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España

Trifulca en el PSOE por la oferta económica: “Hay que hablar para los electores, no para los inversores”

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto a Jordi Sevilla.

La tesis elemental de quienes consideran llegado el momento de que Pedro Sánchez y el redactor de su programa económico, Jordi Sevilla, abandonen las imprecisiones y defiendan medidas contundentes que conecten bien con el electorado socialista descansa en la convicción de que el PSOE está todavía a tiempo de recuperar parte del voto que se le ha ido a Podemos. “Es absurdo pelear ya por los antiguos votantes que han preferido irse con Ciudadanos, lo que dicen todos los sondeos es que el principal culpable de nuestra sangría ha sido Podemos y hay que poner toda la carne en el asador para volver a sintonizar con los que pueden estar dispuestos a apoyarnos si retornamos a nuestro discurso clásico de izquierdas”, reflexiona un diputado que conoce bien las encuestas que se manejan en Ferraz: un suelo de 95 escaños y un techo de 120 para su partido.

El ala izquierda del PSOE defiende la oportunidad de pelear por el voto que ha huido a Podemos, no a Ciudadanos

Ahora es el momento de hablar para los electores, no para los inversores”, afirma otro parlamentario socialista, muy crítico con los mensajes contradictorios que Jordi Sevilla viene transmitiendo en las últimas semanas a empresarios del Ibex, banqueros y fondos de inversión interesados en escudriñar qué pasa por la cabeza de uno de los principales redactores del programa electoral. Sevilla ha comentado al mundo económico y financiero que la reforma laboral que Pedro Sánchez ha prometido ahora derogar será respetada en sus principales cimientos. También ha comunicado que, en caso de llegar al Gobierno, el compromiso con los objetivos de déficit será una constante y, por tanto, los retoques al artículo 135 de la Constitución acabarán en eso, en meros arreglos. Nada que ver con la persuasión que utiliza el secretario general cada vez que promete enterrar las principales reformas económicas del PP, incurriendo en continuas contradicciones que también desorientan en su partido.

Algunas voces críticas con estos planteamientos a veces tan vagos, a veces tan contradictorios, salen de la propia ejecutiva del PSOE y también de su comité federal. No entienden por qué Jordi Sevilla está siendo tan tibio en la reforma del mercado laboral –su propuesta estrella consiste en subir el salario mínimo a 1.000 euros en 2023–, por qué deja fuera del programa el encarecimiento del coste del despido, pese a los cambios en contra que introdujo Zapatero en 2011, y por qué no detalla las medidas que aplicaría si gana las elecciones para reducir la desigualdad.

Modernizar el lenguaje económico o recurrir al clásico

La falta de cohesión interna se constata en las fricciones que mantiene un sector del partido, firme defensor de modernizar el lenguaje económico olvidando los requerimientos de la militancia de base –mejor identificada con las ofertas electorales que antaño redactaba legislatura tras legislatura el exdiputado Francisco Fernández Marugán–, y otro partidario de radicalizar el discurso conforme a la estela dejada por Podemos como vía más directa y eficaz para poder ganar las legislativas. “Tiempo habrá de dedicar tiempo a los empresarios y a los fondos de inversión, lo primero ahora es llegar al Gobierno”, insisten desde este último sector.

Hasta ahora, es el propio Pedro Sánchez quien está mediando en estas tensiones. Jordi Sevilla está instalado en la escuela de pensamiento que desoye lo que dicen las bases del partido, en las que se critica que en su fichaje por la consultora Price mediara Luis de Guindos, mientras que otros dirigentes, como María Luz Rodríguez o Manuel de la Rocha, responsables de Empleo y de Economía en la ejecutiva, se encuadran más en la segunda. Todos parten de una premisa fundamental: en un momento u otro, antes o después de las primarias celebradas en julio del año pasado, reconocían en privado que Pedro Sánchez carecía de proyecto político y de ideario claro y llegaba, por tanto, al timón de Ferraz sin el oportuno equipaje intelectual.

El doble lenguaje del PSOE, uno para inversores y otro para electores, dispara las contradicciones

Han transcurrido desde entonces 15 meses y dentro de la dirección del Partido Socialista se reconoce que, a pesar de la tormenta que descarga sobre el PP después de cinco derrotas electorales consecutivas, se corre el riesgo cierto de no poder gobernar tras el 20-D. Unos y otros ven a Pedro Sánchez aparentemente cómodo viviendo en la inercia, la que le lleva a haber pasado de puntillas por los cambios registrados en Grecia o a haber mirado para otro lado, refugiado en el silencio, ante la renovación del liderazgo en el laborismo inglés.

Estas y otras razones, afirman algunos parlamentarios, son las que explican que todavía dentro del PSOE, siempre fuera de sus órganos de dirección, se especule con el número de diputados que obligarían a un cambio de liderazgo después del 20-D y se reflexione sobre los motivos por los que el PP, a pesar de todos los pesares, continúa encabezando como ganador la mayoría de las encuestas.

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