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España

Los 1.000 corruptos y otras tareas pendientes de la Policía

El director general de la Policía en el desayuno informativo organizado por Vozpópuli

En estos días, miles de alumnos viven con la angustia de saber si aprobarán o no, si podrán disfrutar del verano o si se verán abocados a seguir hincando los codos a la espera de la oportunidad de septiembre. Son días, por tanto, de evaluación y a eso ha sonado en gran parte el discurso que el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, ha pronunciado este jueves en el desayuno informativo de Executive Forum y Vozpópuli. ¿Ha aprobado el político palentino en sus dos años y medio de gestión al frente del Cuerpo Nacional de la Policía? ¿Qué asignaturas tiene pendiente para septiembre y lo que resta de Legislatura?

No seré yo el que evalúe su labor, una cuestión que dejo en manos de los ciudadanos y de los 70.000 hombres y mujeres que dirige. Sin embargo, permítanme que ponga sobre la mesa aquellas grandes cuestiones de seguridad en las que, reconozcámoslo, aún estamos lejos del suficiente raspado (el sobresaliente lo dejo por imposible).

Me refiero, en primer lugar, a la lucha contra la corrupción, ese mal endémico que en esta época de crisis ha brotado con tal fuerza que a los ciudadanos nos ha permitido descubrir que no era algo nuevo, sino endémico y muy arraigado en nuestro país. ¿Cuánto? Este jueves Cosidó facilitó algunas pinceladas que demuestran que lo de erradicar esa costumbre de meter la mano en la caja pública está aún muy lejos de desaparecer. Dijo, por ejemplo, que en los últimos años se habían incrementado un 50% las investigaciones de corrupción, que se había abierto 160 pesquisas y que más de la mitad habían dado ya resultados.

Sin embargo, hubo un dato concreto que demuestra lo lejos que aún estamos de esa arcadia sin políticos sinvergüenzas al que debe aspirar toda sociedad: en las 82 investigaciones en marcha en estos momentos hay 1.000 sospechosos de corrupción a los que se ha puesto bajo la lupa de la justicia. Mil corruptos sueltos contra los que debe luchar una Policía que sufre la crisis en forma de carencia de medios, de agentes y de sueldos. Una Policía que, quieran admitirlo o no los políticos, los de ahora y los de antes, se ve demasiadas veces estorbada precisamente por las intromisiones de los que quieren resultados para ofrecérselos a los electores… pero sin tocar a sus siglas.

Cosidó también ha hablado de terrorismo, de ciberdelincuencia y de la trata de seres humanos como las otras asignaturas pendientes para la seguridad en España. Sobre el primero, y tras repetir ese mantra al que se ha abonado el Gobierno de Mariano Rajoy de la desaparición de ETA como su gran excusa para no coger el toro del fin de la banda por los cuernos, lanzó un par de obviedades y alguna novedad. Entre las primeras, que el yihadismo es la gran amenaza de Europa, con esos 'lobos solitarios' que pueden golpear en cualquier momento y que han encontrado en la guerra de Siria el lugar ideal para hacer el 'master' de la sinrazón. De la segunda, ese nuevo temor al terrorismo anarquista, ese movimiento que muchos creían desaparecido con Mateo Morral y que, sin embargo, Cosidó ha convertido en prioridad para la Policía. ¿Exagera el riesgo? El tiempo le dará la razón o le pondrá un cate.

Más deben preocupar los delitos en Internet, esa nube sin fronteras en la que los 'malos' juegan, precisamente, con esa libertad de estar en un país, cometer el delito en otro y utilizar para ello sistemas informáticos alojados en terceros estados. Ante ello, la especialización policial es importante, pero ineficaz si no superamos, precisamente, las dos fronteras que maniatan aquí y en el resto del mundo a las Fuerzas de Seguridad: las reales de los países y las legislativas que por falta de unificación entre Estados convierten en una entelequia poner en serios apuros a estos 'chorizos' de la red. Mientras tanto, a la Policía sólo le queda seguir sumando pequeñas victorias. Cosidó habló de más de 500 personas detenidas el último año y 8.000 denuncias investigadas. Aún queda mucho por hacer.

Como también queda trabajo en la lucha contra la trata de seres humanos. Está claro que elevar las vallas no sirve de nada, porque las escaleras de la desesperación son siempre mucho más altas. Pero también es evidente que de alguna manera hay que cortar ese negocio que enriquece a unos pocos sin escrúpulos con las ansias de una vida mejor de muchos. Porque, no lo olvidemos, muchos de los que finalmente llegan a ese falso El Dorado lo hacen para terminar siendo esclavos, esa lacra que todos creemos erradicada en el primer mundo. Es cierto que ya no lleva pesadas cadenas, pero no nos engañemos. Ahora luce tacones de aguja y escote en las cunetas de las carreteras, o se esconde en cuartuchos donde se hacinan a la espera de unos pocos euros por trabajar sin fin durante horas. Esta es una de las grandes asignaturas pendientes de una sociedad que se dice avanzada y democrática. Pero para combatirla hay que dar medios a los policías, humanos y materiales, y dejar de mirar las estadísticas en busca de números que permitan a los políticos hinchar el pecho. Hasta entonces, todos estamos cateados, señor Cosidó.

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