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España

Ana Botella a Mariano Rajoy en su despedida: el boicot de Esperanza Aguirre ha sido insoportable

La renuncia de Ana Botella ha relanzado la pugna interna por la candidatura al Consistorio de Madrid. La alcaldesa estaba fatigada, después de dos largos años de luchar contra la terrible herencia de Ruiz Gallardón, la sombra del Madrid Arena y los ataques permanentes del fuego amigo.

En las vacaciones de verano había llegado ya a la conclusión de que lo mejor era apartarse de la bronca permanente, de las envidias, las insidias y olvidarse de la primera línea de la política. Su esposo, José María Aznar, le había ayudado a tomar esa decisión. Toda la familia estaba de acuerdo. Ana Botella, mucho más frágil de lo que aparenta, se sentía desmoralizada, sin apoyos en el partido, sin apenas reconocimiento a su hercúlea labor contra el déficit, sin mensajes de reconocimiento. No se sentía respaldada. Le llegaban frecuentes mensajes de los que duelen. En especial comentarios de quienes se dicen sus compañeros. Zancadillas, codazos... la política. Estaba harta de escuchar que no tenía tirón, que carecía de carisma, que Mariano no la quería para la alcaldía... Las encuestas, en efecto, no le eran favorables. Pero sus presuntas rivales tampoco se salían por la estratosfera.

Un momento de alivio

La sentencia del caso Madrid Arena le supuso un breve momento de respiro. Ningún miembro de su equipo político resultó condenado. Este asunto había pesado como una losa sobre su gestión, su imagen y su futuro. Imposible sobreponerse a un suceso tan desgarrador. Una vez superado el trance judicial, decidió que había llegado el momento de decir adiós.

Muy poca gente en el partido lo sabía. Muy poca gente en el Ayuntamiento conocía la novedad. Apenas su familia, naturalmente, y algunos de sus más estrechos colaboradores. El martes acudió a Moncloa a comentarle su decisión a Mariano Rajoy. El presidente no se habla con su esposo. No le soporta. Y viceversa. Pero Aznar había estado muy prudente en los últimos meses a la espera de la decisión de Ana. Mejor hablar poco por si hubiera que aspirar a la carrera por la alcaldía.

No había caso. Rajoy estuvo muy amable con su visitante. La alcaldesa le explicó su decisión, que el presidente ya intuía y seguramente esperaba. Emisarios de Moncloa le habían hecho saber a la alcaldesa, desde hace meses, que esperaban su renuncia. Al más puro estilo Rajoy. Sin hacer sangre. Por cansancio o aburrimiento. Como pasó con Mayor Oreja, que renunció a repetir como europarlamentario ante el silencio implacable del presidente.

Un momento de desahogo

Botella le comentó su decisión y le hizo un breve resumen de su labor, de su gestión y de algunas fruslerías. Alabó la alcaldesa a gente de su equipo, agradeció la colaboración de determinada gente de Moncloa y no se resistió a mostrarse muy dura con algunas personas del partido. En especial, con Esperanza Aguirre. Fuentes de Moncloa comentan que fue muy dura con la presidenta del PP de Madrid. Dijo que no había cesado de boicotearla, que siempre remaba en contra y ponía palos en las ruedas. Se despachó a modo, según cuentan en el equipo del presidente. Nada que supiera su interlocutor, que tampoco adora a Esperanza, como es bien sabido.

Abandonó el despacho presidencial, su equipo convocó una rueda de prensa para primeras horas de la tarde y dio a conocer su renuncia, en una intervención breve, emocionada y sin admitir preguntas.

El pijama a rayas

La loca carrera por la alcaldía de Madrid cobró así un nuevo impulso. Aguirre ha tenido algunas apariciones singulares en los medios, en lo que insistió en la broma de que su futuro depende de la 'Divina Providencia'. Dijo en Antena 3 que no quiere anticiparse sobre los candidatos a lo que decida Mariano Rajoy en abril porque “a lo mejor no estoy viva, a lo mejor Dios no me da salud, los agentes de movilidad me vuelven a detener, me ponen los grilletes, el pijama a rayas, me fusilan que es lo que quieren mis amigos en los tuits”. La expresidenta de la Comunidad de Madrid se refería a su famoso altercado de tráfico que se ha complicado en forma inconcebible en los tribunales ante la singular decisión de un juez de opinión muy mutable.

Cristina Cifuentes, su rival más directa, delegada del Gobierno en Madrid, también ha reaccionado a la salida de Botella. Pero en forma algo más prudente. Se deja ver sin aspavientos, mantiene algún contacto con los medios y procura no quemarse.

Rajoy ya ha dicho que la renuncia de Botella no altera los tiempos. Tanto Ignacio González, presidente de la Comunidad madrileña, como Alberto Ruiz-Gallardón, ministro de Justicia, no han dudado en reclamar que se elaboren las listas cuanto antes. Estamos ya ante la segunda edición del caso Cañete. La gente prudente de la ejecutiva del PP madrileño considera que es mejor esperar a que el PSOE elija primero a los suyos en un largo proceso que arranca ahora y se cerrará a mediados de octubre. Una estrategia razonable.

Surgen mientras tanto nuevos nombres, nuevos candidatos, aparecen otros aspirantes en las quinielas. El propio Gallardón, cuya carrera como ministro no remontará ya el vuelo, se está dejando querer. Misión imposible. Sería volver al lugar de la gestión más desastrosa que contemplaron los tiempos. También brujulea García-Margallo, el ministro de Exteriores, que no se decide a dar el salto a la Comunidad Valenciana y levantarle el sillón a Fabra por temor a recibir una sonora bofetada en las autonómicas. 

Circula también la posibilidad de alguna sorpresa. Sáenz de Santamaría no será nunca la opción. Fue objeto de una filtración envenenada por parte de ese fuego amigo que tanto se ensañó con Botella. Todos al suelo que vienen los nuestros, sería el resumen.

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