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España

El mensaje oculto de Rajoy desde el cigarral de Toledo: en caso de desastre, el sucesor es Feijóo

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, junto a la cúpula del partido, los barones y su Gobierno, en la reunión de Toledo del acto "CumPPlimos: De la crisis a la recuperación"

El cónclave-catarsis 'popular' del cigarral de Toledo, celebrado el sábado, tenía otro mensaje, además del de la invocación a la unidad y a combatir el desánimo. Mariano Rajoy quiso sacudir, en dos plumazos, los movimientos sucesorios que palpitan bajo la frágil epidermis de su formación. Y dejó escrito, sin titubeos, el nombre de su sucesor en caso de cataclismo: Alberto Núñez Feijóo. No hubo, por parte de Rajoy, mención expresa a los penosos episodios que han zarandeado al PP estos últimos días. La estruendosa renuncia de la líder vasca, el inédito espectáculo de navajeo público entre dos ministros, la carta-denuncia de la diputado Álvarez de Toledo, el penoso vídeo del fin de actividades del grupo parlamentario... un rosario de errores a dos meses tan sólo de la cita con las urnas. Rajoy, como se esperaba, eludió referirse a estos hechos. Tan sólo se permitió insistir en una de sus frases favoritas cuando surge alguna avería en el motor de su maquinaria: "Hemos de dejar claro lo accesorio y tenemos que concentrarnos en lo que importa a todos". No hace falta más. Pero lo hubo.

Feijóo se saltó el temario sugerido desde Génova y se centró en la reivindicación, apasionada y sin dobleces, de la figura de Rajoy

La intervención de Núñez Feijóo, la última de la serie de discursos de los presentes en el cónclave de Toledo, fue algo más que un puñado de frases hechas, de palabras, de circunstancias, de consabidas invocaciones a la unidad y el optimismo. El actual presidente de la Xunta se saltó el temario que le habían sugerido desde Génova (la fiscalidad autonómica) y se centró únicamente en la reivindicación, apasionada y sin dobleces, de la figura del presidente, quien escuchó la inflamada jaculatoria, el infatigable chorreo de elogios, sin apenas pestañear. Como auténtico primus inter pares, el líder gallego recordó que Rajoy "es el mejor presidente de la España más difícil" y, ante la atenta mirada de Dolores Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, aseveró que es el único candidato a la Moncloa del que "puede decir que se ha dejado la vida para intentar mejorar a su país, olvidándodse de sus intereses y de su imagen". Claro aviso a espontáneos y navegantes.

Feijóo, y no Rajoy, fue el gran protagonista del encuentro. Así lo reconocen diversos dirigentes nacionales consultados por Vozpópuli. Algunos, incluso, tienen muy claro que el líder del PP dejó en manos de Feijóo la reivindicación de su obra y de su gestión frente a las insidias intestinas y a los extraños movimientos en la oscuridad. En el cigarral se vivió una especie de ceremonia de investidura de Feijóo a título de sucesor. Sutil, sin subrayados, cual es el fino estilo de la casa. El eterno delfín quedó oficialmente designado principal aspirante a tomar las riendas del partido en caso de que en diciembre ocurra una catástrofe. Esta es la otra lectura de lo ocurrido en este sábado de reflexión colectiva, enaltecimiento de las siglas y ejercicio de 'prietas las filas' ante el fiero empuje de unos rivales que ascienden sin freno en las encuestas.

Públicamente, Feijóo siempre ha rechazado postularse como heredero de Rajoy. "Un gallego nunca pretedente suceder a otro gallego", dice entre bromas y veras. Esta semana, sin embargo, se vivieron acontecimientos singulares que desembocaron en la apoteosis del cigarral. Soraya Sáenz de Santamaría es, según conspicuos dirigentes, quien más ha movido sus piezas, en legítima ambición a ocupar un espacio en el inmediato futuro de su formación. Su singular sesión de 'bailongo' televisivo dio tanto que hablar como la profusión de su presencia en actos sectoriales, en hospitales, centros públicos y, desde luego, en el Congreso de los diputados, donde protagonizó un acto de tintes electorales en los que reivindicó la labor del grupo parlamentario que ella misma dirigió en la anterior legislatura y que luego condujo uno de sus fieles, Alfonso Alonso. Ministro que, por cierto, ha cobrado particular relevancia también al quedar al frente del PP vasco. Sáenz de Santamaría ha abandonado el papel, eficaz pero gris, de mera portavoz del Gobierno en las sesiones de los viernes en Moncloa, para recuperar su perfil más político y más protagonista.

Movimientos en el puente de mando

La vicepresidenta vivió tiempo atrás momentos sumamente azarosos, cuando la abierta hostilidad del grupo de los ministros más 'marianistas' hizo mella en el inquilino de la Moncloa. Se habló de la posibilidad de que perdiera su cargo de ministra de la Presidencia y de portavoz del Gobierno. Incluso se barajó la posible creación de una vicepresidencia económica. Eran tiempos de turbación, después del severo revolcón sufrido por el PP en las autonómicas. Nada de eso fraguó, entre otras cosas, porque Rajoy no pretendía hacer más cambios en el Gobierno que los justos. Y así fue. Pero la figura de la vicepresidenta resultó perjudicada en aquellas semanas de inquietudes. 

La imagen juvenil de Santamaría, resuelta, laboriosa y decidida, recibe una muy positiva valoración en los estudios demoscópicos

Ahora ha recuperado la iniciativa y hasta el brillo político. Apoyada en sus ministros más fieles, como Alonso, Montoro o Báñez, e impulsada por su fácil acceso a los medios de comunicación, parece dispuesta a dejar claro que hay que contar con ella en el futuro. Quizás en el partido no vean las cosas de la misma manera, pero los sondeos la avalan. Su imagen juvenil, resuelta, laboriosa y decidida, recibe una muy positiva valoración en los estudios demoscópicos. También Dolores Cospedal ha abandonado su letargo y actúa ahora con una viveza y un dinamismo que parecían olvidados. Demasiados movimientos en el puente de mando de un partido donde lo que se pretende es la tranquilidad y la calma chicha. De ahí, el mensaje enviado por Rajoy desde Toledo. Si algo ocurre, aquí está Feijóo, líder leal, valorado por todos, bien anclado en el partido y el único presidente, junto con él mismo, que ostenta una mayoría absoluta.

Rajoy quiso borrar de dos plumazos los efectos de la 'semana negra' del PP, en el que una serie de calamidades sacudieron al Gobierno y al partido precisamente cuando su líder estaba fuera de España, atendiendo a dos citas relevantes: su presidencia en el Consejo de Seguridad de la ONU y su asistencia a una cumbre en Bruselas.

"Somos el PP, ¡qué broma es ésta!", recordó Rajoy en clara alusión, no sólo a sus rivales más directos, como PSOE y, en particular, Ciudadanos, sino, muy especialmente, a quienes dentro del partido han renegado de su formación y hasta de sus siglas, a quienes se muestran críticos con la dirección, a quienes pretender salirse de la línea oficial para no quedar 'contaminados'. Algunos de los asistentes al mitin de Toledo lo llaman ya 'el mensaje oculto del cigarral'. Una intervención clara y directa, unas palabras de reivindicación del Partido como primera fuerza nacional, que ha sido capaz de sacar a España del desastre y que pretende seguir haciéndolo.

El PP vive convulso en un mar de temores, dudas y hasta pánico. Las encuestas anuncian malas noticias para diciembre y cada vez son menos los que confían en un triunfo que les permita seguir al frente del Gobierno de la nación. Frente a ese horizonte de incertidumbres, Rajoy no dejó lugar a las dudas ni a las críticas, recordó sus cuatro años de gestión y mencionó, para cuantos lo olvidan, que "somos el partido razonable y moderado frente a radicales y extremistas, un partido de centro-derecha creado desde la base y producto del esfuerzo de mucha gente". Quizás en el cigarral ha empezado la remontada. Está por ver. Lo que ha quedado claro es quién es la persona que, llegado el cataclismo, quiere Rajoy, y quizás también el partido, que ocupe el papel de líder en el PP. Sea o no diputado, el papel de Moisés en la travesía del desierto poselectoral, tiene ya un nombre. 

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