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España

La guerra de Bankia o Rato en su ratonera

Atrapado en su ratonera. Mucha gente se preguntó en su día el por qué del extraordinario interés de Rodrigo Rato Figaredo por hacerse con el sillón de Caja Madrid, interés que obligó al peaje de pedir el favor a Mariano Rajoy, ex compañero de filas en el Gobierno Aznar, con quien las relaciones han sido frías tirando a gélidas. Y no menos gente llegó a la conclusión de que el asunto no tenía más explicación que el deseo de afrontar el final de su carrera desde la canonjía que ha supuesto siempre la presidencia de una gran Caja, lo que le aseguraba, además de gabelas y honores, la posibilidad de hacer algún dinero. Pero visto el desarrollo de los acontecimientos, no pocos dirán que el tiro le ha salido por la culata. La guerra civil declarada en el seno de Bankia, de la que este diario está dando la mejor información (Javier Ruiz y Miguel Alba) posible tanto en la Red como en papel, amenaza con llevarse por delante no solo a José Luis Olivas, presidente de Bancaja, sino también a Rato. Una guerra de importancia capital si tenemos en cuenta que Bankia es la clave del éxito o el fracaso de la reforma financiera, piedra angular a su vez de la política de saneamiento del Gobierno Rajoy.

Pocos dudan ya que la fusión de Caja Madrid con Bancaja fue un error mayúsculo, refrendo nuevo del dicho viejo según el cual la suma de dos cosas malas no hace una buena. Sin sintonía personal y abocados ambos a un futuro incierto, Rato ha pretendido soltar lastre y enmendar el rumbo, “ha intentado apuñalar a su compañero de viaje, ponerlo en la calle, y el otro, que no pretendía más que seguir en el machito, se ha revuelto, con el apoyo de la Generalitat. Si a un jabalí lo acorralas, termina por revolverse contra ti…”, cuentan en Valencia. La preocupación es máxima en el ministerio de Economía y en el propio Gobierno. “Mi impresión es que Rodrigo ha perdido la cabeza. Abrir un conflicto en los tribunales con Bancaja es una locura, porque no sabes las sorpresas que eso puede depararte desde el punto de vista judicial”.

La sensación es que don Rodrigo ha vuelto a jugar fuerte,según su costumbre, sin tener en cuentaque las reglas de juego han cambiado y la época es otra. “Rodrigo está actuando como si aún fuese ministro y vicepresidente del Gobierno”, dicen en el entorno del Gobierno Rajoy, “sin reparar en la fragilidad política de su posición ahora mismo. Este Gobierno no le va a dar árnica, más aun cuando la opinión pública ha detectado que el problema de Bankia es, en buena parte, el problema Rato, es decir, cómo arreglamos el futuro personal de este personaje singular, y eso, con la que está cayendo, no es admisible. Se ha pasado de prepotente. Rajoy, que ya le hizo el favor de darle la presidencia, se va a lavar las manos cual perfecto Pilatos, y Luis de Guindos no va a comprometer el éxito de su reforma por salvarle el culo”.

 

Como las desgracias nunca vienen solas, el viernes se especulaba con la posibilidad de que la auditora Deloitte ponga pegas o incluso se niegue a firmar las cuentas de Bankia del ejercicio 2011, lo que sería un problema de primer grado para una sociedad cotizada. Al parecer, la auditora no quiere plegarse a las exigencias de los rectores de la entidad, temerosa de las consecuencias que para el futuro de la firma pudiera tener su aquiescencia. Deloitte ya auditó el agujero del Banco de Valencia, sin que, de momento, haya dado la menor explicación de lo ocurrido. De confirmarse esa negativa o de solventarse el lance con la inclusión de una salvedad, el Banco de España podría verse obligado a tomar cartas en el asunto y volver del revés la contabilidad del grupo, incluso a intervenir Bankia.

 

Preocupación por la guerra desatada en Bankia

 

¿Qué futuro le espera, pues? Complicado. Es difícil que, tras  prohibirle pujar por Unnim, Economía le permita protagonizar una nueva fusión. La opinión extendida es que Rato pretende consolidar la idea, generalmente aceptada, de que Bancaja es un queso con más agujeros que un Gruyère, lo que le daría pie para romper los acuerdos de fusión y volver a caminar en solitario con la agradable compañía de las cajitas (Canarias, Ávila, Laietana, Segovia y Rioja) que en tono menor escoltan ahora a los dos grandes. Aligerada de lastre, Bankia (o Caja Madrid) estaría en disposición de negociar una solución de nuevo cuño mediante alguna de las fusiones de nuevo en liza, con ayudas públicas incluidas (desde hace tiempo se habla de NovaGalicia).

 

“El Gobierno no puede permitirse gastar un euro de dinero público en algo que no pueda salir adelante”, subraya la fuente antes aludida. El proyecto Bankia entraría, en tal caso, en vía muerta, con el segundo mecánico alzado en armas e intentando llevar al maquinista jefe a los tribunales. Al final del camino, no quedaría más remedio que la intervención. La impresión de gente sensata es que Olivas está muerto, pero que va intentar morir matando, llevándose por delante a Rato. De momento, el de Bancaja ha contratado los servicios del bufete Ramón y Cajal para frenar en los juzgados la segunda auditoría que la matriz pretende hacer de sus cuentas, mientras Rato negocia con KPMG y Ernst & Young para, a uña de caballo, llevar adelante esa revisión contra viento y marea, revisión cuyo resultado debería servir para reordenar los porcentajes de las distintas cajas en el capital de Bankia y su matriz, el BFA.

 

En cualquier caso, la preocupación del mundo financiero tras el estallido de la guerra civil entre Rato y Olivas es tal que, como ayer publicaba este diario, más de un banquero se ha puesto en contacto con Economía para mostrar su preocupación por el hecho de que este rifirrafe pueda terminar poniendo en riesgo no solo la reforma financiera, sino el futuro de todo el sector bancario español. “Una pena lo de Bankia”, aseguraba ayer mismo un consejero delegado, “porque, tras la reforma, la iniciativa del Gobierno de desatascar la deuda que las administraciones locales y autonómicas mantienen con sus proveedores podría suponer el pistoletazo de salida para que las cosas comenzaran a moverse en este país”. Con La Caixa agazapada en espera de acontecimientos y el Popular –por no hablar de Bankia, CatalunyaCaixa, las gallegas y un amplio resto- en la misma situación, “ahora mismo solo el BBVA y el Santander se permiten atender iniciativas de crédito, y con cuentagotas…”

 

La música del Gobierno Rajoy suena, de momento, bien

 

El Gobierno, en efecto, ha tomado esta semana dos iniciativas que demuestran su vocación de arremangarse, bajar a la calle y tratar de resolver los problemas cotidianos que afectan a millones de personas. Se trata, en efecto, de gobernar, no de contar estrellas y escuchar el sonido del viento. La primera ha sido la decisión de abrir la puerta a la dación en pago, por la cual el Ejecutivo permitirá a las familias con todos sus miembros en paro y que no cuenten con ingresos adicionales para afrontar la hipoteca, saldar su deuda con el banco mediante la entrega de la vivienda. La segunda, la ya comentada de inyectar liquidez en todos los sectores económicos mediante el pago de las deudas que CC.AA., Ayuntamientos y Diputaciones mantienen con sus proveedores. Ambas iniciativas implican de lleno la voluntad de bancos y cajas de cooperar, por lo que habrá que esperar a la letra pequeña para ver su grado de efectividad.

 

La música, con todo, suena bien. Se entiende el desasosiego de una oposición que, de forma desvergonzada y cuando apenas se han cumplido dos meses de su salida del Gobierno, ha empezado a juguetear con los profesionales de la agitación callejera. “Lamento que alguna de las cosas que ha hecho el PP no las haya hecho antes el gobierno socialista. ¿Por qué no decirlo? Desgraciadamente, ha tenido que ser un Gobierno del PP el que haya limitado el sueldo de los banqueros”, dijo el viernes el ex ministro socialista José Borrell. El PSOE de Pérez Rubalcaba se enfrentaa la decisión de la década: comportarse como leal oposición en este momento histórico, arrimando el hombro en la tarea de reconstruir lo tan burdamente por ellos dilapidado en los ocho años de Rodríguez Zapatero, o echarse al monte con quienes están siempre dispuestos a quemar la calle. Es parte sustancial del gran dilema existencial que este país tendrá que resolver en los próximos dramáticos dos años que vamos a vivir.

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