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Mas manejó nueve meses un 'plan B' a Eurovegas… y ganó La Caixa

El pasado 31 de agosto fue un buen día para La Caixa. Finalizaba sin respuesta el plazo que la Generalitat había dado a Las Vegas Sands, promotora del proyecto Eurovegas, para que le diera una contestación definitiva sobre si elegiría Barcelona para establecer su megacomplejo en Europa. A partir de entonces, entraba en juego la otra vía, el plan B, el que convivió durante nueve meses sobre la mesa de Artur Mas con el liderado por el magnate Shelton Adelson.

En definitiva, el que permitiría a la entidad financiera catalana dar salida al fin a unos terrenos que constituían, al mismo tiempo, la joya de la corona de su cartera inmobiliaria y uno de los activos más difíciles de colocar, hasta el punto de que formaron parte de aquéllos que no fueron traspasados a CaixaBank cuando La Caixa pasó de ser caja a banco.

En esos terrenos, próximos al complejo de ocio Port Aventura, hacía tiempo que se había fijado Enrique Bañuelos. El empresario valenciano estaba viviendo sus últimos meses como accionista de Vanguarda Agro, el grupo agroalimentario brasileño que contribuyó a forjar y llevar hasta el liderazgo del sector en el país sudamericano. Las desavenencias con sus socios le llevaron a pensar que lo mejor era salir de allí.

Los que presumen de conocer a Bañuelos dicen que nunca ha perdido de vista el mercado español y que siempre quiso regresar, cuando llegara el momento oportuno. Y éste había llegado. Con Xavier Adserá, su consejero delegado en el holding Veremonte desde hace dos años y una llave que abre muchas puertas en Cataluña, planteó a primeros de año la operación a La Caixa: adquirir los terrenos para desarrollar un macrocomplejo de ocio. Los responsables de la entidad financiera vieron la operación con buenos ojos aunque la última palabra debería ser pronunciada por la Generalitat.

El dilema de Mas y el negocio del juego

Pero Artur Mas no podía decir “sí” ni “no”. Sobre su mesa estaba ya el proyecto de Eurovegas o, más bien, la lucha con la Comunidad de Madrid por albergarlo. Y no había espacio para los dos porque una de las condiciones impuestas por Las Vegas Sands era que no se concedieran nuevas licencias de juego por un largo tiempo, lo que afectaba directamente a la idea de Veremonte, que incluye oferta de casinos.

A partir de ahí, se trabajó con tremenda discreción. Lo último que querían todas las partes es que el plan B saliera a la luz y se estableciera una especie de competición con Las Vegas Sands porque finalmente terminaría habiendo un ganador y un perdedor. Es más, estaban incluso dispuestos a desmentir cualquier tipo de filtración que pudiera salir a la luz, lo que no sucedió. Había demasiado en juego.

Era cuestión de esperar porque Bañuelos lo tenía todo claro, dónde iría cada parque, cómo se distribuiría el terreno, qué parcela ocuparía cada cuál… Un paseo en helicóptero con el empresario valenciano sobrevolando los terrenos de La Caixa despejó todas las dudas y dejó más de una boca abierta: conocía la parcela como si fuera su casa. “En el inmobiliario, es el rey”, señalan en su entorno.

Cuando la paciencia de unos y de otros se empezaba a agotar mientras que Adelson se instaló en un coqueteo a dos bandas que rozaba lo inaceptable, Mas decidió lanzar un órdago, con la seguridad que da tener una alternativa respaldada ni más ni menos que por La Caixa. El pasado 19 de julio, la Generalitat lanzó un ultimátum a Las Vegas Sands, con fecha límite incluida. Si el 31 de agosto no había respuesta, entendían que Adelson no estaba interesado en Barcelona como sede de Eurovegas.

Del brazo del fundador de Astroc

A partir de ese día, poco sentido tenía mantener en secreto el plan B, teniendo en cuenta que ya no se podría trabajar con tanta discreción. De ahí, el último episodio de la historia por ahora: el acto de ayer en la sede de la Generalitat con hasta tres consejeros del Gobierno de Mas presentes en un acto al que no faltó el mismísimo Bañuelos y el presidente de CaixaBank, Isidro Fainé.

Resulta paradójico que la entidad catalana haya terminado del brazo de un empresario que representa uno de los exponentes máximos del espectacular estallido de la burbuja inmobiliaria, que tantos quebraderos ha causado y aún causa en el sistema financiero español. Pero se trata de dar salida a un activo tan llamativo como complicado de vender: cientos de hectáreas calificadas para uso residencial que nunca vieron su desarrollo completo, a la sombra de Port Aventura. Había poco que pensar: una vez obtenidas las correspondientes licencias, La Caixa venderá el terreno a un consorcio liderado por Veremonte y se quitará un notable peso de encima.

En su etapa a caballo entre Brasil, Nueva York y Londres (donde abrió la primera oficina de Veremonte), Bañuelos entró en contacto con numerosos fondos de inversión, algunos de ellos de mercados emergentes como el brasileño pero también el chino, que hubiera sido su próxima etapa de haber permanecido en el proyecto de Vanguarda Agro. Serán ellos los que contribuirán a desarrollar el proyecto de Barcelona World.

Adserá, el viejo conocido de Bañuelos, quien coordinó la espectacular salida de bolsa de Astroc (con una revalorización del 1.000% en nueve meses para desplomarse después), ha vuelto a ser una pieza clave. 

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