que le resulta suficiente, perfecta, armónica.

Tras ganar el Goncourt en 1999 con Me voy, Echenoz comenzó a bucear en las vidas del pasado. Escribió tres celebradas ficciones sobre el músico Maurice Ravel (Ravel), el atleta checo Émil Zatopek (Correr) –de la que hemos hablado varias veces en estas páginas- y el inventor Nikola Tesla (Relámpagos).

Pero ahora Echenoz se planta en el pasado de otra manera.  Escribe sobre la Gran Guerra, para muchos  la primera guerra “tecnológica” del siglo XX, el aperitivo de una barbarie que Occidente perfeccionaría a lo largo de las siguientes décadas. Para conseguirlo,  avanza junto a los soldados en sus largas jornadas de marcha por los países en guerra y acompaña a cuatro jóvenes de la Vendée, Anthime y sus amigos, en medio de una masa indiscernible de proyectiles, muertos y cotidianidad, un día a día en la que los cascos para salvar la cabeza de las balas sirven de plato de sopa o cazuela para cocinar.

Carne en descomposición, pestes de trinchera, picadillo en el campo de batalla. Hay quienes, como el periodista Peio Riaño, dicen que Echenoz “se pasó al gore” en estas páginas. Y puede que así sea, porque en esa carnicería levanta, sin embargo, una historia potente, tan cotidiana como repugnante en la que la violencia cobra sentido. Un poco a la manera de Las benévolas –de Littel- pero de manera menos pretenciosa, esencial, y más diestra.

Cuando preguntaron a Echenoz por qué escribir una novela sobre la primera guerra mundial, el francés contestó: “Nunca pensé escribir sobre esa guerra. Pero un día se murió un pariente de mi mujer y apareció el diario de su tío abuelo, que estuvo movilizado desde el primer día hasta 1919, un año después del final de la guerra. Era un diario muy púdico, parecía escrito para el censor. Lo leí y lo transcribí, aunque sin intención de escribir sobre él. Poco a poco empecé a interesarme por la guerra, me puse a investigar, leí a varios autores alemanes y franceses que habían combatido, y decidí reconstruirla mezclando lo que aprendí y lo que imaginé”.

A mitad de camino entre un infierno  y otro, Echenoz derriba a sus personajes en la sucia zanja de la muerte y la barbarie: el cantante de la orquesta marcial atravesado por un proyectil interpreta; los copiosos efluvios de vómito, sudor y sangre… Una ópera de sordidez en la que Echenoz relata, también, la vida que continúa, lejos de las trincheras, a través de personajes como Blanche y su familia. Y todo ello sin renunciar a esa sutil ironía que caracteriza su escritura, condimento imprescindible de un relato tan cotidiano como totalizante, un pestañazo al pasado con el que el francés derriba y construye una pesadilla –pensamos- ya demasiado lejana.

Todos mis libros parten de lo real porque me paso la vida mirando lo que pasa alrededor. Llevo varios años en el pasado, con Ravel, Zátopek y ahora la guerra. La sensación es que soy un ladrón que roba cosas aquí y allá y luego reconstruye. No tengo motivos para escribir de mi vida porque no tiene un interés especial”, comentó al periodista español Miguel Mora en su casa en Pigalle, barrio del distrito IX de París, de la que sale poco y sin intenciones de pavonearse. El mundo literario le trae sin cuidado. El mundo real o vivido... esa ya es otra cosa. 

Jean Echenoz

  • 14 (2013)
  • Relámpagos (2011)
  • Correr (2010)
  • Ravel (2006)
  • Al piano (2003)
  • Me voy (1999)
  • Un año (1997)
  • Rubias peligrosas (1995)
  • Nosotros tres (1992)
  • Lago (1989)
  • La aventura malaya (1986)
  • Cherokee (1983)
  • El meridiano de Greenwich (1979)

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