Quantcast

España

Mariano Rajoy, Bárcenas y las llaves de la santabárbara

Soraya Sáenz de Santamaría (i) y Mariano Rajoy (d), en el Congreso de los Diputados.

“A un tigre tienes que matarle o darle cariño; lo que no puedes hacer es andar hostigándolo todo el día y mucho menos dejarlo malherido en plena calle, porque se revuelve y te mata... Eso es lo que ha pasado en mi partido con Bárcenas. La Cospedal no lo tragaba, es que no podía con él, y desde que se instaló en Génova con mando en plaza se lo quiso cepillar. No paró hasta que lo consiguió. Pero, claro, el problema es que un tío que ha sido tesorero de un partido no sé cuántos años, que lo sabe todo, todo de todos, es muy peligroso si se le deja por ahí suelto y cabreado...” Dicen que el tigre de Bárcenas afila estos días sus colmillos dispuesto a saltar sobre su presa. Cuentan que no aguanta más, que está al límite de su resistencia, “que se pega un tiro o que se lía a tiros con todo bicho viviente”, porque la presión que soporta le ha vencido. Está dispuesto a romper la baraja. El estallido emocional se produjo el viernes 14, cuando el juez Pablo Ruz desveló que el ex tesorero del PP ocultaba otros 25 millones de euros en cuentas suizas, cifra que sumada a la ya conocida, de 22 millones, arroja la bonita suma de 47 millones o cerca de 8.000 millones de las antiguas pesetas. ¿Puede una cantidad semejante pertenecer a Luis Bárcenas?

Estamos ante el escándalo capaz de hacer estallar por los aires de una vez por todas la situación de unos partidos enemigos de las más elementales prácticas de democracia interna en su funcionamiento y acostumbrados a financiarse al margen de ley, porque las cuotas de los afiliados, irrisorias, y las cantidades que reciben de los PGE en función de sus resultados electorales son claramente insuficientes para mantener la costosa maquinaria de la que viven miles de familias en todo el país. La bola de nieve ha ido engordando hasta convertirse en un gran escándalo. El caso Bárcenas se agiganta día a día como el tronco del árbol de la corrupción del PP, del que la red Gürtel es apenas una de sus ramas, si bien importante, con sus raíces hundidas en las profundidades de los paraísos bancarios suizos, o tal parece. Una gran empresa sumergida, una maquinaria paralela cuyo presidente, en sus orígenes, fue Álvarez Cascos, cuyo consejero delegado ha sido Bárcenas, y cuyo agente comercial no era otro que Francisco Paco Correa.

Dicen que el tigre de Bárcenas afila estos días sus colmillos dispuesto a saltar sobre su presa

Ahora sabemos que había empresarios de la construcción que ingresaban sus “donaciones” al partido directamente en Suiza. Lo contaba este jueves en Vozpopuli Federico Castaño. A cambio de esas entregas, los paganos recibían el premio correspondiente en forma de concesiones de obra pública. Una práctica común a todos los partidos, particularmente a los dos mayoritarios que han tenido responsabilidades de Gobierno y por tanto acceso al Boletín Oficial del Estado. Una práctica inasumible desde el punto de vista del normal funcionamiento de un Estado moderno y de una economía de libre mercado y competitiva, cuyos nefastos efectos pagan al final los ciudadanos en forma de menos libertad y mayores precios de los bienes y servicios que consumen.

Génova y el Partido Popular han perdido el control de la situación. En el caso Bárcenas, y en tantas cosas, son esa barca que navega a la deriva, esa balsa de piedra que dijo el Nobel, confiada en que la meteorología y las corrientes favorables le acerquen a la costa y le permitan fondear en cala abrigada. Es el desconcierto que suele acompañar a los fines de ciclo, las caídas de imperios, los estertores de Régimen: nadie dirige la orquesta, todo sucede como regido por fuerzas descontroladas que se mueven a su antojo. La calle se agita y ocurren cosas estrambóticas, inexplicables, incluso risibles. Quienes parecían estar al mando se encogen de hombros, doblan la esquina, se esconden. Llegan las desgracias o amanece la calma, y todo ocurre como esa balsa que, sin GPS, siquiera sin sextante, se despierta, tras la noche atormentada, a vista de costa y con la mar en calma. “Bárcenas tiene hoy las llaves de la santabárbara”, asegura un noble pepero con años de mili, “y puede hacer volar por los aires al partido”. Este jueves le toca declarar de nuevo ante el juez Ruz en compañía de su esposa, y algunos temen que el ex tesorero, que ha llegado al límite de su aguante, termine por desfondarse y cantar: que el dinero en cuentas suizas no es suyo, sino del Partido Popular S.A.

Botella: “Por lo menos mi marido ha conseguido mover el barco”

Mariano Rajoy, con esa apatía que parece acompañar la escasa diligencia de un partido que llegó sorprendido al poder, sin ninguno de los deberes hecho, y que tampoco ha sabido mantener aseado su propio patio trasero, ha perdido el control del pañol donde se guardan munición y explosivos, artefactos que ahora un hombre acosado amenaza con hacer explotar. “Por lo menos mi marido ha conseguido mover el barco”, dice Ana Botella de su Josemari. Llamativa muestra de incapacidad para gestionar elemento tan vital para la vida del propio partido y pregunta obvia, casi obligada, que formularía el más lego de los miembros de la congregación patria: ¿Puede un grupo que no sabe llevar su propia casa, que ha demostrado tal ineptitud a la hora de desactivar este escándalo, hacerse cargo de la gestión de un asunto tan difícil y complejo como es el Gobierno de España, un país sometido hoy a los embates de toda clase de crisis?

Ahora sabemos que había empresarios de la construcción que ingresaban sus “donaciones” al partido directamente en Suiza

La misma diligencia viene mostrando el Gobierno en la gestión de otro escándalo, el que afecta a la Familia Real, en general, y a la infanta Cristina, en particular, y su polémica venta, o no, de 13 inmuebles. También aquí el Ejecutivo parece superado por las circunstancias, perplejo, perdido, sin explicación creíble. El ministro Montoro dijo el viernes que mañana lunes, a lo sumo el martes, dará a conocer el resultado de la investigación abierta para saber por qué la Agencia Tributaria (AT) atribuyó a la infanta la venta de trece fincas, un “hecho lamentable” según don Cristóbal. Desde que estalló el escándalo han transcurrido ya más de 8 días... ¿Realmente necesita Hacienda y la AT tanto tiempo para dar una explicación creíble? Silencio, la están peinando.  

El informe remitido en su día por la AT al juez del “caso Nòos”, José Castro, aseguraba que la Infanta había vendido en 2005 fincas y tierras de su propiedad en las provincias de Alicante, Ciudad Real y Barcelona, poco después de realizada la compra por 5,8 millones de su palacete en el barrio barcelonés de Pedralbes. El dossier enviado al juez señalaba que la hija del Rey había enajenado 13 pisos, casas y tierras por un valor 1,43 millones. El mismo informe aseguraba que de la información aportada por notarios y registradores no se deducía la existencia de tales operaciones. Alimentado por el desmentido de la Casa Real y las contradicciones de Hacienda, las más variopintas teorías, algunas rozando la conspiranoia, se han podido escuchar estos días por los mentideros patrios.

El hilo de un ovillo que apunta al blanqueo de capitales

Ocurre que la suma de esas 13 operaciones, los citados 1,43 millones, coincide casi exactamente con el presupuesto que en su día la pareja Urdangarin-Borbón recibió para acometer las obras de acondicionamiento y mejora del palacete de Pedralbes, aunque la cifra final terminó siendo muy superior. De acuerdo con la tesis que circula por Barcelona, estaríamos ante una operación de blanqueo de dinero del Instituto Nòos en la cuantía necesaria para poder acometer esas obras. Vozpopuli fue el primero que, el 18 de junio pasado, habló de esa posibilidad. Estaríamos ante el hilo de un enorme ovillo de certificaciones que, simulando ventas ficticias, se habrían estado remitiendo a Hacienda desde notarías y registros por parte de algún oficial venal, ello sin necesidad de escrituras ni de firma de notario, utilizando el DNI de la infanta (se habla también de políticos y personajes de gran notoriedad), en la confianza de que ningún inspector de la AT iba a osar reclamar una paralela a la hija del Rey.

La misma diligencia viene mostrando el Gobierno en la gestión de otro escándalo, el que afecta a la Familia Real

La otra explicación apunta a la elaboración de una trama desde instancias oficiales para desacreditar al juez Castro –y de paso a la AT- con una operación tan torpe como la comentada (la supuesta venta de 13 inmuebles que nunca pertenecieron a la Infanta), de cuyo descubrimiento se seguiría una oleada de piedad colectiva hacia la figura de esa frágil, sufridora mujer que hay en Cristina de Borbón, burdamente agredida por quienes persiguen el descrédito de la Familia Real. Pero, ¿realmente es posible imaginar a alguien en este Gobierno o a cualquiera de sus instancias, siquiera el CNI, con capacidad bastante para maquinar una operación semejante, con algo de inteligencia detrás? La teoría se ha venido retroalimentando de la penosa petición de “disculpas” a la Familia Real formulada primero por Montoro y finalmente por el propio presidente Mariano Rajoy, disculpas que lesionan la dignidad de cualquier demócrata y ofenden la inteligencia del español medio.

Decir a estas alturas que el Gobierno de la nación está decidido a tapar este escándalo como sea no es ningún secreto. A cambio de un cómodo tránsito por los juzgados y de la desimputación de su mujer, Diego Torres se comerá el marrón del affaire Nòos como “autor intelectual” del escándalo, con el pobre Urdangarin convertido en un espantajo “orientado hacia la vertiente institucional y comercial” (sic). ¿La infanta? Una santa. Con esta crudeza lo sugiere ya el informe filtrado el viernes por Hacienda. Ruedas de molino. Si la AT, Hacienda, el Gobierno y la Familia Real quieren que les compremos esa mercancía, basta con que saquen a la luz las declaraciones de la renta y patrimonio de la Infanta de los últimos 10 años. Más fácil, imposible.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.