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Caltagirone, el amigo italiano de Agag que quiso comprar Metrovacesa vuelve a España a por cementeras en crisis

Han pasado ocho años desde que Francesco Gaetano Caltagirone, uno de los empresarios más influyentes de Italia, se marchara con el rabo entre las piernas tras fracasar en su intento por comprar la inmobiliaria Metrovacesa. Ahora es el turno de su hijo, Francesco Caltagirone junior, desde su posición de presidente y consejero delegado de Cementir, una de las patas del conglomerado Caltagirone, que ha decidido desembarcar en España para tratar de pescar en el muy revuelto río del sector cementero.

Los italianos llegan con su filial danesa Aalborg Portland, dispuestos a participar en la reestructuración que está sufriendo la industria española del cemento como consecuencia del desplome de la demanda y la producción, que registran cifras que no se veían desde los años 50.

Numerosas plantas de producción se encuentran a la venta mientras que las filiales en España de los gigantes mundiales Cemex y Holcim acordaron hace escasas semanas su fusión para soportar mejor el chaparrón provocado por la debacle inmobiliario y la caída de la obra civil en España.

Con este escenario tan proclive para llevar a cabo movimientos empresariales llega Cementir, la pata cementera de un conglomerado de lo más variado, que va desde la construcción hasta la ingeniería, pasando por el influyente universo de los medios de comunicación, con el diario conservador Il Messaggero (el más leído en Roma) como cabecera de referencia.

Como sucediera hace ocho años, Caltagirone cuenta con aliados en España para intentar el abordaje del sector cementero. Entre ellos, un viejo conocido, que también estuvo presente en el frustrado intento de comprar Metrovacesa. Se trata de Alejandro Agag, yerno del ex presidente del Gobierno José María Aznar, en quien han vuelto a confiar pese a que la operación con la inmobiliaria no salió bien.

Ingresos de 1.000 millones

Sin embargo, el escenario es ahora distinto y las riendas en este caso pertenecen a Francesco Caltagirone hijo, con quien Agag trabó una buena relación. Los italianos no han olvidado cómo es capaz de moverse Agag en ámbitos tan diferentes como el financiero y también el de la Fórmula 1, casi una religión en Italia gracias a la presencia de la Ferrari de la familia Agnelli.

Cementir cuenta con unos ingresos anuales que rozan los 1.000 millones de euros, con unos beneficios registrados en 2012 de algo más de 16 millones de euros. Sus acciones cotizan en la Bolsa de Milán, con una capitalización bursátil que ronda los 450 millones de euros. Tiene presencia en quince países y en cuatro continentes y una plantilla de algo más de 3.200 empleados.

La anterior intentona de los Caltagirone por entrar en España no les sirvió para salirse con la suya pero sí consiguió dejar huella. No en vano, todo lo que desde entonces le ha sucedido a Metrovacesa, actualmente fuera de la Bolsa, tiene su origen en la OPA lanzada en 2005 por los italianos.

Los "caballeros blancos" de Metrovacesa

Joaquín Rivero, por entonces presidente de Metrovacesa, dio entrada en el capital de la compañía a algunos socios que actuaran de “caballero blanco” para que la oferta de Caltagirone fracasara. Una maniobra que supuso el salto definitivo a la primera línea del sector inmobiliario de nombres que habían hecho fortuna en la sombra como Luis Portillo, Domingo Díaz de Mera y la familia Sanahuja.

Tras una dura batalla, Rivero y sus aliados lograron que la oferta italiana no lograra sus objetivos y Caltagirone recogió sus bártulos y se volvió a su país, no sin antes remitir una misiva a Rivero en la que le felicitaba por su victoria definitiva y le “recomendaba” no visitar Italia por un largo tiempo.

Cumplido el objetivo, Portillo y Díaz de Mera siguieron sus respectivos caminos y terminaron abandonando el capital de Metrovacesa pero no pasó lo mismo con los Sanahuja, que no se conformaban con un papel secundario en la película.

El enfrentamiento por el poder en la compañía con Rivero y su socio Bautista Soler derivó en la escisión de la compañía. Sanahuja se quedó con la parte española pero la llegada de la crisis y los elevados precios pagados por las acciones dispararon su deuda personal y les obligó a claudicar ante sus bancos acreedores que, debido a esta maniobra, son los actuales propietarios de la inmobiliaria.

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