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España

Se precisa líder espiritual para proceso independentista; razón Cataluña

El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol, en su residencia veraniega en Queralbs (Girona).

La primera medida del primer presidente electo de la Generalitat, Jordi Pujol, tras la constitución del Parlament, fue la instauración de la Diada como gran fiesta catalana, mediante la Llei 1/1980:

“Artículo Primero: Se declara Fiesta Nacional de Catalunya la Diada del 11 de septiembre.

Artículo segundo: Esta ley entrará en vigor el mismo día de su publicación en el Diario Oficial de la Generalitat.

Por tanto, ordeno que todos los ciudadanos de Catalunya cooperen en el cumplimiento de esta Ley y que los Tribunales la hagan cumplir. Palacio de la Generalitat, 12 de junio de 1980. Jordi Pujol, President de la Generalitat.”

Una fiesta que en los años siguientes constituyó una expresión cada vez más indisimulada de las ansias separatistas inoculadas por las élites políticas catalanas. En los últimos tiempos, especialmente, ha presumido de especial simbolismo, con cadenas humanas y cientos de miles de personas en la calle, aunque también ha servido para propiciar algunos ridículos históricos.

En 2012, poco después de que Madrid se negara a contemplar ese pacto fiscal concebido e impulsado en gran medida desde la patronal Foment, tuvo lugar una espectacular Diada, que enfervoreció los ánimos del entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, que gobernaba cómodamente en solitario desde 2010.

Mas, que había hecho el eje de su mandato la nueva financiación para Cataluña que sirviera de inicio hacia la transición nacional, se sintió más respaldado que nunca. El todavía presidente se vio al frente de la manifestación multitudinaria y no perdió tiempo en convocar unas nuevas elecciones, que no le había pedido nadie. El resultado fue 12 diputados menos y una necesidad de pactos electorales que pueden acabar con su figura política.

“Independencia sí, pero no contigo al frente, que no nos fiamos”, fue lo que le dijo una gran parte del electorado y de participantes en aquella Diada histórica. El nuevo nacionalismo le daba la espalda a un político, tal vez recordando el duro golpe que sufrió cuando el entonces presidente catalán, Pasqual Maragall, le espetó a la cara que “el problema de CiU se llama 3 per ceƒnt”.

“Independencia sí, pero no contigo al frente, que no nos fiamos, le dijeron a Artur Mas”

Un Artur Mas atribulado y estupefacto no supo muy bien que responderle. Se limitó a poner una querella y amenazar con no dar apoyos para el nuevo Estatut. Maragall está aquejado de alzheimer y algunas fuentes opinan que en aquella acusación, desinhibida e irresponsable, comenzaban a aflorar algunos síntomas de la enfermedad, como ocurrió con Adolfo Suárez en 2003 en el famoso mitin de Albacete en el que se le traspapelaron las hojas sin motivo aparente.

Maragall pidió perdón y Mas retiró la demanda. Nunca más se supo del asunto, ni se volvió a hablar del tema. Tufo a compadreo político en las altas esferas y un gran lamparón sobre el estado de derecho que la sociedad nunca ha olvidado.

Ahora, falta menos de un mes para la próxima Diada a la que se está apuntando mucha menos gente de la prevista desde la organización, tal vez porque también falta menos de un mes para que los Pujol comiencen a desfilar por los tribunales. Será Jordi Pujol Ferrusola quien comparezca ante el juez Ruz y quién sabe cuándo lo hará su padre, requerido a su vez por la Agencia Tributaria.

La Diada, más interesante que nunca

El referente moral del catalanismo, el padre de todos los catalanes que ha sabido azuzar con gesto contrito a su gente hacia el separatismo porque “no encuentro motivos para que sigamos juntos”, ha reconocido ser un evasor fiscal, en lo que parece ser sólo la punta del iceberg de un gran escándalo.

El próximo 11 de septiembre será más interesante que nunca. Habrá que ver cuánta gente acude y qué mensajes se escuchan, aunque también puede ser que haya cierto temor subyacente, que dude de la posibilidad de una Cataluña independiente que no se convierta, simplemente, en la preciada posesión de unas élites corruptas, que son las que han empujado en los últimos 35 años a la sociedad desde un catalanismo integrado hacia una postura radical, con el “Madrid nos roba” grabado a sangre y fuego.

Resulta muy apropiado volver a leer el artículo sobre la separación de Chequia y Eslovaquia de la abogada Veronika Miskovichova publicó en Vozpópuli: “la tensión inaguantable a la que fueron sometidas ambas naciones fue creada y fomentada en gran parte por muchos de los líderes políticos de ambos lados de aquél momento. Había premios importantes en el juego, en particular la posibilidad de organizar desde los respectivos negociados la transición de la economía planificada a la economía de mercado, con las jugosas privatizaciones de la industria y los servicios clave incluidas”.

¿Es posible a estas alturas creerse una nación independiente sin esa corrupción estructural? ¿La independencia es un derecho histórico o se trata de una quimera pregonada a los cuatro vientos por unas élites que quieren quedarse definitivamente con un país para hacer lo que quieran sin dar cuentas ya a nadie? En definitiva, ¿independientes o todavía más cautivos?

Jordi Pujol, presidente de Cataluña durante 23 años, es la cabeza visible de una trama familiar envuelta en una presunta red de corrupción política, que va desde la evasión fiscal al cobro de comisiones ilegales, pasando por el tráfico de concesiones, cohecho, falsedad documental etcétera.

Su hijo y delfín, Oriol Pujol Ferrusola, ha debido abandonar la carrera política a toda prisa, envuelto en una presunta trama de ITV´s. El mayor es el protagonista de una delirante sucesión de episodios que van desde el maltrato a su ex novia a la evasión de dinero en sacos.

Jordi Pujol era el líder espiritual que legitimaba a la Cataluña no nacionalista a romper con España

Jordi senior se ha autoinculpado de un dinero evadido que, de momento, no son más que peanuts según las altas instancias andorranas, pero a su vez, está desarrollando una inteligente estrategia de defensa, pasando al ataque. En la jurisdicción andorrana tienen preeminencia los casos locales y no se pueden realizar juicios paralelos.

Es decir: tanto Andbank como BPA deberán dar información al juez andorrano en primer lugar, antes de facilitarla a España. Una estrategia diseñada a dilatar la investigación en lo posible, aunque condenada a tener un éxito mínimo.

Esto es: el juez Ruz ya ha enviado comisiones rogatorias para obtener información de Pujol Ferrusola, por lo que la teórica inmolación de Pujol senior sería totalmente en balde. No podrá detener una trama de muchos millones de euros entorpeciendo las pesquisas sobre 4 milloncejos en Andorra.

A CiU la dan por amortizada

El tiempo lo aclarará todo y no será pronto. Sin ir más lejos, todavía no hay sentencia sobre el Caso Palau (o Millet) y las investigaciones comenzaron en 2009. Pero lo que está claro es que el padre de todo el tinglado actual, el referente moral, es ahora un corrupto confeso. El líder internacional es vapuleado de manera inmisericorde por el Financial Times.

Resulta un fiasco comprobar que el líder espiritual supremo del nacionalismo, por quien se ha preocupado en realidad todo este tiempo en el poder ha sido por sus hijos, no por todos los catalanes. Queda por ver el efecto que tendrá todo esto en el nacionalismo, tanto el militante como el latente y silencioso; al que tanto y tan bien han sabido desplazar en estos años con el argumento de una Cataluña saqueada fiscalmente.

A CiU la dan por amortizada. Son muchos los que consideran a Mas un cadáver político y esperan a ver el demarraje de Josep Antoni Durán i Lleida, escindiéndose e intentando erigirse como el receptáculo de los valores democráticos de los que tanto ha hecho gala el nacionalismo catalán.

Si esto es así, en teoría quedaría el camino expedito para ERC pero ¿confían los catalanes en un futuro glorioso de la mano de Oriol Junqueras, Marta Rovira o incluso de la musa del separatismo, Carme Forcadell? ¿Son dignos patrones del barco hacia la gloria?

Carecen de seniority, anglicismo que en este caso podría proceder también de seny; de esa autoridad moral que se les ha atribuido a Josep Tarradellas o, hasta hace poco, a Jordi Pujol. Ahora, no se sabe muy bien a quién dársela. Esta Diada llega sin referentes. La ha desinflado quien la impuso. 

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