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Economía

Los mercados se asustan ante una Merkel cada vez más sola e inflexible

Los mercados piden a la canciller Merkel que adopte unos planes para la eurozona más realistas. Sus dosis de austeridad pase lo que pase están abocando a los países de la periferia a un círculo vicioso por el cual los recortes restan actividad, lo que a su vez detrae ingresos para acabar teniendo que hacer más ajustes que nunca cuadran las cuentas. De este modo, se terminan sembrando dudas sobre la capacidad de pago de estas economías y, por tanto, sobre su pertenencia al euro. Así que ahora las poblaciones empiezan a mostrar síntomas muy claros de agotamiento por las políticas de Merkel, en un cóctel explosivo que está ahuyentando a los inversores de todo el sur de Europa.

Los alemanes han puesto la pistola sobre la sien de los griegos con declaraciones varias sobre la posible salida de Atenas del euro. Quieren forzar a los políticos helenos a que por fin acepten una responsabilidad que están rehuyendo. El ganador de las elecciones, el conservador Samaras, no pudo formar Gobierno. Sin embargo, enseguida mostró su apoyo al socialista Venizelos para que éste se llevase el descrédito de aplicar las recetas del FMI, el BCE y la UE. Y como Venizelos tampoco es tonto, sólo aceptó muñir un nuevo Ejecutivo si entraban el resto de formaciones de la izquierda, de modo que éstos también apechugasen con su parte del desgaste. 

El segundo partido en los comicios, Syriza, se declara en contra de los planes de austeridad. Sólo quiere que haya unas nuevas elecciones ahora que lidera las encuestas. Su líder, Alexis Tsipras, sostiene que no se echará a Grecia porque el contagio se extendería a Portugal, Irlanda y España. Al final, nadie toma las riendas porque el que pone su cara para anunciar los ajustes es quien luego lo paga muy caro en las urnas.

Y quienes se están aprovechando son los partidos más extremistas a lo largo y ancho de Europa. Justo lo que está poniendo muy nervioso a los mercados. Los planes de Merkel para Europa funcionan como cuando alguien saca una pistola en medio de un banco: todos corren para esconderse. La pregunta entonces consiste en adivinar quién puede ser el siguiente en padecerla y los inversores escapan. No hay un muro de contención con los suficientes fondos como para que se aseguren las inversiones en estos países.

Pero la realidad es que los griegos son conscientes de lo que se juegan si salen del euro. Perderían sus ahorros, su capacidad adquisitiva y toda la financiación. ¿Qué pasará cuando no llegue el dinero para pagar las pensiones o los sueldos públicos y el BCE no soporte a unos bancos quebrados? E incluso si se lograse acuñar un nuevo dracma, una divisa tan devaluada pronto alimentaría la hiperinflación. Por todas estas razones, el 80 por ciento de la población helena quiere seguir en la moneda única.

Fuentes del FMI en Atenas reconocen en privado que el camino desembocará en una nueva quita a la deuda griega que afecte sobre todo a los acreedores oficiales: el FMI, el BCE y la UE. Pero lo ideal sería que antes el país se haya ajustado y registre un superávit primario, es decir, que sin incluir el pago de la deuda Grecia no precise capitales del exterior y se convierta en una economía sostenible. Los analistas cuestionan ahora incluso que esto sea factible.     

¿Otro Lehman?

¿Podría entonces el euro sobrevivir a la salida de Atenas? ¿Se crearía un momento Lehman Brothers tal y como ha advertido BBVA? Es cierto que el sistema financiero está en la actualidad mucho más preparado, algo que se demostró cuando se reestructuró la deuda griega. No obstante, el foco se fijaría a continuación en Portugal, que no tardaría en hincar la rodilla. Y al considerarse la posibilidad de una salida de la moneda única en otros países, se sucederían las estampidas de depositantes de todos los bancos de la periferia con el fin de salvar sus euros. A su vez, las quiebras arrastrarían a las entidades germanas.

La cuerda se está tensando demasiado. Por eso, los inversores piden ajustes más graduales acompañados de un papel más activo del BCE. El banco central tiene la capacidad de imprimir billetes y así detener la sangría de capitales que sufren las economías del sur de Europa. Pero el efecto balsámico de sus créditos a tres años para la banca ya se ha diluido, mucho antes de lo previsto.

Ante la esperanza de otra ronda de liquidez del BCE, el gobernador del banco central belga ha devuelto la pelota a los líderes europeos afirmando: “Si los políticos no lo aprovechan, ¿para qué sirven más compras de tiempo?”.

La entrada en escena de la socialista ganadora de los comicios en el Lander más poblado de Alemania representa un nuevo giro en la crisis del euro. El discurso de Hannelore Kraft en favor del crecimiento puede propiciar un cierto cambio de rumbo en Berlín. No muy grande, porque Merkel continúa siendo el líder más valorado entre los teutones; pero al menos la canciller necesita de los votos de los socialistas para que el Bundestag apruebe su pacto fiscal con la UE. Así que puede terminar haciendo algunas concesiones a los estímulos.

Pero, sobre todo, las esperanzas se depositan en Hollande. El francés también aterroriza a los mercados porque parece confundir crecimiento con gasto público. Sin embargo, quizás el ‘Merkollande’ pueda alcanzar un equilibrio antes de que la alemana se quede bailando sola sobre las ruinas de Grecia y, luego, del euro.

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