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España

El día que Aznar tumbó a un líder de su partido tras pasar por el club Siglo XXI

29 de febrero de 1988. El entonces presidente de Castilla y León, José María Aznar, toma la palabra en la tribuna del Club Siglo XXI. Junto a él se sienta todo el sector crítico a Antonio Hernández Mancha, esto es, Miguel Herrero de Miñón, Luis Ramallo, Rodrigo Rato, Alberto Ruiz-Gallardón... En ese grupo selecto no se encuentra Mariano Rajoy. Él está del otro lado de la trinchera, pues ha formado parte del ala popular que ha encumbrado al andaluz frente a la candidatura de Herrero de Miñón en el congreso celebrado tan sólo un año antes. La expectación es máxima. Los entonces "herreristas" han venido agitando las aguas internas desde hace semanas. Cuando el acto termina es justo cuando se abre, oficial y públicamente, el proceso para tumbar al líder del centro derecha.

Aznar explica ante los suyos que Alianza Popular "ha superado en términos positivos la difícil situación que se produjo con la dimisión de Fraga, pero no debe conformarse con ello. Personalmente yo no lo acepto. Se equivocan de medio a medio los que, quedándose en la superficie de las cosas, centran las cosas en asuntos meramente personales, como si todo se solucionara en un triste 'quítate tú para ponerme yo'. Se equivocan también los que entienden que mejor es no hacer nada. Mi sincera opinión es que en AP tenemos que iniciar un proceso, que culminando en el próximo congreso ordinario, haga de este un gran congreso integrador y solidario, no excluyente, y abra un debate que sitúe a nuestro partido claramente en la vanguardia del proyecto y de la estrategia del centro derecha, en su núcleo capital y sirva a su fortalecimiento interior".

Miguel Herrero sonríe de "de oreja a oreja". Así lo constata uno de los periodistas que acude al acto, mi colega de La Vanguardia José María Brunet, en su crónica. Los herreristas buscan venganza después de verse preteridos por un advenedizo que ni siquiera se sienta en el Congreso de los Diputados y al que acabarían empujando a la presentación de una moción de censura contra Felipe González para que su asesinato político pareciera un suicidio.

Y prosigue Aznar: "nuestro partido debe determinar claramente su estrategia política, hacia el exterior asumiendo una mayor pluralidad y buscando el entendimiento, hacia el interior buscando su propio fortalecimiento como primera garantía de éxito. Esa es la tarea prioritaria de la Alianza Popular que debe surgir de un esfuerzo conjunto. Lo que AP sea depende de lo que seamos capaces de hacer nosotros. Desde mi tierra intentamos servir y aplicar muchas de las ideas que aquí he expuesto. Poniendo la contribución de aquellas tierras y en lo que valga a la entera sociedad española. He de volver a afirmar mi fe en la existencia de un proyecto alternativo del centro derecha español. Es una falacia decir que no existe alternativa, hay una alternativa al PSOE. Si además de desear una gran alternativa, la ven como yo factible, si es así, ojalá entre todos la hagamos triunfar".

Hoy, como en 1988, es una figura incómoda para los que se sientan en los despachos de Génova, y hoy, como aquel día, Rajoy está del otro lado

Pero lo mejor viene el en turno de preguntas, cuando insiste en que el partido "ha de definir su estrategia y perfeccionar su organización en un congreso que tenga lugar este año y que sea integrador y solidario", cuando señala que "no aspiro a ser alternativa de nadie" pero lo deja caer, o cuando admite haber sentido "cierto desamparo por parte de mi partido y también la sensación de ser ligeramente incordiado".

Los más veteranos del PP llevan días rememorando aquellos convulsos tiempos populares y el papel que José María Aznar jugó como pieza indispensable del "golpe" interno que culminaría en 1989 con la vuelta de Manuel Fraga. Y es que el expresidente del Gobierno vuelve este lunes al Club Siglo XXI, que ahora preside su amigo, y también crítico, Eduardo Zaplana, después de haber abierto la caja de los truenos en una entrevista en Antena3 el pasado 21 de mayo. Hoy, como entonces, es una figura incómoda para los que se sientan en los despachos de Génova; hoy, como entonces se deja acariciar por la idea de saltar al ruedo político nacional, y hoy, como aquel día de hace veinticinco años, Rajoy está del otro lado, escuchando sus arremetidas contra la política del Gobierno.

¿Tiene capacidad ahora Aznar de forzar un cambio de rumbo? Pocos lo creen, entre otras cosas porque si hay algo que le diferencia de 1988 es que en la actualidad sus críticas han tenido el efecto de cerrar filas en torno a su sucesor, provocando una oleada de malestar incluso entre quienes comparten sus reproches. En su mano está intentar restañar las heridas abiertas. Por lo pronto, no está previsto que ni el Gobierno, ni la dirección del partido ni del Grupo Parlamentario le acompañen el lunes.

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