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España

'La Casa': cuarenta años en las alcantarillas del espionaje español

Perspectiva de la sede del CNI.

Era mediados de los ochenta cuando un grupo de agentes de la Unidad de Apoyo Operativo del Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa) se introducía en el despacho de un sospechoso para fotografiar con todo lujo de detalle su escritorio. La sección de carpintería del Centro se encargaría días después de fabricar una réplica exacta del tablero con una sorpresa; un micrófono incrustado en la madera. En una nueva entrada en el piso, los agentes sustituyeron la plancha por la copia y comenzaron las escuchas. 

Hace cuarenta años que los servicios de la dictadura franquista dejaron paso a un organismo inicialmente copado por militares donde apenas trabajaban mujeres. Con medios muy precarios fue evolucionando hasta convertirse en el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en 2002, en el que 3.500 agentes (cifra oficial) trabajan para la seguridad del Estado.

Si el terrorismo etarra, el 'involucionismo' de las Fuerzas Armadas y los equilibrios de la Guerra Fría ocuparon los esfuerzos de los espías españoles durante las primeras décadas, el yihadismo y la ciberseguridad se han convertido ahora en los dos grandes retos a los que se enfrentan los espías que trabajan en impenetrable edificio del kilómetro 8 de la carretera de La Coruña

Por el camino arrastran algunas operaciones en el limbo de la ley como las escuchas a políticos, empresarios y periodistas; la implicación de algún miembro en el 23-F; la guerra sucia contra ETA y la creación de los GAL; la descoordinación en el 11-M; la muerte de siete agentes en Irak; el rol del rey emérito o la siempre espinosa relación con los servicios policiales. 

Los espías de la CIA

Era enero de 1985. Hacía frío en los alrededores del Palacio de la Moncloa. Dos turistas fotografiaban la residencia de Felipe González desde el exterior y varios guardias civiles decidieron detenerles ante lo extraño de la situación. Tras un duro interrogatorio en el interior del complejo, estos alegaron que desconocían quién vivía allí. "Nos había gustado el estilo del edificio", dijeron con acento anglosajón en un primer momento.  

Ante la insistencia de los agentes, ambos terminaron confesando. Uno trabajaba en la embajada de EEUU y el otro era personal de la base aérea de Torrejón. La posterior investigación destapó que formaban parte de la agencia norteamericana de inteligencia (CIA). Urdían un plan para introducir micrófonos en el interior de La Moncloa ante la inminente entrevista de González con el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Andrei Gromyko.

"Durante el franquismo, los americanos estaban acostumbrados a hacer lo que les daba la gana", explica Fernando Rueda, periodista especializado en espionaje e inteligencia. Él describe la escena inicial de este reportaje y narra también el incidente de La Moncloa en su libro La Casa, publicado en 1993. Su segunda parte verá la luz tras el verano para intentar destripar la etapa del CNI. 

Faltos de recursos

Con la llegada del tercer director al centro tras el 23-F todo cambió. "El teniente general Emilio Alonso Manglano no sólo no volvió a ponerse el uniforme, sino que convirtió un servicio militar en un servicio moderno en apenas catorce años (1981-1985)", explica Rueda. En efecto, los recursos técnicos de los espías españoles no eran de lo más avanzado en los primeros ochenta. "Como no tenían gente que supiera abrir cajas fuertes, llamaban al Mosad (el servicio israelí). Y para los micrófonos pedían ayuda a la CIA, que luego también aprovechaba para escuchar", añade.  

Manglano, nombrado durante el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, comenzó a desplegar 'antenas' por todo el mundo, desde América Latina a Europa, el norte de África y Oriente Medio. "Hizo incluso que España fuese el primer país europeo en establecer contactos con el KGB ruso", subraya Juan Martín Roy, presidente de la Asociación de ex miembros del Servicio de Inteligencia Español (Aemsie). Este coronel del Ejército de Tierra prestó sus servicios en la División de Contrainteligencia y es el contacto facilitado por el CNI para colaborar en este reportaje. A los servicios de espionaje de los países de la OTAN no les hizo ninguna gracia.

La etapa de las sombras

Sin embargo, aquella primera etapa de Manglano, acabó ensombrecida por una segunda fase más oscura. El diario El Mundo destapó la existencia de un 'gabinete de escuchas' que llevaba casi once años registrando las conversaciones de empresarios, políticos, periodistas y hasta del propio monarca. Cuando el jefe de la unidad operativa (Juan Alberto Perote) abandonó el Cesid, logró llevarse de La Casa 1.200 microfichas que demostraban el escándalo que acabó con Manglano.

El periodista Antonio Rubio, que firmó las exclusivas junto a Manuel Cerdán, comenta veintidós años después cómo aquellas filmaciones se archivaron en lo que se conocía como la 'Cintateca'. El material se había clasificado y la cinta correspondiente al rey emérito figuraba dentro del apartado 'Operaciones' con las iniciales de 'SM', Su Majestad.

Rubio recuerda la operación Mengele, en la que presuntamente se habría ensayado un anestésico sobre mendigos y toxicómanos con el que se pretendía atrapar después al dirigente etarra Josu Ternera. A pesar de las informaciones, el asunto fue archivado por la Justicia ante la falta de pruebas. Años más tarde, la publicación de varias noticias provocaron la dimisión del director Alberto Saiz al que miembros del centro habían acusado de usar fondos del Centro para fines privados. Él lo negó en sede parlamentaria.

La evolución de la técnica

"Hace tiempo fotografiamos a un ruso con dos chicas muy guapas a las que habíamos pagado. Cuando le enseñamos las imágenes, nos pidió que le pasáramos una copia porque si se lo contaba a sus amigos no le iban a creer. Lo de las mujeres espías ya no funciona". La reflexión pertenece a un miembro del servicio de inteligencia español que trata de ilustrar el cambio que han experimentado los métodos de espionaje en los últimos años.

Una de sus misiones habituales es entrar en domicilios y locales, para lo que están obligados a pedir autorización a un magistrado del Tribunal Supremo. Una vez obtenido el permiso, verdaderos especialistas en cerraduras proceden con su tarea. "En las ferias internacionales del sector te encuentras a agentes de todos los servicios de inteligencia del mundo", bromea otro agente. 

"La mayor parte de la información ahora está en una fuente abierta. El problema es la infoxicación. Necesitas expertos capaces de poner encima de la mesa lo relevante", apunta Martín Roy. "Es difícil saber dónde están o quién son. Con pocos medios, pueden golpear a grandes potencias", añade Martin Roy.

Los límites de su actuación

"El problema fundamental del Cesid y del CNI es cuando no han trabajado para la seguridad y los intereses del Estado, sino al servicio de un determinado Gobierno o un determinado partido", concluye Rubio. "En el 11-M no se enteraron de lo que estaba pasando. Fallan los tres servicios y uno de los que más falla es el CNI", asegura.  

Sin embargo, las fricciones con los servicios policiales vienen de lejos. Algunos, como el periodista Fernando Rueda hablan de guerra abierta. “Los enfrentamientos eran continuos en los ochenta por peleas de competencias. Se llevaban a matar, como ahora”, explica. “Los servicios de inteligencia hacen lo que no puede hacer la Policía ni la Guardia Civil”, dice. Y esa ‘guerra’ se ha personalizado en los recientes ataques del comisario José Manuel Villarejo contra el actual director, Félix Sanz Roldán.

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