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España

Egipto vota entre triquiñuelas y nervios

En la escuela Sanaya, en el humilde barrio de Bulaq, varios hombres vagaban por los pasillos sin motivo aparente hasta que uno de ellos le alargó algunos billetes a un votante. Minutos después, el elector Bahat Nagui se declaró ajeno a ese tipo de actos y negó haber visto ningún signo de corrupción, pero terminó reconociendo que "se compran votos a gente que no sabe a quién votar".

En una sala apartada, entre vasos de té y humo de cigarrillos, un juez desconfiado retenía a los periodistas en la entrada mientras daba órdenes a los miembros de mesa, que se apresuraron a poner todo en orden. Eso no evitó que una vez dentro, el periodista viera cómo uno de los funcionarios introducía varias papeletas de golpe dentro de una urna. "Aquí mando yo y yo decido quién entra y quién no", dijo en la sala contigua otro de los jueces supervisores, que se negó a dar su nombre e impidió filmar la votación.

Las preferencias de los electores se dividían entre liberales e islamistas, aunque la decisión se complicaba a la hora de marcar en una sábana de papel a sus candidatos favoritos, identificados por su nombre, un número y un dibujo que ayuda a las personas analfabetas. "¡Vote el dibujo del farolillo!", recomendaban en plena calle dos jóvenes que repartían propaganda electoral del candidato identificado con este símbolo.

En la escuela Shubra, en el barrio cairota del mismo nombre, uno de los miembros de mesa, Ragab Awad, explicó que muchos indecisos preguntaban al juez para que éste les iluminara acerca de su voto, pero -aseguró- él es imparcial y se mantiene al margen.

La joven Cristine Farid, cristiana de 23 años, destacó que cada colegio es diferente y que en el suyo no ha habido problemas, aunque lo que más le asusta, añadió, es la fuerza de grupos islamistas como los salafistas Al Nur o los Hermanos Musulmanes del partido Libertad y Justicia.

Lo que sí tenían en común la mayoría de colegios eran las decenas de carteles propagandísticos pegados en sus fachadas o los niños que merodeaban por la zona repartiendo octavillas de los candidatos, a pesar de que estas prácticas están prohibidas por ley.

La campaña electoral se vivió hoy más que ningún otro día en las calles de la capital, donde coches equipados con altavoces pidieron el voto incluso para candidatos ya fallecidos, como es el caso del político Talat al Sadat, sobrino del asesinado presidente Anuar al Sadat, que murió hace solo unos días.

La espera merecía la pena

Ante las puertas de los centros de votación, se amontonaban los ciudadanos, impacientes por votar y exhaustos tras horas de espera. No querían perderse la oportunidad de ejercer su derecho en la primera jornada electoral tras la caída del entonces presidente egipcio, Hosni Mubarak, el pasado 11 de febrero.

En filas separadas o incluso segregados por colegios, hombres y mujeres esperaban su turno entre empujones y gritos: "Quiero votar como mis hermanas y mis hijas", vociferó una mujer a pocos metros de la puerta de una escuela.

Jóvenes soldados regulaban la afluencia de personas para impedir colapsos en el interior, aunque también allí las colas eran largas, sobre todo durante el momento de la oración, cuando algunos miembros de mesa pararon para rezar.

En el centro de El Cairo, el Ejército mantuvo cortadas las calles que hace solo unos días fueron escenario de duros enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que pedían la caída de la Junta Militar, que dirige el país desde la renuncia de Mubarak.

En la plaza Tahrir, el centro neurálgico de las protestas, los jóvenes revolucionarios se debatían entre la abstención y el voto, disconformes con el desarrollo de la jornada electoral. "Pensaba ir mañana a votar a Alejandría, pero estamos viendo tantas irregularidades que ahora se me están quitando las ganas", apuntó Hisham Ezat, miembro de la llamada Coalición de Jóvenes de la Revolución, que seguía acampando en la plaza.

En Tahrir, quienes quisieron votar se organizaron para hacerlo en turnos y no dejar apagar la llama de sus reivindicaciones, que hoy quedaron atenuadas por unas elecciones donde todavía está todo en juego.

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