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España

Aznar enardece al PP, se reivindica ante Bárcenas y llama a la reconquista del voto

El expresidente del Gobierno, José María Aznar

Clima de euforia y entusiasmo entre la mayoría de los asistentes a la primera jornada de la Convención Nacional del PP. Un arranque furibundo que caló en un partido que llegaba adormecido al recinto ferial de Madrid y salió dispuesto al combate ideológico y a la recuperación de los principios. Aznar conoce muy bien a su gente. Sabe lo que se espera de él. Y no defraudó las expectativas. Se creció ante el colmado auditorio con un mensaje directo y visceral. "¿Dónde está el PP?, ¿aspira realmente a ganar las elecciones?", preguntó a los presentes en una estocada fiera en el corazón del actual equipo dirigente. Un "sí" eterno y atronador, como de platea infantil en tarde de circo, respondió a la pregunta ante un Rajoy silente y prudente. Excelente encajador, no movió una ceja y aplaudió cuando convenía, consciente de que hay un sector del PP, histórico y tradicional, que quiere ponerse en pie y hacer frente a todos los desafíos, que quiere dar la cara y no abonarse al brazocruzadismo.

Emocionado hasta la lágrima al recordar a Gregorio Ordóñez, veinte años de su asesinato, Aznar se metió en el bolsillo al expectante público a las primeras de cambio. Luego, repartió 'cera' a todo lo que ahora mismo se mueve en el panorama político.

Separatistas y terroristas

Se dirigió a los secesionistas catalanes. "Nadie puede echar un pulso al Estado sin que esto tenga consecuencias. Dicen los secesionistas que los catalanes quieren marchar hacia el abismo y no es verdad". A ETA y sus acólitos: "Los terroristas, en la cárcel, cumpliendo sus penas. Los que siguen apoyándoles, a los tribunales". Memoró a las víctimas, que se manifiestan hoy contra el Gobierno. "Mañana, aquí y donde sea, memoria, dignidad y justicia". A Bárcenas (sin nombrarlo) y a la corrupción que zarandea la estructura de su partido. "La corrupción es un cáncer que no podemos tolerar. Con la ley, con todas sus garantías pero con todas las exigencias". Y remató, reivindicándose sin ambages: "Mirándoos de frente os digo que de mis actos respondo desde el primero hasta el último". Es el periodo de su Gobierno el que precisamente más está salpicado por las actuaciones irregulares que escudriña el juzgado de Ruz. Al incipiente Podemos. "No hay nada bueno en dejar un anclaje firme de estabilidad y convertirse en una fuente de problemas". Y a la izquierda en general. "La izquierda se divide en tres: los que han decidido hundir el barco, los que están en la inopia y los populistas. A todos se les cayó el muro de Berlín y a algunos los cascotes del chavismo".

Aznar: "La izquierda se divide en tres: los que han decidido hundir el barco, los que están en la inopia y los populistas"

La tarde fue de Aznar, convertido en la estrella rutilante un amplio sector de la derecha, en el guía prometeico de la reconquista que algunos piensan que España necesita. El PP o el caos, vino a ser el resumen de su encendida intervención, en la línea de lo que en su día planteó, con tono más mesurado, el propio Mariano Rajoy, algo capitidisminuído durante la catarata dialéctica de quien fuera su predecesor. Llamó a recuperar el ideario del partido, igual que había hecho Esperanza Aguirre en su también aplaudida intervención. Y animó a 'despejar algunas dudas' que existen tanto entre los militantes como en buena parte de los votantes del PP, que ahora se inclinan ampliamente por la abstención. Movilizar a los desencantados, ese es el objetivo del magno cónclave del partido.

La sombra de Bárcenas

Necesitaba el PP esta dosis de firmeza y estas invocaciones al entusiasmo uno de sus momentos más difíciles. Luis Bárcenas se había enseñoreado, apenas unas horas antes, de las televisiones y las portadas de los medios digitales, con su desafío petulante y prepotente a Mariano Rajoy. Invocó Aznar a la unidad, una pieza quebradiza en el seno de su formación, en especial cuando su efigie aparece por el horizonte. No hizo referencias de reproche a la actual gestión del partido. Se limitó a señalar el camino a seguir. No cabe duda de que más de uno se sintió señalado. Pero la tarde era de vítores y aclamaciones por parte de los fervientes aznaristas allí concentrados. Los más tibios y aún los escépticos, reconocían tras la sesión la indudable capacidad de Aznar para tocar la fibra de su parroquia. 'Dicen que he vuelto; pero si yo nunca me he ido", expresó con claridad, por si las dudas.

Turbulencias políticas

El cónclave del PP, que concluye el domingo con un discurso en el que Rajoy lleva trabajando desde hace semanas, persigue la movilización de sus dirigentes en un año plagado de urnas. Las buenas noticias económicas alientan un horizonte de optimismo en los diferentes comicios. Pero no mueven los sentimientos del militante, no hacen saltar las lágrimas, no arrancan cuajos de emoción. Y un partido, como confesaba un veterano militante, también necesita un liderazgo épico, en especial cuando te están abofeteando desde todos los frentes. "Somos nosotros o el desastre, eso lo tiene que entender la gente", comentaba una dirigente de la vieja Castilla.

Desde hace tiempo, Aznar y Rajoy viven un distanciamiento irreconciliable. Pero ha llegado el momento del toque de arrebato y, como ya hicieron en 2011, han aparcado sus diferencias para dibujar un trampantojo de reconciliación. El partido lo necesita. "Queremos ganar las elecciones para que las cosas que se han hecho bien, se hagan mejor y para que se corrijan las que se han hecho mal", sentenció Aznar.

El partido tiene que retomar la calle, despejar su actitud cohibida o decepcionada, defender una forma de hacer las cosas, asumir el pasado sin traumas, "devolver el ánimo a los desanimados, dar certezas a los que duda y decirle a los enfadados que siguen contando con nosotros". Quizás fue el comienzo de la reconquista o, simplemente, un espejismo acalorado y febril. El tiempo lo dirá. Pero Azar, de momento, ha cumplido. Ahí les dejó el bicho en el ruedo a quienes ahora tienen que rematar la faena. Dolores Cospedal, que cerró la tarde, se mostró, como era esperado, muy defensora de su gestión, de la del partido y la del Gobierno, y sin apenas resquicio para la autocrítica. Ni con la corrupción ni con las víctimas. Recibió también nutridos aplausos. Es lo que tienen las convenciones, que la asistencia jalea con fruición una cosa y la contraria.

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