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España

Vozpópuli siempre ha defendido, con coherencia, que 'España no está para Juegos'

Alberto Ruiz-Gallardón, responsable de las tres candidaturas fallidas de Madrid

La candidatura olímpica de Madrid ha terminado su andadura de una manera estrepitosa. Era un proyecto demencial y su final no ha podido ser más acorde. No se trata ahora de hacer leña del árbol caído. Como medio español, Vozpópuli lamenta el ridículo internacional ya que, además, no siente la menor simpatía por estas organizaciones internacionales que comandan el deporte, manchadas por su enorme falta de transparencia y la sombra de la corrupción.

A pesar de que ahora resulta muy fácil hacer sangre, queremos poner de manifiesto de nuevo que este medio ha defendido desde sus primeros pasos que resultaba impresentable que España se embarcara en la organización de unos Juegos Olímpicos. Sin duda, habría sido mucho más sencillo para un periódico recién nacido unirse al coro de entusiastas, bajo la expectativa de grandes éxitos deportivos y un periodo de euforia, corto aunque innegable.

Pero desde el primer momento defendimos que un país casi quebrado, inmerso en una grave crisis económica de la que no se ha recuperado y con una enorme inestabilidad institucional no puede intentar arreglar sus problemas mediante proyectos descomunales y populistas, como es este. Con unos JJ OO nuestros políticos pretendían tomar una vía rápida que endulzara los recortes, trajera dinero fácil y, apalancados en la gloria deportiva, ganar peso en unas encuestas electorales que se desinflan a toda velocidad. Todos querían salir en la foto gloriosa de Buenos Aires. 

Resolver problemas

Ahora que ha llegado un ridículo histórico, queremos recordar que desde este medio hemos defendido que nuestros políticos están para resolver nuestros problemas, como está establecido en su mandato, no para desviarse en fastuosos fuegos de artificio. Un país con seis millones de parados, instalado en el decrecimiento y con la sombra de la corruptela en todos sus estamentos (incluido el entorno de la Jefatura del Estado) no debe ser un organizador de unos Juegos Olímpicos. Ni es el candidato ideal ni, sobre todo, ese país está para juegos.

España no está preparada para afrontar ahora ingentes cantidades de inversión pública, por mucha austeridad que se propugne; licitación de contratos, adjudicación de cargos e inauguraciones interminables. Este es un país con el cáncer de la corrupción en fase de metátasis.  

Ana Botella, alcaldesa no electa, deberá enfrentarse ahora al paro de su ciudad, al elevado endeudamiento (el más alto de España), al tráfico, a la sanidad y por supuesto, al deporte, pero de manera cotidiana, como es su obligación, sin pensar más en grandes fastos que atraigan la atención internacional. La gloria deberá esperar. 

El alcalde de Madrid debe dar soluciones viables y sostenibles, no centrarse en un mega fasto que, una vez finalizado, por él, que venga el diluvio. No hace falta hablar de Barcelona o Sevilla en 1992. 

Élites políticas y empresariales

Lo mismo vale para constructores y contratistas cercanos a las élites políticas, que ya se estaban frotando las manos ante un nuevo periodo de esos de “aquí no se repara en gastos”. Sus nombres están en las mentes de casi todo el mundo y algunos de ellos, presentes en Buenos Aires. También ellos deberán cambiar el chip y dedicarse a pelear con su negocio a diario, sin la garantía del ‘pelotazo’ público.

Para realizar grandes eventos, España deberá no sólo tener mucho mejor entorno, sino demostrar que es capaz de hacerlo con la transparencia necesaria. Ahora mismo, incluso los más acérrimos partidarios de unos Juegos Olímpicos no pueden negar que su organización constituiría un enorme foco de irregularidades. Seguramente, no es una casualidad que este bofetón olímpico haya sido la continuación del Europeo de fútbol (fue para Portugal) o el mundial (Qatar).

Nuestro país sigue teniendo pendiente una gran regeneración institucional antes que cualquier otro plan de envergadura. 

Vozpópuli siempre defenderá que la clase política se dedique a hacer su trabajo, molestando lo menos posible a la ciudadanía, de manera eficaz y sin refugiarse en proyectos megalómanos, que nadie sabe muy bien cómo se pagarán. Y todavía lo hará con más fuerza en un momento de crisis como el actual. El 'pan y circo' que tanto gusta en las alturas debe acabar ya. 

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