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España

Tempestad sobre Génova: la designación de Moragas produce turbulencias en el PP

Mariano Rajoy junto a Jorge Moragas en una cumbre internacional.

En el PP ya apenas sorprende nada. Pero la designación de Jorge Moragas como gran contramaestre de Rajoy para pilotar la campaña de las generales ha producido incomodidad y cierto disgusto. Especialmente entre determinados veteranos del partido, desmoralizados tras el batacazo del 24-M y sin apenas fuerzas para movilizar a su gente de cara a las generales.

En Génova se esperaba la defenestración, más virtual que de facto, de Dolores Cospedal. Pero la elección de Moragas para encaramarse al timón del partido ha producido algunas reacciones adversas. Una tormenta de dimensiones limitadas, pero con mar de fondo. Se aventaban alegremente nombres como Núñez Feijóo y hasta Alfonso Alonso, que algunos medios llevaban incluso a su portada. Fundamentalmente, porque nadie pensaba en Moragas, 'el hombre de internacional' del PP y de Rajoy. Cierto que en la campaña de las generales de 2011 fue el asistente de Ana Mato. Y se ganó por mayoría absoluta. Pero su radio de acción es la política exterior, la diplomacia y los contactos internacionales. Un perfil algo alejado del intramundo cotidiano del partido.

Se considera a Morgas algo frívolo, prepotente e inevitablemente soberbio en el trato con la fiel infantería

El hombre fuerte del 'ala oeste' de la Moncloa no goza de una simpatía generalizada en su formación. Se le considera algo frívolo, insoportablemente prepotente e inevitablemente soberbio en el trato con la fiel infantería. Cierto que Moragas, barcelonés de casa bien, no disimula cierta displicencia con la segunda línea del partido, según quejas nada aisladas. Todo lo contrario ocurre en su entorno cotidiano. Su equipo en el complejo monclovita se deshace en elogios hacia su jefe. También mantiene, desde siempre, excelentes vínculos con importantes cargos de la formación conservadora. "Su problema es que no es hipócrita y se le nota demasiado cuando miente", dice un compañero suyo de años de militancia. "Pero es un valor muy positivo para Rajoy. En especial cuando está callado", añade.

Una lenta y dura digestión

El partido, maltrecho y desolado, intenta todavía digerir el revés electoral y la humillación a que está siendo sometido en algunas alcaldías, donde son desalojados por partidos, organizaciones, entes y activistas de izquierda extrema. Los casos de Esperanza Aguirre en Madrid, de Teófila Martínez, en Cádiz, o el de García Albiol, en Badalona, son muy expresivos. En las tres ciudades venció el PP y en las tres han conquistado el Consistorio las formaciones próximas a Podemos.

El gesto de Rajoy, poniéndose este jueves al frente del partido, se ha recibido con división de opiniones. Quizás es demasiado tarde, dicen muchos. Otros piensan que hay tiempo y que había que hacerlo. Con Moragas, eso sí, se da por hecho que se acabaron las disensiones entre el partido y Moncloa. Él estará en las dos bandas. Punto final a las disputas entre Cospedal y Soraya, alimentadas, según el soplo del viento, por Javier Arenas, el maquiavelo andaluz que sigue allí, en la cúpula de la organización, el veterano incombustible, el eterno superviviente. La opinión de Moragas, además, ha pesado notablemente a la hora de seleccionar a la joven camada de nuevos vicesecretarios. En especial la de la joven y muy vivaz Andrea Levy, del PP catalán, llamada a suceder en un futuro a Alicia Sánchez Camacho.

Moragas guarda buenas relaciones con los medios y con buen número de periodistas. Cuida su imagen, aunque odia aparecer como noticia. No concede entrevistas ni comparece ante las cámaras. Es el fontanero por antonomasia, que en ocasiones actúa de 'garganta profunda'. También tiene algún enemigo mediático, en especial de su mismo sector ideológico. 
En el ámbito de la comunicación será Pablo Casado el encargado de aparecer con fruición ante los micrófonos en tanto que el zamorano Fernando Maíllo, un ignoto político próximo a Sáenz de Santamaría y bien conocido de Rajoy, se encargará de coordinar la 'cocina' de Génova. Su nombramiento se ha visto agitado con el recuerdo de su paso por Caja España, donde anda en juicios.

Viajes, vuelos, desplazamientos, cumbres... la impericia de Rajoy con el inglés le convierte en "moragasdependiente"

Aznarista y marianista

Jorge Moragas, 50 años, se adhirió a la espalda de Mariano Rajoy tras el cataclismo de las elecciones del 2008, cuando el candidato del PP sufrió su segunda derrota y los barones menos complacientes pretendieron montarle una sublevación en el congreso de Valencia. Moragas, por entonces, provenía del aznarismo, ya que se desempeñó en el área de protocolo de presidencia y muchos pensaban que se alinearía con los planes inciertos de Esperanza Aguirre y demás impulsores del fin del 'marianismo'. Moragas, sin embargo, optó por subirse al carro oficialista, junto a Arenas y Camps que fueron quienes al final consiguieron arropar y blindar la continuidad del presidente del PP.

Desde entonces se ha paseado, mochila en ristre, a dos pasos de Rajoy, primero en la secretaria de presidencia y de Relaciones Internacional del partido y luego, tras la victoria en 2011, como director del Gabinete del presidente. Es el miembro del PP que más almuerzos ha compartido con Rajoy, según comentan en Moncloa. Viajes, vuelos, desplazamientos, cumbres... la impericia de Rajoy con el inglés le convierte en "moragasdependiente". Siempre lo tiene a mano. Moragas conoce a todo el mundo y mantiene excelentes relaciones en el ámbito europeo. Y estadounidense. A él le atribuyen el encuentro "casual" de Rajoy con Obama en el gimnasio de un hotel de Johannesburgo cuando los funerales de Mandela. También ha participado en iniciativas diplomáticas de peso, como la coordinación europea en el caso de Libia y otros.

Moragas es diplomático (de forma de ser y de carrera), ingenioso e hiperactivo. Va en (y como una) moto. Es el cancerbero del despacho presidencial, el controlador de agendas y el semáforo para las visitas. Si pone la luz en rojo, allí no entra nadie. En las últimas semanas, conforme declinaba la influencia de Sáenz de Santamaría, ascendía aún más la de Moragas. La vicepresidenta y el director de gabinete se soportan pero no se dispensan una particular simpatía.

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