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España

Entre la necesidad y el deseo: Mas tendrá que pactar con Madrid una salida al embrollo

Artur Mas, en el último acto de la campaña electoral.

Es hora de que hablen las urnas. Cataluña acaba de vivir el paso del huracán independentista, un ciclón tropical cargado de emociones que ha emponzoñado barrios, separado familias y hecho añico viejas amistades levantadas sobre años de fidelidad compartida. Los daños han sido grandes y habrá que ver si la tormenta llega para quedarse en las verdes praderas donde antaño reinaba el seny o pasa de largo, barrida por la fuerza de la razón, el diálogo y el espíritu de concordia.

Sobre ese pasional teatro de sueños en que estas semanas se ha convertido Cataluña, algunos caracteres han quedado refrendados y no pocas mixtificaciones descartadas. Para empezar, resulta que Cataluña también es plural, una afirmación que podría parecer sorprendente a tenor del extraordinario despliegue gestual de ese Artur Mas i Gavarró, 57, travestido en nuevo Moisés, brazos al viento, mirada al futuro de la tierra prometida, dispuesto a llevar al pueblo elegido a través del Mar Rojo de la incomprensión de Madrit. Quienes pretendían convertir la campaña en un plebiscito, una pura ovación a las tesis secesionistas, pueden sentirse hasta cierto punto defraudados, porque se ha hablado de otras muchas cosas, de los ajustes presupuestarios del Govern, de los recortes en la sanidad, del paro, de la falta de expectativas… En un entorno mediático dominado por el control que los dineros de la Generalitat ejercen sobre todos los medios de comunicación, con excepción de la gente que en internet sobrevive como buenamente puede, esa Cataluña plural de izquierdas y derechas, de nacionalistas y españolistas, de pobres y de ricos, ha terminado por sacar la cabeza entre la marea independentista que todo lo anega.

El problema de Cataluña y, por extensión, de España, no es la necesidad de más autonomía, incluso de independencia si así lo prefieren, sino de más democracia

No se ha hablado, empero, casi nada de corrupción, que es el gran issue catalán y, por extensión, español. Siempre he dicho que los catalanes son los más españoles de entre los españoles, para lo bueno y para lo malo. Y también he dicho, yo y otras voces más autorizadas que la mía, que el problema de Cataluña y, por extensión, de España, no es la necesidad de más autonomía, incluso de independencia si así lo prefieren, sino de más democracia, de más calidad democrática, de ese confort que posibilitan las sociedades abiertas sobre la base de la igualdad de oportunidades, la efectiva división de poderes –que no división de funciones- y la existencia de una justicia igual para todos, no sometida al poder político de turno. Sorprende, por eso, que los candidatos hayan pasado de puntillas sobre el primer problema catalán, que no es otro que la corrupción de sus clases dirigentes.

Con las denuncias sobre la mesa de las supuestas cuentas suizas de la dinastía Pujol Ferrusola y del propio Mas, ni Pere Navarro, ni Alicia Sánchez-Camacho sacaron a colación el tema en el último debate a tres mantenido la noche del miércoles en 8TV. Ni el candidato del PSC ni la del PPC, que en los mítines se habían hartado de preguntar sobre esas cuentas y sobre el “caso Palau”, se atrevieron a incomodar a don Arturo con preguntas incómodas. Y ello a pesar de haber quedado acreditado que el atildado catalán fue beneficiario, junto a sus hermanos, de una cuenta en Suiza a nombre de su padre que contaba con 335 millones de pesetas (en el entorno de CiU aseguran que cuando Artur se enteró, conminó a sus hermanos a regularizar fiscalmente la situación), algo que, en opinión del socialista José Borrell, “descalifica absolutamente” a Mas para ser candidato no ya a presidir la Generalitat, sino su propia comunidad de vecinos. A pesar de ello, digo, ahí sigue el buen hombre vivito y coleando, convertido en líder carismático y, a partir de esta noche, en nuevo presidente catalán en el momento más difícil de Cataluña.

Informes policiales y cuentos de espías

Líder carismático y mártir de la causa por obra y gracia de la torpe embestida del diario El Mundo, que esta semana nos ha obsequiado con las revelaciones de un supuesto informe policial que, sin firma, sin sello y sin destinatario, más parece obra de un aficionado a los cuentos de espías que de un cuerpo policial serio. El jefe de la UPDE, Manuel Vázquez, que supuestamente elaboró el informe, ha desmentido que sus subordinados hayan elaborado informe o borrador alguno al respecto. Por encima de otras consideraciones, es el tufo a improvisación y amateurismo que desprende la lectura del supuesto borrador –sobre todo su parte final- lo que descalifica a quienes han intentado poner en apuros a Mas con tan endeble mercancía. ¿Que la cuenta de Artur Mas senior era cierta? ¿Que otrosí ocurre con la de Jordi Pujol Ferrusola en Lombard Odier, Rue de la Corraterie 11, Ginebra? ¿Que hay corrupción en Cataluña? No doubt, que dicen los británicos. ¿Qué las empresas –sobre todo constructoras- pagan por la adjudicación de contratos y obras varias? Tan cierto como que hemos de morir, y ahí está el testimonio sonoro de Pascual Maragall, “vostès tenen un problema i aquest problema es diu tres per cent…”, entonces presidente de la Generalitat, para despejar cualquier duda. 

Ya tenemos a nuestro Moisés convertido en san Arturo, protomártir de la causa del independentismo catalán por obra y gracia de las cloacas del Estado

Sorprende, por eso, que tipo tan avezado como Pedro J. Ramírez se haya tirado a esa piscina sin agua. Porque a esa pieza hay que dispararle con munición real, no de fogueo. Las sospechas de operación política están servidas. A ello ha contribuido la torpe implicación del ministro del Interior, Díaz Fernández, un tipo más corto que las mangas de un chaleco, y del director general de la Policía, Ignacio Cosidó, que, con sus insinuaciones y medias verdades, han dado pábulo a la existencia de ese borrador y de “otros informes judicializados” que afectarían a varios casos más. A última hora, a ese tren se ha subido también la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, asunto sorprendente por cuanto si el Gobierno está convencido de la existencia de esas cuentas, debería, vía judicial mediante, ir hasta el fondo del asunto. Como no podía ser de otro modo, Mas ha aprovechado el episodio para hablar de operación política de la que estaría al tanto el propio Mariano Rajoy. El círculo se cierra: ya tenemos a nuestro Moisés convertido en san Arturo, protomártir de la causa del independentismo catalán por obra y gracia de las cloacas del Estado manejadas por Madrit.

Está por ver la influencia que esta operación pueda tener en el voto. Aunque se da por descontado que un 70% del nuevo parlamento autonómico será soberanista, las últimas encuestas, como ayer contaba Federico Castaño en este diario, anuncian unos resultados bastante alejados de las grandes expectativas de CiU, al punto de que los convergentes podrían, con ligeras variantes, repetir el resultado alcanzado en noviembre de 2010, lo cual vendría a significar un sonoro fracaso de este héroe posmoderno vestido de Corte Inglés, porque para ese viaje no se necesitaban alforjas. ¿Se da cuenta vostè del estropicio causado para terminar encallado en la playa del poder del que ya disponía? La sensación existente en círculos empresariales es que Cataluña no se parecerá mañana a Noruega, ni será un calco de Suiza, ni estará en la zona euro, ni siquiera en la UE… La usencia de esa mayoría absoluta apunta a la necesidad de alcanzar un pacto de Gobierno con ERC, “algo que está muy mal visto aquí y que asusta a las grandes familias, porque esos son unos iluminados, de modo que cuando comprendan que la aventura independentista no solo no va a llenar sus bolsillos, sino que puede poner en peligro su pasta, mis amigos ricos impondrán el pacto fiscal con Madrid y entregarán la cabeza de Mas en bandeja de plata. Así son las cosas”, asegura una figura de la burguesía barcelonesa.  

El suflé tiene que bajar

La gente con seny y mando en plaza entiende que no quedará más remedio que pactar con Madrit una salida al embrollo, que normalmente debería discurrir por la negociación de ese pacto fiscal que está en el origen de la querella. En este sentido, el lío provocado por El Mundo podría suponer un obstáculo añadido, hasta el punto de que gente hay en Barcelona que se pregunta si el episodio no habrá sido un intento preconcebido de torpedear ese posible acuerdo. Cualquier acercamiento, con todo, tendrá que venir precedido por una bajada radical de la temperatura emocional que ha presidido estos últimos meses. El suflé tiene que bajar, las aguas necesitan volver a su cauce, y será obligado que sobre la tarima aparezcan las figuras, a uno y otro lado, con capacidad para tender esos puentes que desde este diario venimos humildemente preconizando. Es el momento del diálogo; es hora de la templanza de los mejores, dispuestos a volver a empezar acercando posturas y restañando heridas, con el objetivo puesto en un gran acuerdo a largo plazo entre PP y CiU, entre Rajoy y Mas, capaz de sentar las bases de una convivencia alejada de sobresaltos y reivindicaciones permanentes.

En el bien entendido de que el problema catalán solo podrá abordarse en su integridad cuando España, esa España que incluye Cataluña, sea un país democrático de verdad (“¡España, España, vuelve en ti, rompe el llanto de madre!”); cuando la nuestra sea una sociedad abierta de la que haya desaparecido el miedo, la intimidación y el aullido; cuando las instituciones funcionen; cuando seamos capaces de erradicar la corrupción. En suma, cuando hayamos dado digna sepultura a estos casi cuarenta años de Transición, para, a través del oportuno proceso constituyente, proceder a enterrar el franquismo y sus secuelas sociológicas de una vez por todas, dando luz a un país moderno y una economía solvente en una sociedad abierta. Hasta que eso ocurra, diez años, veinte años, solo queda establecer acuerdos parciales con Cataluña y ganar tiempo, algo que, por cierto, siempre recomendó Ortega.

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