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Portazo de García Madrid en OHL: ni esperó a cerrar la gran operación que no se hizo a su manera

Tomás García Madrid dejó por sorpresa su cargo de CEO en OHL

OHL vuelve a dar síntomas de inestabilidad. A última hora de este miércoles la compañía confirmó a través de un hecho relevante remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) la renuncia a su cargo de consejero delegado de Tomás García Madrid, tras casi un año y medio de permanencia en el puesto.

La noticia sorprendió porque se produjo apenas unos días después de que el grupo anunciara la operación que culminaba la labor de saneamiento que había capitaneado el ejecutivo desde su nombramiento: la venta del negocio de concesiones. Pero, al mismo tiempo, también cerraba una época de turbulencias en la que se vivieron significativas discrepancias entre la dirección y la propiedad. Todo un clásico en el mundo de la empresa en general, pero que en el caso de OHL terminó por estallar en la maniobra más importante, cuando los planes se desviaron en exceso de su diseño original.

Uno de los aspectos que más ha llamado la atención de la dimisión de García Madrid es que se ha producido sin esperar a cerrar definitivamente la venta del negocio de concesiones al fondo australiano IFM, por una cantidad cercana a los 2.300 millones de euros. A la operación, todo un hito en la historia de OHL, aún le restan importantes trámites como la realización de la 'due dilligence' o la obtención de las correspondientes autorizaciones. Pasos que ya llevará a cabo Juan Osuna, que ha tomado el relevo del recién dimitido consejero delegado. Otro histórico de la compañía pero, en este caso, más en línea con la propiedad, es decir, con el Grupo Villar Mir.

García Madrid sustituyó a Josep Piqué en mayo de 2016, apenas unos días después de que se produjera un histórico traspaso de poderes en la constructora: el fundador y entonces presidente Juan Miguel Villar Mir cedía el bastón de mando a su primogénito, Juan Villar-Mir de Fuentes.

El nuevo tándem, y en especial el consejero delegado, tenía como misión iniciar una nueva etapa en OHL cuyo inicio estaría marcado por un más que necesario saneamiento, con el fin de reducir deuda y elevar la calificación de su deuda, que había sido rebajada tres veces en apenas un año.

Un salto demasiado grande

La tarea incluyó ventas como las de la operación Canalejas y la participación en el capital de Abertis. Mientras todo esto sucedía, García Madrid diseñaba los planes para la gran desinversión: el negocio de concesiones. La hoja de ruta, anunciada convenientemente al mercado, preveía la entrada de un socio, aunque siempre con la intención de que tomara como máximo el 40% del capital. OHL seguiría siendo mayoritario en el negocio que le ha aportado en el último año el 85% del beneficio bruto de explotación (Ebitda).

Sin embargo, Villar Mir nunca fue partidario de que el negocio de concesiones perdiera la gran independencia de la que gozaba, ni mucho menos de que pasara a integrarse en la constructora para tratar de aprovechar al máximo las sinergias entre ambas. Fueron continuas en este sentido las discrepancias con Piqué y, posteriormente, continuaron con García Madrid, siempre con la alargada sombra de Osuna, consejero delegado de la concesionaria, de fondo.

Fue entonces cuando la labor de García Madrid, ejecutada paso a paso y sin precipitarse, avanzó de forma abrupta, cuando OHL pasó de golpe demasiadas páginas del guión. La compañía apalabró la venta del 100% de la concesionaria y, apenas unas horas después, el diario Expansión llevó hasta su portada la posibilidad de que la operación diera lugar a la entrega de un dividendo extraordinario, cuyo principal beneficiado sería Grupo Villar Mir, que por algo ostenta algo más de la mitad del capital.

El sillón maldito

No eran ya los planes de García Madrid, ni la forma de hacer la venta del activo ni el modo de emplear los ingresos que llegarán cuando ésta culmine. El trabajo no estaba completado pero era el turno de dejar el sitio a alguien que tuviera mejor sintonía con la propiedad.

El sillón de consejero delegado de OHL ya tiene un cierto carácter de maldito. Desde su creación en 2013, en apenas cuatro años ha conocido tres inquilinos.

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