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España

Las últimas horas del ministro Gallardón antes de pasar por la guillotina de Rajoy

Alberto Ruiz-Gallardón saluda a Mariano Rajoy, delante de su mujer, en el funeral por el expresidente de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez.

Hay heridas políticas que no cicatrizan fácilmente y que, incluso, se infectan. Esta es la que sufre Alberto Ruiz-Gallardón desde su salida del Gobierno el pasado septiembre, un accidente que todavía no ha superado y en el que se presenta como víctima inocente de un conductor kamikaze: el mismísimo Mariano Rajoy.

Según el relato que el exministro de Justicia está haciendo a sus amistades más próximas, el pasado mes de marzo le presentó al presidente del Gobierno como alternativa a la reforma dura de la ley del Aborto un proyecto similar al que rige en Alemania. Sus reglas son muy claras: las mujeres que decidan abortar pueden hacerlo durante los tres primeros meses de gestación después de recibir asesoramiento gratuito en un centro oficial, sin necesidad de contar con la intervención de psicólogos. Fuera de estos plazos, el aborto se considera ilegal. Según Ruiz-Gallardón, esta era una reforma que quedaba a medio camino entre la ley todavía vigente y la que Mariano Rajoy le encargó a los pocos meses de entrar en el Gabinete, mucho más polémica desde el punto de vista electoral. En ella se impedía abortar libremente en las primeras 14 semanas del embarazo y solo se abría esta posibilidad para el supuesto de violación o de grave peligro para la salud física o psíquica de la madre. Así llegó a recogerlo el anteproyecto aprobado por el Gobierno en las Navidades de 2013, finalmente guardado en un cajón.

El exministro de Justicia mantiene que presentó en la Mesa del Consejo dos alternativas a la reforma de la ley del aborto de Zapatero

El relato que Ruiz-Gallardón hace en círculos cada vez más amplios de su caída en desgracia responsabiliza de lo sucedido exclusivamente a Rajoy. Según el exministro de Justicia, cuando el presidente le encargó al principio de la legislatura esta reforma, solo le hizo dos indicaciones: que respetara el contenido del recurso que el PP presentó en el Constitucional a mediados de 2010 contra la ley Zapatero y, en segundo lugar, que si tenía alguna duda sobre la forma de actuar, la consultara con Benigno Blanco, exalto cargo en los Gobiernos de José María Aznar y presidente del Foro Español de la Familia. Ruiz-Gallardón se puso manos a la obra, pero pronto percibió el fuerte rechazo que la reforma provocaba en un grupo considerable de barones territoriales del PP, en la mayoría de los casos por motivos electorales. El exministro dio cuenta de ello a Rajoy, pero él le empujó a que siguiera adelante con el proyecto original.

La criatura que apadrinó acabó devorándole

Para no pillarse los dedos, siempre según la versión del exministro, llegó a presentar esta reforma en la Mesa del Consejo, acompañada también del modelo alemán como alternativa. Rajoy insistió en que el proyecto original era el que contaba y fue cuando Ruiz-Gallardón, impetuoso como nadie, apadrinó con entusiasmo a la criatura hasta que fue devorado por ella. En su óbito político influyó la arrogancia con la que trató a partir de ese momento durante el proceso legislativo a numerosos dirigentes regionales de su partido, que fueron los que, al final, presionaron en La Moncloa para que la reforma no viera la luz. Ellos, en realidad, fueron los que acabaron dando la puntilla a su vehemente patrocinador.

Estos barones no estuvieron solos a la hora de frenar los pies al entonces ministro de Justicia. Contaron también con la inestimable ayuda de Pedro Arriola, sociólogo de cabecera del presidente, quien el pasado verano logró convencerle de que la reforma del aborto, de seguir adelante, podría provocar un serio agujero al PP en las elecciones de mayo. No fue hasta finales de julio cuando Rajoy le comunicó a Ruiz-Gallardón la mala nueva, momento en el que éste le advirtió que el entierro de la ley conllevaría también su dimisión como ministro.

- “¿Estás loco? Sería como matar moscas a cañonazos. ¿Para qué vas a dimitir?, le inquirió el presidente.

-“Porque es lo más coherente, de todas formas déjame que lo piense durante el mes de agosto”, le respondió Ruiz-Gallardón.

Pasaron las vacaciones de verano y a primeros de septiembre el ministro aprovechó un receso del Consejo para confirmar con el presidente que su reforma estrella iba a seguir durmiendo en uno de los discos duros de La Moncloa.

-“Presidente, he tomado la decisión de dimitir”, le reiteró a Rajoy.

-“No puedo aceptarte que dejes el Gobierno en estas condiciones, no sin antes enderezar el lío de Cataluña, no me puedes hacer esto”.

-“No te preocupes, me tomo más tiempo y seguimos hablando”, le respondió Ruiz-Gallardón.

Pasaron dos semanas en las que el ministro intentó ocultar a duras penas su rostro macilento, huyendo de los actos públicos y de los periodistas. Ya se sabía fuera del Gobierno y su soberbia estalló el martes, 23, cuando Rajoy le informa con solo dos horas de antelación de que iba a confirmar públicamente ese mismo día la retirada de la polémica reforma. Lo hizo en declaraciones aparentemente improvisadas cuando acababa de participar en Madrid en el Congreso Mundial de Relaciones Públicas. “Creo que he tomado la decisión más sensata”, sentenció el presidente.

Ruiz-Gallardón montó en cólera por la forma de proceder de Rajoy y llamó a La Moncloa para advertir de que a las cinco de esa misma tarde iba a convocar a los periodistas en el Ministerio para anunciarles su salida del Gobierno. El presidente reaccionó y tiró de teléfono:

-“Alberto no me puedes hacer esto, me voy a China mañana, espérate a que vuelva a Madrid y hablamos…”

-“No, presidente, mi decisión está tomada, creo que ya la habíamos hablado. No hay otra salida, a no ser que quieras que anuncie mi dimisión mañana en el Congreso durante la sesión de control…”.

-Bueno, no hagas nada hasta que yo te llame, espera diez minutos…”.

La última llamada de Rajoy a Ruiz-Gallardón tardó bastante más de diez minutos y fue lo que, en última instancia, retrasó el comienzo de la rueda de prensa que ofreció en el Ministerio de Justicia para comunicar su salida del Gabinete y su retirada de la política. En ese intervalo de tiempo, el equipo del presidente fichó a Rafael Catalá, un viejo conocido suyo, como titular de Justicia, anuncio que Moncloa hizo ese mismo martes por la tarde. Ruiz-Gallardón sospecha que Catalá ya había sido contactado desde primeros de septiembre para que preparara su salto al Consejo de Ministros.

Ruiz-Gallardón se ha dado hasta enero para aceptar un trabajo "bien remunerado" ya que los 8.000 euros mensuales del Consejo Consultivo no le son suficientes 

Rajoy se ha quedado desde entonces con la sensación de que Ruiz-Gallardón le hizo una faena y éste con la impresión de haber sido traicionado por el presidente. De hecho, en su amargo adiós, lanzó un claro mensaje:  la reforma del aborto fue “un encargo” que recibió de Rajoy y era, por tanto, un compromiso de “todo el Gobierno”. Ha pasado un mes desde entonces y ninguno de sus antiguos compañeros de Gabinete ha querido hacerle de paño de lágrimas. Tampoco nadie en la dirección del PP se acuerda del exministro, quien se ha dado hasta enero para aceptar un empleo “bien remunerado” ya que los 8.000 euros que cobra del Consejo Consultivo de la comunidad de Madrid, el mismo pesebre que utiliza como comedero Joaquín Leguina, no le dan para demasiados lujos y tampoco es cuestión de vivir mucho tiempo de prestado.

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