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España

Aznar impulsa a Pablo Casado en la guerra de sucesión de Rajoy

Rajoy conversa con Casado y Moragas

José María Aznar mueve en estos días con discreción la candidatura de Pablo Casado como posible relevo de Mariano Rajoy al frente del Partido Popular. Las maniobras subterráneas en la formación conservadora no cesan desde que sobrevino el cataclismo del 20-D y ha aumentado su intensidad conforme se alejan las posibilidades, aparentes, de que el actual presidente en funciones renueve su permanencia en la Moncloa.

Pablo Casado forma parte del nuevo equipo del PP que aterrizó en Génova después de las elecciones europeas. Junto con Maíllo, Maroto y Levy, ha sido uno de los encargados de transmitir una nueva imagen del PP, con relativo éxito. El bombardeo de casos de corrupción no han cesado desde antes de la campaña electoral y han impedido todos los empeños puestos en mudar de raíz la imagen del partido. Rajoy tampoco ha colaborado demasiado en estos esfuerzos por transmitir una sensación de nueva etapa y de apuesta por la renovación.

Pablo Casado, palentino, 35 años, diputado por Ávila, trabajó junto a Esperanza Aguirre en la Comunidad madrileña y ocupó luego el puesto de jefe de Gabinete de Aznar en tiempos ya de la oposición. Hombre mediático, tuvo que salir a dar la cara en momentos sumamente ríspidos del partido, cuando Bárcenas y la Gürtel y cuando Dolores de Cospedal optaba por quedarse en segundo plano. En el PP lo ven como 'un hombre de Aznar, pero también de Rajoy'. El presidente en funciones también lo piensa, aunque a la hora de inclinarse por algún candidato, en el caso en el que se vea forzado a dejar la política, acaricia la idea de la ministra Ana Pastor, su colaboradora más leal, entregada, despierta, intuitiva de todo su equipo. A Casado le considera demasiado joven y hay en Génova alguna gente que le cuenta historias que no terminan de agradarle.

Las críticas de Faes

Aznar, que nunca ha abandonado la política, celebra desde hace semanas una serie de encuentros, almuerzos y reuniones con fieles de su partido, analistas, tertulianos... en los que describe un panorama nada alentador sobre el futuro del PP y desliza sin titubeos el nombre de Casado como un hombre que podría manejar la batuta de la formación en estos tiempos de turbulencias, de acuerdo con las versiones de alguno de los asistentes a estas citas. Desde Faes, la fundación de pensamiento del PP, que preside Aznar, también se participa en este movimiento crítico hacia la actual dirección, como acaba de hacer Miguel Ángel Quintanilla, director de publicaciones, en un opúsculo de muy reciente aparición titulado "El ser y el proceder del PP". 

Distinguidos barones y veteranos jerarcas mueven los codos, y hasta las navajas, para hacerse un hueco en la batalla de la sucesión

El partido vive sumido en un profundo abatimiento. La Moncloa se antoja cada día más lejos. Incluso la posibilidad de unas nuevas elecciones no garantizan una victoria clara que permita gobernar de nuevo. La figura de Rajoy se difumina, como en el famoso filme de Woody Allen. Distinguidos barones y veteranos jerarcas mueven los codos, y hasta las navajas, para hacerse un hueco en la batalla de la sucesión.

Rajoy bracea con obsesión para no resultar arrastrado por la corriente, pero si Sánchez logra su objetivo, tendrá que ceder e irse a casa. Y ahí aparece Núñez Feijóo, el otro gallego inevitable, histórico tapado y supuesto delfín, quien brujulea con intensidad en los medios y no desvela si piensa presentarse de nuevo a la Xunta de Galicia. Ni sube ni baja, su mirada puesta siempre en Madrid, le delata como el corazón de Poe. Cristina Cifuentes, otra líder regional que destaca siempre en las quinielas, se muestra más discreta en sus ambiciones. Sáenz de Santamaría, cautelosa y casi silente, no goza de la querencia del partido pero, responsable del CNI, tiene toda la información bajo control. Alguno de los aspirantes a la sucesión se anda con mucho cuidado estos días, por lo que pudiera aparecer.

El congreso que nunca existió

El día después del desastre electoral de las generales, el PP celebró un comité ejecutivo. Allí se plantificó Aznar. Sin avisar. Nunca había asistido a ese cónclave desde su retirada de la primera línea de la actividad. Se le colocó en un esquinazo, junto al ignífugo Jesús Posada. Desde allí, leyó a sus compañeros de reunión un breve comunicado en el que apoyaba a Rajoy en su intento por conseguir la investidura y, he aquí lo importante, reclamaba la celebración de un "congreso abierto" para refundar el PP. Rajoy hizo alguna broma después al respecto. Y sigue sin convocar el Congreso.

Aznar se mueve. Comenta en esas reuniones que el PP tiene que renovar su cúpula, modificar sus estructuras, apostar por la regeneración y jugar a fondo la baza de una renovación abierta y radical. Pablo Casado podría ser un buen director de este momento clave en la vida del partido. En ello está.

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