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España

La Caixa, obligada a españolizarse tras el reto independentista de Artur Mas

Presentación del proyecto Barcelona World.

A pesar de haber vadeado todo tipo de situaciones a lo largo de sus 168 años de historia, nunca como ahora las cosas se habían puesto tan difíciles, tan endemoniadamente complicadas para la Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelona, popularmente conocida por “la Caixa”, como en estos momentos. A las dificultades de una crisis como no recuerdan otra los viejos del lugar, que ha obligado a la institución a convertirse en banco, ir con la lengua fuera para cumplir ratios de solvencia por culpa del estrechamiento de márgenes, afrontar un sin número de problemas con las participadas (dividendo de Telefónica, caso Repsol), abordar el cierre del 20% de la red de oficinas (de un total de 6.590), el portaviones (34.800 empleados) que pilota Isidro Fainé, 70, se enfrenta ahora a un desafío nuevo que no estaba marcado en las cartas de navegación: el reto independentista planteado en Cataluña por el Gobierno de Artur Mas.

 “La situación se ha complicado mucho”, asegura Isidro Fainé, presidente de la Caixa y CaixaBank. “Por desgracia estamos recogiendo los frutos de dos Gobiernos, el de Zapatero en España y el del tripartito en Cataluña, que han resultado un desastre allí y aquí. Aquí hay mucha gente que, con razón o sin ella, se siente agraviada y necesita ser escuchada. La única solución que se me ocurre es hablar; sentarse a hablar largo y tendido el tiempo que sea necesario; hablar hasta la extenuación, porque solo hablando, negociando, se llega a conocer al otro, valorar sus problemas y hacer posible el acuerdo. Yo, que soy hijo de comerciante, recuerdo bien a mi padre cuando iba al mercado, sé cómo hablaba, cómo negociaba. Allí no se daban la mano cuando acordaban un precio, no se decían estic d’acord; se decían, en cambio, entesos!, que en castellano quiere decir te entiendo, comprendo tus razones, valoro tus argumentos… y espero que tu valores los míos. Yo no soy independentista; me considero un conquistador, un Jaume I, que aspira a conquistar no ya España, que desde luego, sino el mundo, y en este caso no veo otra salida que negociar, aunque va a ser muy difícil el arreglo porque aquí hay un nacionalismo catalán y allí uno español, pero hay que intentarlo, hay que sentarse a hablar, porque Mas es un hombre moderado con el que se puede dialogar”.

CiU ha estado jugando con fuego. Durante mucho tiempo ha estado financiado asociaciones independentistas controladas por gente de ERC, y la cosa se les ha ido de las manos

La lista de problemas a la que se enfrenta la Caixa dibuja en la torre negra de la Av. Diagonal 621-629 de Barcelona un escenario que testigos directos califican de “complejo; están desbordados por el galimatías y desconcertados, sin saber ahora mismo por dónde tirar”. Un empresario barcelonés cercano a Mas asegura que “mis amigos de CiU han estado jugando con fuego y se han quemado. Durante mucho tiempo, primero el tripartito y luego la propia CIU, han estado financiando asociaciones independentistas del tipo Omnium Cultural o la Assemblea Nacional Catalana, todas controladas por gente de ERC, y la cosa se les ha ido de las manos. Si a eso le añadimos el déficit de financiación que padece Cataluña, algo de lo que en Madrid no quieren ni oír hablar, y lo sazonamos con el cabreo generalizado provocado por la crisis, el paro y los recortes, tendremos el cuadro de la situación completo”.

Los riesgos para La Caixa, como para tantas empresas catalanas, de una eventual declaración unilateral de independencia son muchos. “Esta es una empresa española”, asegura una fuente de la institución que pide el anonimato, “que tiene su negocio más fuera que dentro de Cataluña. De hecho, dos tercios de la actividad, el negocio y los clientes de la Caixa están fuera de Cataluña –como les ocurre a Planeta, a Freixenet y a tantas otras-, y en el resto de España, porque en el extranjero solo tenemos participaciones financieras. De manera que La Caixa es una empresa española con sede en Barcelona que aspira a estar en todo el mundo, y ahora un banco español en el más amplio sentido de la palabra, porque para eso hemos trabajado siempre”.

Una empresa española obligada, por mor de las circunstancias, a acentuar los perfiles de su españolidad, a españolizarse a uña de caballo. “Ese era el interés que subyacía bajo el intento de fusión con Bankia”, prosigue la misma fuente. “Se trataba de consolidar Madrid y Barcelona como los pilares de la institución, una idea que hubiera contribuido a ese objetivo de acercar Cataluña y España, a enmarcar Cataluña dentro de España. A Mas le gustaba la idea, que conste. Le dijimos a Rodrigo Rato, 63, bien, tú te haces cargo de Criteria CaixaHolding y llevas la corporación industrial desde Madrid; el negocio bancario se queda en Barcelona, porque al fin y al cabo Bankia representaba solo el 15% del proyecto. Él pidió ser copresidente. De acuerdo, le dijimos, tendrás que comprarte piso en Barcelona, como hizo Fainé en Madrid, y venir mucho por aquí. Luego pidió la presidencia única cuando Isidre lo dejara, y también le dijimos que sí, pero con una condición: que cuando él se retirara, al frente del proyecto quedará Juan María Nin, 59, como presidente único, y eso no le gustó tanto, quizá porque escondía un diseño político detrás ligado al PP. Todo empezó a torcerse cuando decidió embarcarse en una serie de fusiones de Cajas que no tenían sentido, en un intento de ganar tamaño para balancear posiciones con Caixa de cara a esa negociación, pero, si fusionas Caja Madrid con Bancaja, en lugar de valer 15 pasas a valer 10… En todo caso, esas fusiones se hubieran podido acometer después desde la fusionada… No pudo ser; una pena”.

Comprar un banco para “españolizarse”

El proceso de españolización de La Caixa se materializará con la eventual absorción de un banco, “un banco de los de siempre, con un buen nivel de margen para compensar la dependencia que tiene la cuenta de resultados de Caixa de las plusvalías de sus participadas”, señalan fuentes del mercado. El Popular está sobre la mesa. A Ángel Ron, 50, le gusta la idea; a Nin seguramente menos. Sabido es que la mayor dificultad de una fusión bancaria suele consistir en dar salida a las aspiraciones de poder de cuatro personas, dos presidentes y dos consejeros delegados. En este caso las dificultades serían solo tres. Fainé seguiría siendo capo di tutti capi, con Ron al frente del negocio bancario. ¿Qué hacer con Nin? La presidencia de Repsol, un puesto ahora muy disputado por toda suerte de aventureros, no es una opción descartable. “Algo haremos, seguro”, sostienen en el entorno de Caixa, “pero no antes de ver cómo queda el mapa bancario después de la revolución en curso, porque cuando el sector se estabilice va a haber oferta de sobra para elegir. Pero si se trata de españolizar la marca, la opción parece clara: Popular o Banesto”.

La Caixa: "No participaremos en la sociedad que desarrolle Barcelona World, ni daremos un duro de crédito"

El desconcierto en el que vive la institución, acosada en frentes mil al unísono, tuvo su mejor reflejo en el anuncio del Govern -después de conocida la decisión de Sheldon Adelson de instalar en Madrid sus antros de juego y lenocinio- de crear un complejo de ocio en Port Aventura de la mano de “empresario” tan peculiar como Enrique Bañuelos. Como tamaño maridaje podía resultar cuando menos llamativo, Mas reclamó la aparición de Fainé en la foto, que, con su presencia, contribuyó a dulcificar los perfiles de un lance que no tendría un pase en un país del primer mundo. Esa foto no ha contribuido precisamente a ennoblecer el historial de un hombre y una institución que siempre se han preciado de haber sabido, a diferencia del resto de Cajas, mantener a raya a los poderes políticos locales. “La Generalitat pidió como un favor la presencia de don Isidro y, ¿qué podíamos hacer? Estuvo de 9 a 9,30 de la mañana, pero eso no es relevante. Lo importante es que nuestra presencia en el proyecto se limita a aportar los terrenos, de nuestra propiedad. Ha quedado claro que no tomaremos ninguna participación accionarial en la sociedad que desarrolle el proyecto, ni le concederemos un duro de crédito. Esas son las condiciones”.

Si eso es así, no resulta aventurado pensar que el “Eurovegas catalán” nace muerto, porque no será Bañuelos quien ponga la pasta. Otro tanto ocurrirá con el de Alcorcón sur Mer, dos proyectos que han unido a las elites políticas de Madrid y Barcelona en un mismo tipo de ensoñación reñida con cualquier idea cabal de progreso y desarrollo limpio. La preocupación es grande entre la inmensa mayoría del empresariado catalán. “Urge encontrar soluciones”, afirma Juan Rosell, presidente de la patronal CEOE. “El 32% del PIB mundial está hoy en Asia; el 24% en Estados Unidos, y el 26% en Europa. Si el proyecto de la UE se rompe y el viejo continente se dispersa en una serie de nacioncitas, dejará de contar, no será nada en el concierto internacional. Por eso los poderes públicos deben intentar alcanzar algún tipo de pacto, alguna solución para Cataluña dentro de la Constitución. Al fin y al cabo también el TC dijo que el nuevo Estatut cabía en esa Constitución”.

También Madrid tiene su parte de culpa

Ciertamente, no todos los males son achacables al nacionalismo catalán. También Madrid tiene su parte alícuota de culpa. Algo tuvo que ver el Gobierno Aznar, cuando, en su segunda legislatura, hizo surgir nacionalistas como setas. La situación se deterioró definitivamente con el mentecato de Zapatero, y tomó carta de naturaleza con Pascual Maragall y su decisión de dar carta de naturaleza al tripartito. Es evidente que durante esos años los de ERC han sabido hacer su trabajo, siempre con dinero público. Ahora, Mas ha decidido subirse a un tren del que no podrá apearse. El paisaje es más o menos así: del encuentro entre Mariano Rajoy y Mas, el día 20, no saldrá nada en claro; éste volverá a Barcelona y llamará a elecciones y, si de ellas surgiera una mayoría nacionalista, convocará un referéndum secesionista. A partir de ahí, nadie sabe lo que puede pasar.

Es evidente que nada de lo ocurrido habría sucedido de no haber sido por el estado de postración, económica pero sobre todo moral, en que se encuentra España, una nación corroída de la cruz a la raya por las termitas de la corrupción, tanto en Barcelona como en Madrid. No hay tiempo para los lamentos. Quienes no podemos concebir una España sin Cataluña, lo mismo que una Cataluña sin España, estamos obligados a exigir al Gobierno de la Nación que se siente hablar con los responsables de la Generalitat. Hace tiempo que los sucesivos Gobiernos centrales saben que tienen un problema con el 20% del PIB español, y no han hecho nada para resolverlo, como era su obligación. ¿Tiene usted un problema? Afróntelo, gestiónelo, siéntese a dialogar con quien sea menester el tiempo que sea necesario, que está en su sueldo. ¿Quiere Rajoy y el PP pasar a la Historia como el hombre y el partido que certificaron la ruptura de España? Es hora de grandes gestores y, sobre todo, de grandes liderazgos democráticos. Como carecemos de ambos, no es descartable que una minoría radical logre desgajar Cataluña de España para, a continuación, arruinar el futuro de esa mayoría de catalanes que un día no supieron rechazar los cantos de sirena de la ficción nacionalista, desdeñando las ventajas de la “sociedad crítica y abierta” de que hablaba Popper.

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