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Economía

¿Fuga de capitales? Sería el riesgo de recurrir al fondo europeo de rescate para sanear la banca

La presión está poniendo a España sobre las cuerdas. El ministro Luis de Guindos ha reconocido públicamente que el destino de la economía ya no está en nuestras manos y precisamos una respuesta europea. El mercado califica de corta la última reforma financiera y se pregunta cómo se pueden exigir tantas provisiones para que al final todo se resuelva con meros ajustes contables. ¿Significa esto que en algún momento se va a tener que tocar la campana y pedir ayuda?

Según los expertos, un hipotético uso del fondo de rescate europeo podría ocurrir por dos razones: en un supuesto sucedería porque la falta de liquidez se alarga durante demasiado tiempo y el BCE se muestra reacio a inyectar más fondos a lo que consideraría entidades zombies porque prestan a largo pero se financian a corto, en algo parecido al caso de Dexia.

Por otro lado, ahora que se van a dar dos auditorías independientes respaldadas por el BCE, otra posibilidad más realista consiste en que una vez se compruebe el estado de las cuentas de los bancos se exija una mayor recapitalización con dinero fresco, no haya fondos con los que afrontarla y se tenga que pedir ayuda a los mecanismos de salvamento de la UE. ¿Y qué pasaría entonces? Se abren cuatro escenarios: el bueno, el feo, el malo y el catastrófico o irreal.

El bueno, con un 30 por ciento de probabilidades: el mercado se lo cree, el Financial Times y The Wall Street Journal lo aplauden con las orejas y se restaura la confianza y, por consiguiente, vuelve la financiación asequible a la economía. Aunque muy lentamente, ésta recupera competitividad, exporta y las cuentas cuadran. “Esta opción sería muy factible si el BCE respalda positiva y públicamente la auditoría sobre las entidades españolas”, sostiene Juan Ramón Caridad, responsable de Swiss & Global.

El feo, con un 30 por ciento: el mercado reacciona con un subidón y se instala la calma. Sin embargo, gradualmente y conforme se conocen los datos que arroja la economía, vuelven las dudas sobre el país y… vuelta a empezar.

El malo, con un 35 por ciento y el más probable según los expertos: “Si España tiene que utilizar fondos europeos para sanear entidades, el mercado interpretaría que hemos sido rescatados y lo compararía con Grecia o Portugal”, explica Alberto Matellán, director de Estrategia y Macroeconomía de Inverseguros. Bajo esta hipótesis, replicaríamos el patrón de otros países asistidos que se hunden sin remedio pese a los sucesivos salvamentos: los intereses se vuelven onerosos al no haber crecimiento. Los inversores hacen números y llegan rápidamente a la conclusión de que no hay fondos suficientes como para que el país aguante. La huida de capitales se recrudece. Entonces sólo la instauración definitiva de unos eurobonos a cambio de entregar la soberanía fiscal y grandes sacrificios podría detener la sangría.

El catastrófico o irreal, con un 5 por ciento: la sangría no se restaña. El miedo se extiende a los nacionales y éstos también retiran su dinero. Algún banco grande se precipita hacia la quiebra y arrastra al Estado, al igual que ocurrió en Irlanda o Islandia. El tamaño del rescate se estima inasumible y el corralito anunciado por Krugman se convierte en realidad.

Dados todos estos escenarios, buena parte de los analistas cree que será más cómodo que al final el Estado siga apoyando a los bancos con la ayuda del BCE imprimiendo billetes. También coinciden en que esto terminará obligando al Gobierno a diseñar algún tipo de banco malo que aparte los activos tóxicos con garantías del Estado, justo lo que el último decreto no ha especificado con claridad.

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