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El fondo buitre Anchorage bloquea el plan de salvamento de los accionistas de La Seda

La Seda atraviesa una situación compleja, como ha sido habitual en sus últimos años de vida. En los meses recientes, el fondo buitre Anchorage se ha hecho con un amplio paquete de la deuda de la compañía, con importantes descuentos, y ahora desea capitalizara. Por su lado, el accionista principal, trabaja sobre un plan de salvamento que encuentra obstáculos en el propio fondo.

La compañía ha tenido una historia compleja en los últimos años. Envuelta en escándalos políticos y en todo tipo de controversias, ha logrado sobrevivir desde 2009 gracias a la ampliación de capital realizada en su día y suscrita por los accionistas de la compañía portuguesa BAVidro y por el acuerdo logrado entonces con todos los acreedores por el que se capitalizó parte de la deuda y se restructuró el resto.

Pero la crisis no perdona y la Seda también la ha sufrido de manera dramática por la bajada del consumo de envases, uno de sus negocios y, sobre todo, por la contracción del mercado de la materia prima –el pet- de la que la Seda es el primer fabricante de Europa, pero compite con las grandes compañías de Corea, la India y Oriente que han realizado grandes inversiones en los últimos años y se han lanzado a una guerra de precios y están todas en situación de flujo de caja negativo según análisis de especialistas sectoriales.

Desde mediados de 2012, la entidad afronta una nueva situación dramática, que llevó al consejo de administración a pedir una nueva ampliación de capital a los accionistas. Ampliación a la que solo los accionistas de BAVidro manifestaron su intención de acudir y poner dinero fresco y que, ante la falta de apoyo del resto de accionistas, tuvo que ser cancelada.

Nuevo plan

Sin embargo, en los últimos meses se discute un nuevo Plan presentado por el consejo, que exige esfuerzos a todas las partes implicadas, ya que supone una ampliación de capital, poner dinero en la empresa, y restructurar la deuda. Muchos parecen estar dispuesto ahora al esfuerzo porque de no llevarse a cabo la compañía está abocada a un concurso de acreedores.

Pero desde hace meses hay un nuevo actor en esta compleja película: el fondo buitre norteamericano Anchorage -ya conocido por estas tierras por haber intervenido de manera muy conflictiva en la compra de Dinosol- que ha comprado a precios de saldo parte de la deuda de algunas entidades financieras.

Como suelen actuar estos inversores oportunistas, el plan de Anchorage pasa por quedarse con la compañía a precios de saldo, sin lanzar una OPA, para luego trocear la empresa y vender lo realmente rentable que pueden ser los terrenos industriales, la división de packaging u otros activos que tengan atractivo en el mercado.

Lo grave es que las propuestas de los “buitres” pasan por dejar al accionista actual con valor cero por su inversión y no pagar al resto de acreedores de la compañía. Y, por supuesto, no poner dinero sino mediante un complejo sistema de préstamos preferentes con derecho prioritario de cobro y oscuros mecanismos de financiación estructurada, derivados y acciones sintéticas hacerse con el control de la compañía evitando la normativa de OPAs.

Dilatando

Desde hace más de cinco meses Anchorage, que ha conseguido hacerse con el protagonismo en la negociación porque muchos bancos se han retirado del comité negociador por no compartir sus tesis, lleva dilatando y dilatando el proceso de negociación y rechazando los planes de viabilidad presentados por el consejo. De hecho, desde la compañía insisten que se ha llegado a un punto de no retorno donde parece que el concurso es inevitable y el futuro más incierto que nunca.

Anchorage, que según estimaciones de alguno de los bancos ha podido invertir unos 40 millones de euros en comprar el 40% de la deuda con descuentos próximos al 70%, ha apostado fuerte en esta guerra. El problema es que ningún banco serio, entre los que se encuentran HSBC, Deutsche, Caixa Geral, o el Instituto Catalán de Finanzas quiere compartir su proyecto, que pasa por destruir valor para todos los actores salvo para ellos y supondría la muerte de la Seda.

Una operación que podría replicarse en numerosas compañías españolas, merced a sus elevados apalancamientos. La compra de carteras de deuda suele encerrar estas prácticas. 

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