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España

Rajoy decreta inaugurado oficialmente el año de la felicidad

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

El equipo de Moncloa juega mucho mejor fuera de casa. Lo reconocen los veteranos fontaneros del lugar. "Cuando viajamos, Rajoy recibe elogios por doquier. Se nos pone como ejemplo, se nos aplaude, se nos valora. En cuanto regresamos a casa, todo son caras largas, críticas y varapalos". En ningún lugar como fuera de casa, podría remedar Rajoy.

El presidente del Gobierno regresó de Veracruz muy optimista. La cumbre Iberoamericana fue regular, con resultados nimios. Nadie, salvo el ministro García-Margallo, esperaba algo mejor. El jefe de nuestra diplomacia redondeó una actuación gris. Su penoso viaje a La Habana fue la antesala del naufragio en México. Raúl Castro le castigó con un plantón descomunal y no logró ni la asistencia ni del dictador cubano, ni de los presidentes de Brasil, Argentina, Venezuela o Bolivia. Del "lado negro del subcontinente" acudió Ecuador.

Asuntos menores para Rajoy, quien se hartó de recibir palmadas en la espalda. "Desde los tiempos de Felipillo, no se vivía una cosa igual", comentaba a este diario un diplomático sudamericano, en relación a las visitas por Suramérica de Felipe González, el líder europeo más popular del Hemisferio.

También resultó notable la intervención de Felipe VI, que se vio eclipsada por las noticias que llegaban desde Palma por el juicio de su hermana Cristina

Vino muy crecido Rajoy del ismo iberoamericano. Se había desplazado en compañía de su esposa, quien no suele viajar demasiado. Éxito redondo. También resultó notable la intervención de Felipe VI, que se vio eclipsada por las noticias que llegaban desde Palma por el juicio de su hermana Cristina. Un contratiempo apara el debut del rey en ese Foro ibaeroamericano tan querido para su padre, como demostró en muchas oportunidades. El mundo de habla hispana es objetivo importante para la Institución, y don Felipe lo conoce muy bien, después de decenas de viajes para asistir a las tomas de posesión de numerosos mandatarios de aquella zona.

Apenas unas horas después de aterrizar en Barajas, el presidente del Gobierno aprovechó un encuentro empresarial con primeros espadas del mundo económico, con César Alierta como anfitrión, para clamar urbi et orbi que "La crisis ya es historia". Este es el mensaje que toca difundir a partir de ahora. Se acabaron los comentarios sombríos, los pesimismos, los cenizos y las caras macilentas. Toca transmitir optimismo y, si se apura, felicidad. "La recuperación ya se vive en los mostradores de los pequeños negocios, en los pedidos de los proveedores, en las barras de las cafeterías, en las mesas de los restaurantes, en las nóminas de muchos españoles y en el interior de los hogares", recitó el presidente del Gobierno, con un tono de alegre vendedor de enciclopedias, muy aplaudido por los presentes. El máximo ejecutivo de Telefónica insistió en la misma línea. Todo iba mal pero empieza a ir mejor. Casi bien.

La clave de la acción del Gobierno no consiste ya en transmitir un escueto mensaje de recuperación económica sino en comunicar optimismo

Al día siguiente, Sáenz de Santamaría efectuó los pertinentes ecos del discurso de su jefe al comentar que 'la economía ha cambiado de ciclo' y que hace tres años 'muchos no pensaban que estaríamos donde estamos'. La clave de la acción del Gobierno no consiste ya en transmitir un escueto mensaje de recuperación económica. Se trata de ir mucho más allá. De comunicar optimismo. Crece el consumo, el turismo, la inversión extranjera, el empleo (sea o no precario). Nos fían para financiarnos mejor y a un precio menor, resumió la mano derecha de Rajoy en La Moncloa. En suma, que la crisis ya es historia, según su parecer. Evidentemente, el CIS no piensa lo mismo. Pero habrá que darle la vuelta a la opinión pública y no hay demasiado tiempo para hacerlo.

Militantes escépticos, votantes cabreados

En ese mismo Consejo de Ministros, la vicepresidenta anunciaba nuevas subvenciones para Cáritas y el titular de Industria anunciaba que se daba luz verde al bono social para gas y electricidad para personas sin recursos. La crisis ha terminado, pero no para todos, evidentemente. Detalle que no permitirá hacer zozobrar la línea de navegación emprendida por el Gobierno. Sus coordenadas son bien sencillas. El PP necesita animar a sus seguidores más escépticos y a su votante más cabreado. Casi tres millones, de acuerdo con las encuestas. 

La corrupción y la crisis son las dos cuestiones que más paralizan al tradicional simpatizante de la opción conservadora. Sáenz de Santamaría ha lanzado con enorme éxito su web de la Transparencia, donde alguno de sus compañeros de Gabinete no resultan muy bien parados. Morenés, titular de Defensa, por ejemplo, queda retratado de mala manera. Pero bueno, no es del partido y su presencia en el Ejecutivo se debe a una recomendación del rey emérito. Cosas del pasado, negocios poco transparentes, intereses espurios, asuntos con los que hay que ir acabando, piensan en Moncloa. Es un paso más en la batalla por recuperar la credibilidad en la lucha contra esta lacra, que tiene acogotado al PP con los casos Bárcenas y Gürtel, de pronta resolución judicial.

Modificar la percepción sobre la crisis es cuestión de estado de ánimo mucho más que de números. Las cifras macro evolucionan bien, pero no son suficientes. Las micro no se advertirán hasta que se aprecie en el bolsillo de las clases medias la bajada de impuestos de Montoro a partir del mes que viene, y en verdad se palpe en la calle el descenso del paro. Algo de eso hay pero se necesita mucho más. De ahí la decisión con la que Rajoy se ha lanzado a decretar la apertura oficial del año del optimismo, del estado oficial de la Felicidad. Ya es Navidad en Moncloa y así tendrá que ser hasta el año que viene por estas fechas. Las urnas lo reclaman. "La crisis ya es historia".

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