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España

El PSOE sospecha que Bono juega a representarle en un Gobierno de concentración nacional

 Los diputados socialistas solían calificar de ‘bonadas’ las incursiones periódicas que el hasta ahora presidente del Congreso hacía sobre la actualidad política. Sin embargo, el discurso de despedida que pronunció en la reciente Fiesta de la Constitución, además de provocar un profundo malestar en los dos grandes partidos, ha sido interpretado en Ferraz y en Génova como una señal inequívoca de que José Bono no solo no ha tirado la toalla en la política, sino que ha querido mostrarse disponible para asumir un papel protagonista en el caso de que las cosas vengan mal dadas.

La idea de un gobierno de emergencia nacional viaja en las mentes de muchos integrantes de la vieja guardia del PSOE desde hace meses. El extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra la ha explicitado por escrito y en su partido es una iniciativa que ha ido calando en previsión de que España llegue a ser rescatada y que la contestación en la calle se le vaya de las manos al nuevo Gobierno y a los sindicatos. Recientemente, un destacado líder sindical veía más probable dentro de ocho o nueve meses un gran pacto nacional que una huelga general, ante el previsible aumento del paro y las dificultades para pagar el seguro de desempleo.

Mientras en la cúpula del PSOE se comenta que Rajoy “puede ser el Papandreu de la derecha” y se busca a un líder que ayude a digerir en el partido el descalabro del 20-N, la voz de Bono ha sonado esta vez meridianamente clara en su despedida como presidente del Congreso. “Mientras estemos unidos en lo esencial, hay esperanza y no podrá triunfar el fracaso… Estoy muy seguro de que quien en esta hora no arrime el hombro no estará a la altura política y moral que exigen los españoles mas necesitados de solidaridad y de ayuda. Los parados, los dependientes, los muchos españoles que no llegan a fin de mes, nos reclaman unidad: ¡caminen juntos, pónganse de acuerdo!, nos dicen, de manera clara y contundente. Si para el acuerdo hace falta memoria, bebamos de la fuente de la memoria. Pero si para llegar a entendimientos y acuerdos fuera menester olvidar, bebamos entonces de la fuente del olvido…”. Para no pocos parlamentarios socialistas que escucharon este discurso, de ahí a proponer un Ejecutivo de concentración nacional solo hay un paso.

La apelación a esta unidad de acción entre Gobierno y oposición fue complementada por Bono con elogios envenenados a Zapatero – “Cuando la mar se calme contemplaremos en toda su dimensión tu obra de gobernante…” – y una sólida bienvenida a Mariano Rajoy: “De cada 100 ciudadanos, 72 tomaron la palabra y mayoritariamente reclamaron un relevo… Solo desde la unidad y el entendimiento seremos capaces de conseguir lo que España necesita…”.

Tono de jefe de Estado

Lo que más ha encrespado al PSOE es ese tono de jefe de Estado que Bono empleó en su despedida, presentándose “como el único político capaz de escapar a la lucha partidista”. Lo que más ha enfadado al PP es la forma en que “intenta meternos a todos en el mismo saco, como si no hubiera diferencias”. Bono señaló en el Congreso: “Mirando estos retratos circulares que adornan el salón de Pasos Perdidos, mirando a Castelar, Bravo Murillo, Figueras, Calatrava, ... ¿Quién de ellos era de izquierdas? ¿Quién de derechas? ¿Quién liberal o conservador? ¿Qué nos importa hoy en nuestras vidas cotidianas las diferencias ideológicas entre Maura y Sagasta, o entre Arguelles y Alonso Martínez?...”. Zapatero escuchó estas palabras con una sonrisa de hielo y Rajoy con el rostro circunspecto.

Según fuentes de ambas formaciones, la broma no es para menos. “Por un lado, pretende anular al PSOE como partido de oposición y, por otro, desconfía de la capacidad del nuevo Gobierno para sacar a España del agujero”, interpretan con palabras muy parecidas parlamentarios de los dos partidos.

Dentro de las filas socialistas se recuerdan las dificultades que va a tener Bono para auparse a la presidencia de su partido en el 38º Congreso, carrera en la que puede entrar en dura competencia con Felipe González y con Manuel Chaves, y los obstáculos que encuentra para facilitar que su hombre de confianza, el alcalde de Toledo Emiliano García-Page, compita con garantías de éxito como candidato a la secretaría general.

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