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España

La Reina pilota junto al quirófano una "operación sellado" de las grietas de la Familia Real

Todo empezó con un beso. Ese insólito gesto público de cariño de la Reina al Rey, en las puertas de la Zarzuela, ante una batería de fotógrafos y a la espera de los Reyes de Holanda y los Príncipes de Asturias simbolizó el principio del cambio. Esa imagen valió alguna portada. Y miles de comentarios. Acababa de arrancar una sutil operación de imagen que algunos han bautizado como "todos junto al Rey" u "operación sellado de Botsuana"

Después de un infortunado verano en el que la Familia Real ofreció una imagen muy alejada de la tradición, con apenas coincidencia temporal en el Palacio de Marivent, sin las tradicionales estampas marineras, sin el alegre jolgorio de los primos, sin actividades conjuntas, sin sonrisas oficiales, Doña Sofía ha decidido sacar partido a la oportunidad en la desgracia. El beso fue la antesala del ingreso de Don Juan Carlos en el quirófano para someterse a su decimotercera intervención. Lo que Mallorca no ha unido, lo hará la Quirón. Y así ha sido.

En noviembre del pasado año, cuando el Rey fue operado de la cadera lastimada en la brumosa aventura elefantiásica de Botsuana, la reacción familiar fue bien distinta. La Reina, muy irritada, no apareció por el USP de San José a visitar a su esposo hasta tres días después de su ingreso. Sí estuvieron entonces a pie de quirófano los Príncipes de Asturias y sus hijas. Y luego lo hizo Doña Sofía con las suyas e incluso con el imputado Iñaki Urdangarin. Cada uno por su lado. Ni juntos ni revueltos. Todo, entonces, salió mal. Hasta la intervención quirúrgica, que derivó en una infección de la cadera que ahora el doctor Cabanela ha tenido que remediar.

Cambio de libreto

Las cosas ahora son bien distintas. Desde el minuto uno, la Reina ha estado presente en la Quirón. La noche del bisturí, con un libreto perfectamente diseñado, allí estaban, junto al Monarca, doña Sofía, los Príncipes y la infanta Elena. Todos posaron sonrientes, ya entrada la medianoche, y todos se besaron al abandonar el centro, donde habían compartido suite y piscolabis. La Reina y el Príncipe tomaron la palabra con mensajes optimistas y tranquilizadores. Una estampa de normalización. Un canto a la reconciliación. Todos con el Rey, en estos momentos duros de nueva visita "al taller". Y en medio de una tormenta en la que la palabra "abdicación" ha circulado como la pólvora por cenáculos, escaños, medios de comunicación y cuarteles generales del Gobierno y los partidos políticos.

Ocho horas permaneció al día siguiente doña Sofía en el hospital. Nada de la vertiginosa ‘visita de médico’ del pasado noviembre. El guión funcionaba como un reloj. De nuevo, visita de los Príncipes. De nuevo, visita de la infanta Elena acompañada de su hijo, el inquieto Felipe Juan Froilán, llamadle Felipe, please. Y aparición estelar de la infanta Cristina, recién llegada de su exilio ginebrino, esta vez sin su esposo, pero acompañada de su secretario, Carlos García Revenga, todavía imputado. La Reina, decide. Pero los Príncipes habían abandonado el hospital media hora antes para no coincidir con el ‘caso Nóos’. Todo tiene un límite.

El posoperatorio ha evolucionado "como la seda", en palabras del Príncipe. En la tarde del jueves, después de haber recibido la visita de varios ministros (el titular de Interior se mostró particularmente entusiasta con la visible recuperación del Monarca) se nos informó de que don Juan Carlos podía iniciar "la deambulación por la habitación", bizarra expresión incluida en el parte médico, quizás muy técnica pero que dio lugar a chascarrillos, bromas y alguna burleta en las tertulias radiofónicas de la mañana.

Barómetro de la situación

El desfile de la Familia Real por los centros hospitalarios en los que se han realizado las distintas intervenciones al Monarca siempre ha sido objeto de intensos análisis y finas disecciones por parte de los especialistas en los asuntos de la Corte. Esas visitas ejercen de barómetro sobre el estado de las relaciones internas de la Familia Real. Esta vez, todo ha funcionado con exquisita precisión. El ritmo de las presencias, el ajuste de las ausencias, las sonrisas, los posados, los comentarios y hasta los silencios. Hasta algunos comentarios de lápiz afilado han escarbado en el notable cambio de actitud de Doña Letizia tras su inquieto verano, que llevó al diario ABC a hablar de rumores de crisis en torno a la pareja.

Tiene el Rey tres largos meses de estancia en la Zarzuela hasta que pueda recuperar la normalidad. Ninguna salida, todo en Palacio. Despachos y audiencias controladas. En ocho o diez semanas, nueva intervención, para colocarle la prótesis definitiva. Y a la vuelta del nuevo año, cuando ya haya cumplido los 76, quizás pueda recuperar su actividad y su agenda. En estas largas semanas, el foco de los medios se posará de nuevo en los Príncipes. Será la prueba de fuego del guión de Doña Sofía y su escenificación de que el episodio Botsuana ha quedado enterrado y ya tan sólo es un mal recuerdo. Tan sólo queda por atravesar el "cabo de las tormentas" del escándalo Urdangarin. Pero eso parece estar ya en buenas manos.

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