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España

El calvario de la candidata Aguirre: querellas, huelgas y escraches enlodan la campaña de la lideresa

La candidata del PP a la Alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre

Esperanza Aguirre sabrá si se ha de sentar en el banquillo tres días antes de que oficialmente arranque la campaña electoral. Enorme casualidad. La Audiencia de Madrid no ha tenido tiempo para decidir sobre el famoso incidente del carril-bus de la presidenta del PP madrileño. No hará como el Supremo, que suspendió las declaraciones de Chaves y Griñán hasta pasadas las autonómicas andaluzas, para no interferir.

Esta semana también se ha anunciado que el juzgado número 42 de Madrid admitía a trámite la querella que le ha interpuesto Podemos por un supuesto delito de calumnias. Aguirre reprodujo en un artículo unos titulares recogidos de la prensa nacional sobre determinados vínculos de la formación de Pablo Iglesias con grupúsculos filoetarras y chavistas. Querella admitida.

La presidenta del PP madrileño no cree en las casualidades pero siempre ha sido muy respetuosa con la acción de la Justicia

Episodios concatenados como un rosario incómodo y singular. La presidenta del PP madrileño no cree en las casualidades pero siempre ha sido muy respetuosa con la acción de la Justicia. Al cabo, los tribunales persiguen y han perseguido a buen parte de sus más estrechos colaboradores, alguno de ellos ahora en la cárcel.

La precampaña electoral está resultando muy dura para Aguirre. El 'dedazo' de Rajoy tardó mucho en posarse en ella para encabezar la lista local de Madrid. Luego, el embrollo sobre su renuncia a la titularidad regional del partido, y los líos con Cospedal. Y el tenso pulso con Cifuentes, aspirante a la presidencia de la Comunidad, para cerrar las listas.

Para redondear el lío, no se cortó un pelo la candidata cuando en esRadio aseguró que no se cerraba la puerta a ser un día presidenta del Gobierno. Otro lío. Hace unos días, cuentan que el presidente del Congreso se la encontró en un acto y le espetó: "Aguirre, tú no eres buena". Respondió ella: "¿Y eso?". "Pues porque si te salen las cosas bien intentarás desplazar a Rajoy de Moncloa", argumentó Posada, entre bromas y veras.

La huida y el retorno

Esperanza Aguirre ha vuelto a la primera línea de la política activa, de la que nunca se fue del todo. Un cáncer le hizo reflexionar sobre su carrera. Saltó en marcha del despacho de la Puerta del Sol y allí dejó a Ignacio González, un eficaz gestor sin carisma, antipático y serio pero que llevó a Madrid a niveles de ejemplaridad en sus cifras y cuentas.

La presidenta del PP madrileño ha regresado. Se presentó ante Rajoy con el empeño de alcanzar su sueño dorado: ser la alcaldesa de su ciudad. Siempre lo dijo. Aguirre se muestra casi siempre tal cual es, calla poco, tan expansiva y sociable. Muy desconfiada aunque incurre en gestos de ingenuidad. Buena aficionada a los toreros valientes (y a Cayetano), le gusta arrimarse al morlaco hasta el límite de lo posible. Hábilmente luego, se aparta para evitar el revolcón, como en Bombay, donde salió a la carrera del hotel erizado de terroristas sin mirar hacia atrás.

Una abuela sesentona

Se ha tomado la campaña tan en serio que no es rara divisarla en dos o tres escenarios por día y en dos o tres televisiones o radios por minuto. "Soy una abuela sesentona", declaraba a los medios cuando su lío con los agentes de movilidad. Aguirre pelea como si tuviera treinta. Da por segura su victoria, "voy a arrasar", y también afirma que se ve como alcaldesa. El candidato del PSOE, Antonio Carmona, es un peso ligero y elemental. Begoña Villacís, la aspirante de Ciudadanos, es una gran rival, atractiva, simpática, inteligente y cercana. Tendrá que contar con ella.

Es una candidata 10: nadie pasea las calles como ella, ni besa ancianos, aguanta a los bebés y soporta a las comadres

Muy difícil se lo ponen a Aguirre, que carece de grandes apoyos en Génova y menos aún en Moncloa. Los altos mandos de su formación, como Posada, la miran con recelo, desconfianza o rechazo. Rajoy no la soporta, pero es su mejor baza para no perder Madrid. Pocos políticos en el PP gozan de tal tirón y tanto gancho. Nadie pasea las calles como ella, ni besa ancianos, aguanta a los bebés y soporta a las comadres. Una candidata 10.

Votantes en fuga

Aguirre puede conservar ese voto del PP que huye muy cabreado rumbo a Ciudadanos. Mantiene la coherencia del discurso del partido: Aborto, terrorismo, impuestos... Arriola, el consejero de Rajoy, la teme porque asegura que moviliza a los rivales. Pero el gran gurú ya está de retirada, después de haberse ganado muy bien la vida hipnotizando durante años a los dirigentes del PP.

Ahora la candidata Aguirre hace frente, casi cada día, a un escrache, un boicot, una irrupción de gritones que le amargan el mitin. Ella les invita al estrado, para que tartamudeen sus anodinos eslóganes. Toda una incomodidad que soporta con estoicismo. Hasta se lleva de paseo por plazas y bulevares un sofá hinchable, un Chester, le dicen, en homenaje a un ignoto programa de televisión.

También ahora le preparan una huelga de limpieza. No a ella, sino a Ana Botella, que está de salida, últimos días en el potro de tortura. Pero la ciudad sucia será culpa del PP, o sea, de su candidata. Los sindicatos saben dónde, cuándo y contra quién golpean. Ya hicieron tiempo atrás otro paro los barrenderos de las calles. Los vecinos se enrabietan y se ciscan en el Consistorio. Lo normal. Botella ha prometido firmeza en la negociación. Y Aguirre, al fondo, aprieta los dientes y se acuerda de las abuelas de unos cuantos.

Así cada día, contra los elementos y en pos de un objetivo incierto. La mayoría suficiente para gobernar. El PP está de retirada en las grandes plazas. Madrid y Valencia corren peligro. Aguirre y Barberá se la juegan. Rajoy, al parecer, no tanto. Su examen no llegará hasta diciembre.

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