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Delicatessen 'low cost': las grandes cadenas de alimentación compiten también en productos de lujo

Productos de la gama Delicious.

Sal marina a la trufa por poco más de dos euros. Arroz bomba por tres. Foie de pato por cinco. No es el escaparate de un exclusivo rincón delicatessen, sino la estantería de un supermercado de barrio. Las grandes empresas del sector de la alimentación luchan por popularizar sus propias líneas gourmet al calor de la fiebre del sibaritismo gastronómico que cautiva a las audiencias televisivas.

Las claves: precios ajustados, aunque sensiblemente más altos que la media del resto de productos a la venta; presentación elegante (cajas blanquinegras, letras doradas y anglicismos) e ingredientes selectos o exóticos. "A los clientes les llama la atención, si hubiera hielo gourmet también lo comprarían", dice el responsable de tienda de un DIA de un barrio de Madrid.

DIA lanzó su gama Delicious a finales de 2014 con cerca de 70 referencias; ahora tiene más de 140

DIA lanzó su gama Delicious a finales de 2014 con cerca de 70 referencias. Un año después, el sello contaba con alrededor de 140 productos (desde infusiones a espárragos) que facturaron 34 millones de euros, según datos ofrecidos por la cadena. DIA no es la única firma que comercializa una gama de alimentos exclusivos a bajos precios. Lidl lleva también varios años, desde 2009, vendiendo su línea Deluxe, con menos referencias de productos pero mayor rotación.    

Carrefour es otra de las grandes firmas del sector alimentario que comercializa alimentos de lujo bajo su propia enseña. Carrefour Selección nació en 2007 con dos premisas, "altos estándares de calidad" y "respeto a los procesos tradicionales". En esta gama de productos, la multinacional francesa también incluye alimentos con sello de denominación de origen (comercializados como "De nuestra tierra") y de importación.  

Cambio en los hábitos de consumo

"Deleitar tus sentidos". "Sorprender con una cena a tus amigos". "Un capricho por poco dinero". El gourmet low cost, ese aparente contrasentido, apela al mismo tiempo al paladar y al bolsillo. A la vista y al estatus social. Es la democratización del gusto gastronómico, siguiendo la línea trazada por los programas televisivos y las recetas de los cocineros mediáticos. Es, además, un jugoso negocio para las empresas del sector, hambrientas de novedades con las que nutrir los lineales de las tiendas. Según los cálculos de Lidl, estos productos son hasta un 70% más baratos que los de las marcas gourmet habituales.

Lo que subyace a estas nuevas estrategias de las empresas es un cambio en los hábitos de consumo. Los consumidores demandan cada vez más productos selectos, o que se publicitan como selectos, pero sin la retórica de la distinción –establecimientos de lujo, servicio personalizado o precios astronómicos– que tradicionalmente los acompañan. El sibaritismo está ya al alcance de (casi todos) los bolsillos.

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