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España

Zapatero apadrina a Carmona sin patadas a Aznar

Zapatero escucha a Carmona durante el acto.

Los mítines de José Luis Rodríguez Zapatero nunca fueron los más brillantes. Su oratoria, con esa cadencia de su voz, ese movimiento de su rostro y esa mirada fijada en el infinito, todas ellas tan suyas, nunca movió a las masas. Pero como tenía el mando del PSOE y del Gobierno no faltaban a su alrededor los palmeros que aplaudían cada uno de sus discursos como si acabasen de escuchar a Al Pacino al final de Esencia de mujer. El poder, con su erótica, sus herramientas y hasta su canesú, ya saben. En esta campaña Zapatero ha hablado poco, acaso porque no son muchos quienes desean tenerlo a su lado frente a los votantes. Sin embargo, este lunes apadrinó en Madrid al candidato socialista a la alcaldía, Antonio Miguel Carmona. Era impensable perderse tamaño evento. 

El PSM convocó al personal con la excusa de "la entrega a la ciudadanía del programa electoral". La cita era en el madrileño Parque del Capricho. Acudieron más medios que público a escuchar al aspirante y al exjefe del Ejecutivo. Zapatero luce muchas más canas y presenta más arrugas en su rostro pero mantiene esa sonrisa ancha y permanente como si no le hubieran afectado los años y los fracasos. "Voto a Carmona con entusiasmo porque va a hacer un proyecto de renacimiento de la ciudad de Madrid" sostuvo, sin aclarar si se refería a que su correligionario tenga pensado volver a los orígenes grecolatinos, como hicieron los italianos seis siglos atrás. Para él, el candidato "tiene el programa más articulado y el proyecto más elaborado que el resto de los candidatos". Además, destacó que el PSOE "quiere decidir y gobernar porque los votos son para gobernar", por si alguien no lo sabía.  

Zapatero utilizó su tono más mitinero al final de su discurso, pero no quiso meterse con quien le precedió en la presidencia del Gobierno

Más acalorado por el clima y las palabras, Zapatero utilizó su tono más mitinero al final del discurso, pero no quiso meterse con quien le precedió en la presidencia del Gobierno. "Nos presentamos para gobernar, eh, Antonio Carmona quiere ser alcalde de Madriz, va a ser alcalde de Madriz, pero no por dar una patada ni a Aznar ni a Aguirre, no, por querer hacer cosas por Madriz, por eso quiere ser alcalde de Madriz". Inolvidable profundidad. Y para acabar, ahí estaba otra vez un ejemplo impagable de esa oratoria balbuciente y trufada de pausas del expresidente del Gobierno. "Antonio, alcalde; Antonio, amigo; Antonio, trabajador; Antonio, honesto; Carmona, alcalde de Madrid". Antológico. Prorrumpieron los aplausos y le tocó el turno al candidato, que, como hacen todos en cualquier partido, se reafirmó en su discurso mil veces repetido en estos días. 

Acabadas las alocuciones, los medios presentes buscaron otra vez a Zapatero en busca de alguna crítica a Aznar y Aguirre, que el domingo habían protagonizado un sonado encontronazo en el estrado de un mitin. Algo más irónico, dijo que el exjefe del Ejecutivo entre 1996 y 2004 "ayer estuvo interesante en las cosas que decía que habían pasado en la Alcaldía de Madrid". Después, Carmona se marchó a preparar los debates electorales que emite Telemadrid durante tres días. Unos choques dialécticos que Aguirre dice preparar "con muleta, con capote y con estoque" y donde se librará la batalla más esperada en la guerra encarnizada que mantienen las candidatas de PP y Podemos en la capital. Por su parte, Zapatero se fue del lugar sin ruido ni aspaviento alguno, como cuando dejó la presidencia, seguramente rumbo hacia su despacho del Consejo de Estado, donde se consumen los días de este gobernante inefable al que su partido parece no añorar

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